Con motivo del 75 aniversario de la proclamación de la II República en España, muchos medios de comunicación aprovechan para evocar la efeméride, en muchos casos de manera laudatoria, en línea con las palabras del presidente del Gobierno cuya actuación política, dijo, se inspira en aquella época.
Una de dos, o el señor presidente del Gobierno desconoce ese trágico periodo de nuestra Historia o, lo que es más grave, se identifica con el caos, persecuciones, asesinatos y revueltas que significaron aquella época. Algunos intelectuales, como José Ortega y Gasset, ante la inestabilidad que vivía España tras el Directorio de Miguel Primo de Rivera y su sucesor, el General Berenguer, le llevó a escribir un artículo en noviembre de 1930 que terminaba con la rotunda sentencia: " Delenda est Monarchia ". Ortega propugnaba la caída de la Monarquía para salvar a España. Sin embargo, ante las atrocidades que ya desde el principio protagonizó la II República, Ortega escribió otro artículo en el que se lamentaba de los acontecimientos que se producían. "No es esto, no es esto" exclamó el principal filósofo español del siglo XX. Recomiendo vivamente el reportaje especial que publica ABC sobre el 75 aniversario de la II República. Reproduzco aquí algunos párrafos del artículo del director en el que hace un buen análisis de lo que significó aquél régimen radical ya desde sus primeros días: "La II República española fue un fracaso que desembocó en la Guerra Civil porque los republicanos —desde los conservadores a los izquierdistas— quisieron reinventar España, aplicarle unos cánones extraños a sus inquietudes, transformar usos y costumbres que respondían a motivaciones seculares y racionales de hondo calado. La II República fracasó porque, a diferencia de la Monarquía en sus más diferentes períodos históricos, no fue una República nacional, integradora y evolutiva. Optó por la transformación drástica y revolucionaria, por el desprecio de las geologías culturales, por la ignorancia de las inercias y, en definitiva, por la construcción ex novo de una vieja nación cuyo futuro se pretendió imponer desde una soberbia intelectual y un exclusivismo ideológico insoportables. La II República no construyó una derecha liberal y democrática ni una izquierda tolerante y desprejuiciada. Por el contrario, el régimen republicano —cuyo vértice, la jefatura del Estado, es por definición móvil y banderizo— acendró las peores mañas integristas de las derechas y los usos totalitarios de la izquierda." "La Monarquía se retranqueó en ese capítulo de la historia de España; depuso sus derechos porque no quiso hacerlos valer ni con la fuerza ni enfrentando a españoles contra españoles y se situó allí, muy a mano de la conciencia y el sentimiento de la Nación, lista para ofrecer sus servicios. Pasaron décadas y los viejos republicanos de Toulouse, arremolinados en este abril de 2006 en torno al Rey, absorbiendo las lágrimas de su emoción histórica reconocían, en la honradez de una dignísima senectud, «¡qué suerte ha tenido España con esta Monarquía!».""Hay naciones para las que la forma de su Estado ha sido siempre un accidentalismo político. No para España. La dos repúblicas —la del siglo XIX y la del XX— nos han escarmentado casi con ensañamiento. La Monarquía es un elemento fundacional de la Nación y, en esa misma medida, un factor estabilizador de la convivencia. Los españoles exiliamos a reyes, pero no los decapitamos. Los deseamos primero, y los aborrecimos después, pero tras uno sabíamos que venía otro y que su razón de ser era la propia España y no militancia alguna. Cada vez que España dobló el cabo de un nuevo tiempo, la Monarquía supo estar a la altura de la circunstancia."
"Acudo a Ortega —el hombre que peleó por la República y abjuró luego de ella, que pasó del delenda est monarchia al no es esto, no esto— porque si el filósofo madrileño elevó la circunstancia personal a la categoría de condición ontológica de cada individuo, España se entiende en lo político sólo en su circunstancia monárquica, de tal manera que el régimen republicano se constituye en una anomalía para nuestro país. Eso es lo que enseña la historia y de eso, de historia simplemente, se escribe y se enseña en este suplemento de ABC, periódico que surgió hace ciento tres años para «seguir sus propias banderas» que tampoco eran entonces, no lo son ahora, ni lo serán en el futuro otras que la Nación española y la Monarquía, cohesionadas ambas en los valores de la excelencia cultural, el liberalismo político y el sentido trascendente de la existencia humana."
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