lunes, 17 de abril de 2006

Mañana, españa, será...

Por JORGE TRÍAS SAGNIER
ABC
 
EN la tragedia griega lo importante no era la entrada en la escena sino cómo se salía de ella. De la Segunda República puede decirse, en el mejor de los casos, que entró como una gran fiesta, como una explosión de un pueblo cuyos impulsos políticos no encontró el marco adecuado en la Constitución de 1876, y que acabó en un drama, en una orgía de sangre, muerte y destrucción en la que participaron todos los políticos del Frente Popular, por acción o por omisión. No entiendo, pues, la conmemoración alegre de su 75 aniversario, ni cómo puede afirmarse que a lo largo de sus cinco años de vida renacieron en España las artes y las letras. Sólo mirando las fechas de publicación de la mayoría de las obras de las llamadas generaciones del 98 y del 27 es fácil darse cuenta que casi todo lo mejor que escribieron sus actores fue con anterioridad a la República o, incluso, después. Y lo mismo puede decirse del arte, del pensamiento y de casi todo. Lógicamente, lo que duró tan poco, poco podía dar de sí.

A medida que pasan los años cada vez se agranda más la figura de Adolfo Suárez, el hombre que supo asumir la misión de construir un puente entre las dos Españas para superar la Guerra Civil. Como no se produzca un milagro, Suárez ya nunca podrá contar cómo hizo algo tan importante para la paz de los españoles en sólo un bienio, el «bienio prodigioso» lo ha calificado quien fue su subsecretario de Despacho durante esos años, Manuel Ortiz, en un libro esencial que acaba de publicar la editorial Planeta. Pero, si bien Suárez ya ha pasado a la historia, sus colaboradores, que tan leal y eficazmente sirvieron a España desde las tramoyas del Estado, cuentan lo que fueron esos increíbles meses y algunos de esos testimonios -Osorio, Rafael Ansón, Andrés Cassinello, García López, Graullera o Eduardo Navarro- figuran al final de este libro esencial. Suárez, un hombre católico de convicciones profundas, apoyado y empujado por el Rey, tuvo la obsesión de construir un marco político en el que coincidiesen la mayoría de los españoles. Lo que la República no fue capaz de conseguir, el empeño de los políticos de la transición, encabezados por Suárez, lo hizo posible.

Ahora parece que hemos decidido resucitar «la memoria histórica». No se trata de hacer historia sino, por el contrario, de manipular y de reescribir «la memoria histórica», inventándose, incluso, determinados acontecimientos. Durante estos 30 años pasados han gobernado España políticos «canovistas», es decir, políticos más deseosos en convencer que en vencer. Ahora ha llegado una nueva generación de políticos muy parecidos a los de la República, pero sin su bagaje intelectual, dispuestos a reescribir la historia y a imponer un criterio. ¿Cómo será la España de mañana? España, mañana, ¿será republicana? Mañana, España, o será la España del consenso, la España de la Monarquía Constitucional, o no será.
 

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