sábado, 26 de diciembre de 2020

Con todos y para todos

Daniel Capó
El Subjetivo

"El Rey nos ha hablado no con el abecedario de la política, tildado de oportunismo, sino con el lenguaje de la paternidad, esa convicción firme de que -a pesar de todo- también esto pasará."

viernes, 25 de diciembre de 2020

El Rey, una garantía para España

Editorial ABC

Con su tradicional mensaje de Nochebuena a todos los españoles, Su Majestad el Rey dio un impecable ejemplo de defensa de la Constitución como garante de «nuestro modo de entender la vida, de nuestra visión de la sociedad, de la dignidad del ser humano y, por supuesto, de nuestros derechos y libertades en democracia». La reivindicación de la Constitución, no como un texto heredado en trámites de caducidad, sino como el fundamento vigente y más sólido de nuestra convivencia frente a quienes se han propuesto derruirla, fue uno de los mensajes más relevantes de Don Felipe, quien además hizo hincapié en que «todos tenemos el deber de respetarla». Fueron sin duda palabras de concordia en unos momentos en los que el independentismo y el populismo de extrema izquierda mantienen su ofensiva contra la Carta Magna, con intentos constantes de derogar muchos de sus postulados esenciales por la vía de los hechos consumados.

No es hora de dar por superada la Constitución, sino de realzarla como solución útil y próspera para muchos de los males que aquejan a nuestra sociedad y frente a quienes alientan la fractura social, la división política y la polarización ideológica de los españoles. De hecho, Don Felipe recordó, invocando un «gran esfuerzo nacional» para la recuperación de España tras la trágica pandemia que nos ha marcado para siempre, que la Constitución es la clave de los avances y progresos conseguidos en democracia, y que a su vez, estos son «el resultado del reencuentro y el pacto entre los españoles después de un largo periodo de enfrentamientos y divisiones». La unidad en los valores democráticos frente a quienes alientan la división, el respeto a la pluralidad sin imponer criterios excluyentes y sectarios, o la capacidad de dialogar para alcanzar acuerdos políticos, son determinantes. Son principios que, como sostuvo Don Felipe, no pueden perder «nunca vigencia por el paso de los años». Por eso, el revisionismo constante que algunos partidos impulsan desde el revanchismo no deberían tener cabida en la España de concordia que reafirmó el Rey con nitidez.

Respetar nuestros principios democráticos y cumplir con las leyes vigentes, en lugar de desobedecerlas -una conducta arquetípica del separatismo-, debe complementarse además con la preservación de los valores éticos inherentes a todos los poderes públicos e instituciones, incluida desde luego la Corona. En este contexto, Don Felipe volvió a trazar una nítida línea roja frente a los comportamientos poco ejemplares ocurridos en su propia familia, en especial con la figura del Rey emérito, Don Juan Carlos, quien por primera vez en democracia estuvo ausente de España en una Nochebuena. En 2014, con motivo de su proclamación ante las Cortes, Don Felipe ya subrayó su indiscutible compromiso y respeto por los principios morales y éticos que los ciudadanos exigen de quienes integran los poderes públicos, desde la Jefatura del Estado hasta el último funcionario. Lo mismo hizo el pasado 15 de marzo, cuando se desmarcó taxativamente de las conductas abusivas y poco ejemplares que diversas investigaciones atribuían a su padre.

El Rey no solo no rehuyó esta espinosa cuestión, que sin duda le afecta como hijo, sino que tuvo la valentía de volver a marcar distancias: esos principios «nos obligan a todos sin excepciones y están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares». El Rey fue concluyente, lo cual es digno de elogio, en la protección de la Corona por encima de las personas insertas en comportamientos irregulares. Por eso incidió en el «espíritu renovador» que inspira su reinado desde el primer momento. Habrá partidos -esos que han iniciado una cruzada de acoso y derribo a la Monarquía desde el seno del propio Gobierno, y que jamás respetan la presunción de inocencia para nadie que no sean sus militantes- a los que no les parezcan suficientemente contundentes las palabras de Don Felipe. Pero sí lo son. Nadie con un mínimo de objetividad podrá sostener que Don Felipe ha declinado sus responsabilidades como Jefe del Estado aun a costa de sufrir fricciones familiares muy dolorosas.

La Monarquía parlamentaria es la auténtica garantía de que nuestro sistema político diseñado en la Transición siga siendo válido para España. Y más aún en estos momentos de zozobra e incertidumbre ciudadana, con una profunda recesión económica en marcha, con muchos empresarios castigados por la pandemia o directamente en la ruina, y sobre todo con cientos de miles de personas echando de menos a tantos seres queridos arrastrados por el coronavirus a la muerte. El emotivo recuerdo para todos ellos, y para todos los colectivos sanitarios que han luchado, y lo siguen haciendo aun a costa de su propia salud, demuestra que Don Felipe es el Rey que merecemos tener porque su compromiso con España, y con nuestro futuro, es irreversible. Es hora de que España, con su Rey al frente, se quiera a sí misma y deje de hacerse daño.

martes, 22 de diciembre de 2020

Normalizar a la Corona en Cataluña

ABC

Sus Majestades los Reyes acudieron ayer a Barcelona para hacer entrega del Premio Cervantes al escritor catalán Joan Margarit, galardonado con la máxima distinción de nuestras letras en 2019, aunque lamentablemente la pandemia impidió la pasada primavera la tradicional celebración de un acto tan representativo. El momento escogido ha sido ahora, con el desplazamiento de Don Felipe y Doña Letizia a la Ciudad Condal, acompañados por el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes. Fue, según la versión oficial, un acto íntimo y de carácter privado celebrado en un hotel barcelonés con la exclusiva presencia de los familiares del escritor premiado. Sin embargo, sorprende que la entrega de un galardón de esta entidad no figurase previamente en agenda pública alguna, y que solo fuese conocido por la opinión pública cuando ya se había celebrado. Llueve sobre mojado cuando se trata de una visita de Don Felipe a Cataluña, y aunque es comprensible la aspiración de todos los poderes públicos por rebajar al máximo el tono de crispación que siempre agita el separatismo para arremeter contra la Corona, lo cierto es que no puede normalizarse que el desplazamiento del Jefe del Estado a una parte del territorio español deje de ser algo natural y lógico. Antes o después, el Gobierno tendrá que asumir el riesgo de que se interprete que Pedro Sánchez prefiere esconder al Rey antes de generar un conflicto con sus socios independentistas. Porque Cataluña es a todos los efectos una comunidad autónoma más.

Hace unos meses el Gobierno optó por vetar al Rey para que no acudiese a Barcelona a entregar los despachos de los nuevos jueces en la Escuela Judicial. En aquel momento Don Felipe se excusó con el propio presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, porque era evidente que fue el ministro de Justicia quien había considerado no idónea la presencia del Rey. En aquel momento, el Gobierno invocó de modo absurdo cuestiones de seguridad, como si el Estado no tuviese mecanismos de sobra para garantizar la asistencia del Rey a un acto oficial en condiciones de absoluta normalidad. Se trataba de pagar el enésimo peaje al independentismo, con el que Sánchez empezaba a negociar su apoyo a los Presupuestos Generales. Además, en aquellos momentos estaba a punto de dictarse la sentencia que finalmente inhabilitó a Joaquim Torra como presidente de la Generalitat, y el Ejecutivo empleó un criterio de oportunidad política para no irritar al secesionismo, con sus líderes en prisión por sedición. Sin embargo, flaco favor hace La Moncloa a la Casa Real con el ninguneo constante al que someten al Jefe del Estado. Más aún, cuando desde el propio Gobierno los ministros de Podemos se jactan abiertamente de estar preparando la proclamación de otra república en España.

La defensa que hace Sánchez del Rey es insuficiente. Lo ocurrido ayer, alegando que se trataba de un acto íntimo porque no se quería abrumar al escritor, de avanzada edad, demuestra que priman los intereses políticos del Gobierno sobre cualquier guión institucional. Y eso ensombreció el acto más relevante para nuestra literatura, y también para la reivindicación del español como lengua universal. Cuando Margarit fue premiado, ni siquiera se sabía que el Ministerio de Educación iba a ceder ante el nacionalismo revocando la condición del español como lengua vehicular en las aulas. Hoy todo cuadra porque el Gobierno de Sánchez no da puntada sin hilo. Lo ocurrido ayer va más allá de estrictas razones de prudencia. Se semiocultó de manera consciente un acto en el que una vez más el Gobierno actuó de modo impropio con la Corona.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Una Monarquía de todos por la democracia

El Mundo 


Una Monarquía que "integra a todos los españoles" para asegurar "el efectivo ejercicio de todas sus libertades". Son las dos ideas centrales de la alocución que pronunció hace hoy 45 años Juan Carlos I en su proclamación como Rey de EspañaFranco había muerto dos días antes. Y el monarca asumió su responsabilidad con un discurso largamente preparado, muy medido como exigían las circunstancias históricas, pero en el que estaban ya todas las claves del proyecto político que en apenas unos meses pilotaría para conducir a nuestro país desde la dictadura a una democracia plena y del todo homologable a las del entorno. "Todo dependerá del primer discurso", le había repetido al todavía Príncipe Torcuato Fernández-Miranda, su mentor. Y, en efecto, sus palabras debían servir tanto para calmar a los inquietos sectores de poder del viejo régimen como para trasladar un mensaje inequívoco de renovación y esperanza al conjunto de la ciudadanía y a todos los expectantes grupos de oposición.

Este 45º aniversario coincide con un momento de zozobra en la Casa del Rey por los escándalos de naturaleza económica que señalan a Don Juan Carlos y que nada tienen que ver con el actual titular de la institución, su hijo Felipe VI. Pero coincide también con una feroz y oportunista campaña contra la Corona por parte de la izquierda radical en el Gobierno y de partidos independentistas. Pretenden así en realidad tumbar la Constitución del 78 y el actual sistema político, incluido el principio fundamental de que la soberanía nacional es indivisible y reside en el pueblo español. Con tal fin, asistimos a un preocupante revisionismo y falseamiento de nuestra historia. Por ello es tan importante combatir las falacias con las razones de los hechos incontestables. En el caso de Juan Carlos I, está bien acreditado que mucho antes de que muriera el dictador su hoja de ruta estaba clara: conducir al país hacia un sistema de libertades como las de cualquier democracia europea. La Transición, que arrancó con aquel discurso clave del 22-N, fue modélica. Y los españoles hemos disfrutado gracias a la Constitución del 78 del mayor periodo de prosperidad. Hoy se podrán lamentar conductas nada ejemplares de Don Juan Carlos que ensombrecen su figura, pero en modo alguno se le puede negar su importantísimo legado y su papel central en la consecución de la democracia.

domingo, 18 de octubre de 2020

El Rey exige a las instituciones que se pongan «al servicio de los ciudadanos»

El Rey ha exigido a todas las instituciones, en sutil alusión a los tres poderes del Estado -Gobierno, Parlamento y poder judicial-, aunque también se incluyó a sí mismo, que estén «siempre, y ahora más que nunca, al lado y al servicio de los ciudadanos» y ha reclamado «un gran esfuerzo nacional de entendimiento y concordia» para afrontar la pandemia y la situación económica. Además, ha hecho una defensa de la «España democrática» y de la Constitución, como garantía de convivencia, dignidad y libertad. Y ha rendido homenaje a los muertos y, especialmente, a los sanitarios muertos por el Covid.

Don Felipe ha hecho este llamamiento este viernes, durante la entrega de los premios Princesa de Asturias, que se ha celebrado en el Salón Covadonga del Hotel La Reconquista de Oviedo. A la ceremonia casi íntima apenas han asistido cuarenta personas, frente a las 1.300 que acudían en las anteriores ediciones al Teatro Campoamor, antes de que la pandemia del Covid obligara a trastocar todo. De esas cuarenta personas, cinco eran miembros de la Familia Real -los Reyes, la Heredera de la Corona, la Infanta Sofía y la Reina Sofía-, veinte eran premiados y el resto, autoridades y responsables de la Fundación Princesa de Asturias. Entre ellos, los presidentes del Congreso, Senado y CGPJ y Tribunal Supremo, la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y el líder de la oposición, Pablo Casado.

Esta vez no hubo público, ni invitados ni saludos ni recepciones ni fabada compartida ni arroz con leche, para prevenir contagios de Covid. Y las bandas de gaitas, que normalmente inundan la ciudad con su música, se restringieron al mínimo durante la ceremonia. Pero el Rey pudo utilizar la tribuna de los premios Princesa de Asturias para hacer un llamamiento a todas las instituciones y exigirlas «sentido del deber», «rectitud» y «responsabilidad», en lugar de batallar destructivamente entre ellas.

Esfuerzo de entendimiento

«Ahora, cuando tantas personas se han enfrentado y se siguen enfrentando a situaciones tan graves y complejas por la pandemia; cuando muchos ciudadanos sienten una gran incertidumbre y preocupación por su situación económica, es necesario que todos hagamos un gran esfuerzo colectivo, un gran esfuerzo nacional, de entendimiento y de concordia», advirtió el Rey.

Es más, Don Felipe elogió la actitud del pueblo español al que puso como ejemplo ante las instituciones. «Durante esta crisis la inmensa mayoría del pueblo español está dando pruebas inequívocas de resistencia y entereza -manifestó-. Su ejemplo no puede ser un esfuerzo estéril ni caer en el olvido. Y ese ejemplo nos exige a todas las instituciones estar siempre -y ahora más que nunca- al lado y al servicio de los ciudadanos; requiere conducirnos con sentido del deber, con la mayor responsabilidad, y con la máxima integridad y rectitud, para que el interés nacional prevalezca y los intereses generales de los españoles sean nuestro norte y guía».

La «España democrática»

Don Felipe también defendió los principios y valores de la Constitución de 1978: «La España democrática fue lo que dio sentido a la razón de ser de nuestra Fundación -relató-. Desde su nacimiento, hace ahora 40 años, nuestra Fundación ha trabajado sin descanso, cultivando siempre sus profundas raíces en el saber, el pensamiento, en el amor a la ciencia y la cultura, en la solidaridad; y ha ido creciendo gracias a la permanente savia que, al igual que nuestra sociedad, ha recibido de nuestra Constitución: un compromiso histórico que garantiza día a día nuestra convivencia democrática, la dignidad del ser humano, y sus derechos y deberes como ciudadano en libertad. Un compromiso permanente, en suma, con nuestros principios y valores constitucionales».

Los tacones de la Heredera

Antes de que el Rey tomara la palabra, lo hizo la Princesa de Asturias. Afortunadamente, la Heredera de la Corona pudo debutar el año pasado en el Teatro Campoamor, con una ceremonia en pleno esplendor, aunque esta edición mantuvo la solemnidad habitual. La Princesa, que el próximo 31 cumplirá quince años, lució, por primera vez en público, unos zapatos de tacón alto y fino y un vestido con más aire juvenil que infantil, un claro símbolo de que la Heredera se va haciendo mayor.

La primogénita de los Reyes leyó con perfección, haciendo pausas y sin equivocarse, y aprovechó su intervención para hacer un llamamiento a la responsabilidad de los jóvenes en plena pandemia para que eviten contagiar el virus a los mayores. «Si hay algo que mi hermana, Sofía, y yo hemos aprendido es el sentido de la responsabilidad. Nuestros padres nos lo han enseñado siempre», afirmó. «Y creo que los jóvenes de mi generación también son conscientes de ello. Un sentido de la responsabilidad que pasa por no olvidarnos nunca de las personas que nos rodean, que nos quieren y a quienes queremos (y, en ese momento, miró hacia la tribuna en la que estaba sentada su abuela, Doña Sofía)».

Y a los galardonados con el premio que lleva su nombre, les dijo: «Hemos comprobado la importancia de la solidaridad gracias a personas que, como las premiadas, son un ejemplo de cómo enfrentarse a las dificultades. Con vuestro extraordinario trabajo y talento, nos marcáis el camino».

Aunque este año había disculpa para nos asistir, por la pandemia, al final veinte premiados se desplazaron a Oviedo para recoger personalmente los galardones. Ellos fueron Carlos Sainz (premio de los Deportes), Andrea Morricone, en representación de su padre, Ennio (premio de las Artes) fallecido el pasado julio; Emmanuel Candès (premio Investigación Científica y Técnica); Cristina Fuentes La Roche y María Sheila Cremaschi, directoras de Hay Festival of Literature & Arts (premio de Comunicación y Humanidades), y los quince profesionales que representaron a los sanitarios españoles que luchan contra el Covid.

En nombre de todos ellos, intervinieron Carlos Sainz y el doctor José Eugenio Guerrero Sanz, jefe de la UCI del Hospital Gregorio Marañón y del Grupo Hospitalario Privado HM. Además, Andrea Morricone dirigió un conjunto de cuerda que, en honor de su padre, interpretó «Deborah`s Theme», uno de los temas principales de «Érase una vez América». Y los premiados que no pudieron desplazarse a Oviedo enviaron vídeos con mensajes que se emitieron durante la ceremonia.

«Nunca fuimos héroes»

Sainz agradeció el compromiso «esencial» de la Familia Real con el deporte en España, y el doctor Guerrero arrancó las lágrimas de emoción de algunos de los presentes -entre ellos, la madre y la hija de sendos profesionales fallecidos por la pandemia-, mientras intentaba convencer, sin éxito, de que los sanitarios no fueron héroes. «Nunca fuimos héroes, pero hicimos nuestro trabajo lo mejor que supimos y pudimos, conscientes de que compartíamos un destino común con toda la sociedad y que en la lucha contra el virus no era posible esperar milagros, solo valía el trabajo, la dedicación y el esfuerzo». «No fuimos héroes. O quizá lo fuimos todos -añadió-. Porque frente a una pandemia que nos obligaba al distanciamiento, supimos romper la barrera y hallar un punto de encuentro y a las ocho de la tarde, cada día, salíamos a aplaudir a la vida». Pero después el Rey zanjó la cuestión: «Nosotros sabemos que están yendo mucho más allá: que curan, investigan, ayudan, acompañan, consuelan... Sí creemos que tienen una actitud heroica... y con ella nos devuelven la esperanza».

miércoles, 30 de septiembre de 2020

El Rey y las tres montañas

Daniel Berzosa
ABC

Tras los sucesos del día 25 de septiembre, ha quedado constatado ante la opinión pública nacional el acoso contra la Corona por el presidente del Gobierno -por omisión y acción- y algunos miembros del Gobierno -por acción-, que, simultánea y alucinantemente, integran el poder ejecutivo y la oposición anticonstitucional en España. Esta oposición, a diferencia de la «discrepante», refuta el sistema de legitimidad «en que se apoyan los poderes constituidos, poniéndose, por tanto, en tela de juicio la fundamentación del sistema y del poder» (De Vega).

Este hostigamiento incesante a la Corona, a ratos sin cuartel, a ratos sibilino, sostenido por miembros del Gobierno, que prometieron desempeñar sus cargos con lealtad al Rey y a la Constitución, lo convierte en algo sin parangón, inimaginable y de una gravedad extrema. Y, además, los constituye, como ha escrito Antonio Burgos en estas páginas, en «Perjuros».

La situación puede resumirse así respecto del Rey, el Jefe del Estado, que, como órgano, está por encima de todos -«y cuando digo todos, digo todos»- los órganos del Estado. Injuriarlo es libertad de expresión; gritar «¡viva el Rey!» es pasarse tres montañas. ¿Será delictivo dentro de poco proclamar «¡viva el Rey!»?

El día 25 de septiembre ha supuesto la certificación de que el chavismo campea por España. Su agente principal en nuestra patria es el conglomerado de Unidas Podemos, cuyos socios, con matices raciales y por convergencia de intereses, eran sólo las fuerzas separatistas y criptoterroristas en sus demarcaciones tribales, hasta que el PSOE las legitimó como «sus» socios, y así andan embravecidas, desatadas y condicionantes.

Para establecer una república de Monipodio, atacan con inquina al Rey que defendió la Constitución, que impugnan y desacatan; persiguen aniquilar los mejores cuarenta y cinco años de la Historia de España, que, capitaneados por Juan Carlos I en la admirable Transición y continuados con esmero por el Rey Don Felipe VI, restauraron la concordia, la reconciliación, la libertad, la democracia y la prosperidad de los españoles.

Y ese certificado lo ha expedido precisamente el único que no debía hacerlo, el único que podía hacerlo; el presidente del Gobierno. Impuso la ausencia del Rey a un acto -además, protocolario- de otro poder del Estado, supuestamente por incapacidad gubernativa de garantizar su seguridad o -para aún mayor humillación- como pago a sus socios separatistas catalanes, cuyos votos necesitan para aprobar los presupuestos generales del Estado. Y, luego, consintió la injuria y la tergiversación, por orden cronológico, del perjuro ministro de Consumo, del perjuro vicepresidente segundo del Gobierno y del perjuro ministro de Universidades, tras una llamada de cortesía de Su Majestad al presidente del CGPJ.

La posición constitucional del Monarca no puede verse destruida o desintegrada por el hecho de que todos sus actos deben estar refrendados. Prohibirle o impedirle que ejerza su papel como máximo representante es contrario a la Constitución, y, más, si el acto en el que participa carece de dimensión material o, si se prefiere, es simbólico. Hacerlo supone anular una competencia del Rey, una característica esencial como órgano. La Constitución lo veta y existe una «opinio iuris» extendida (Fernández-Fontecha y Pérez de Armiñán).

La Jefatura del Estado que desempeña el Rey es necesaria por el papel peculiar que solo la Corona puede y debe desempeñar en la esfera política. La autoridad e influencia de la Institución Real es muy útil a la hora de resolver situaciones políticas delicadas (Constant). El Monarca de un régimen parlamentario, con su poder neutral y de influencia, es el mejor aliado del pueblo frente a los poderes efectivos del Estado y la mejor garantía de la integración de la complejidad social y el derecho a la libertad y la prosperidad del ser humano y los ciudadanos.

Es completamente absurdo pretender inmovilizar al Rey, negándole toda posibilidad de acción, a menos de anular sus funciones y asumir de forma anticonstitucional su desempeño por un órgano inadecuado (en este caso, la Presidencia del Gobierno) para abocar a aquella magistratura a una existencia «sin contenido, ni objeto, dotada solo de un poder nominal, ficticio, que tarde o temprano habría de desaparecer» (Cáceres Crosa). A no ser que esto sea lo que buscan el presidente del Gobierno y sus socios. Ramón Pérez-Maura lo ha sugerido en su columna «Para quien quiera verlo» (ABC, 25-09-20).

Proclaman las personas decentes que el Gobierno no puede cambiar el régimen constitucional por la vía de los hechos. Es exactamente lo que se está haciendo. Teresa Freixes lo ha contado en «La estrategia de la araña». Resulta que, en el siglo XXI, se ha de volver a la lucha política por la libertad; pero no contra ningún monarca absoluto y el Antiguo Régimen, periclitados hace más de doscientos años en Occidente, sino contra el democratismo absoluto (sin derechos humanos, ni división de poderes) y una Nueva Dictadura plebiscitaria. No se trata de Monarquía o República, o más precisamente, de la forma de la Jefatura del Estado, si hereditaria o electiva, sino de libertad o tiranía, de democracia o dictadura.

Julián Marías dijo: «Lo que más me inquieta es que en España todo el mundo se pregunta qué va a pasar; pero casi nadie hace esta otra pregunta: ¿qué vamos a hacer?». Defender al Rey es defender la Constitución, el pacto, la reconciliación, la democracia, la libertad, la fraternidad entre españoles. Es imprescindible la unión de todas las fuerzas de la razón, del signo que sean, que forman la inmensa mayoría de la nación, para detener este camino hacia el autoritarismo.

Si no es posible, la oposición discrepante o parlamentaria tiene que unirse para detener políticamente y desalojar electoralmente a los actuales gobernantes. Es ahora o en muchos años. El chavismo ya está desplegado en España y lo está infectando todo a una velocidad inaudita. Lo que a Chávez le costó años, aquí lo han conseguido en menos de un año. El problema en Venezuela, Bolivia o Ecuador fue la ausencia de una unidad de acción contra el chavismo.

Y, hoy, en nombre de la libertad y la democracia, todos los ciudadanos, con independencia de nuestras legítimas y saludables diferencias ideológicas, manifestamos alto y claro nuestra lealtad a la Monarquía Parlamentaria y nos sumamos a esa pasada judicial de tres montañas, con un triple viva: ¡Viva la Constitución! ¡Viva España! ¡Viva el Rey!

viernes, 14 de agosto de 2020

El futuro de la monarquía

Roberto Fernández Díaz
El País

(...)
En cambio, las actitudes mostradas por Felipe VI representan las virtudes esenciales que se exigen a todo jefe de Estado en una democracia representativa. Entre ellas la austeridad, la ejemplaridad y el sentido del deber en el desempeño del cargo. Ejemplaridad porque a estas alturas de su vida y de su reinado no se le conoce nada que se le pueda reprochar moralmente en sus esferas privada y pública por parte de los españoles. Austeridad en sus actividades y cuentas claras en sus presupuestos, siendo la española una de las casas del rey y presidencias de república más sobrias de Europa. De ahí su pronta, tajante y acertada decisión de desmarcarse rotundamente de las presuntas actuaciones ilícitas de su padre. Y, por último, un sólido sentido del deber y una dedicación absoluta al bien común de los españoles, mostrando ser el primer servidor público del país y conservando una exquisita neutralidad institucional en el abigarrado juego de la política partidaria, cumpliendo a pies juntillas con el mandato constitucional de arbitraje y mediación (auctoritas sin potestas), que ha sido más importante en el juego político de lo que pudiera parecer a primera vista.

Los españoles de hoy no somos responsables de las cosas que hicieron nuestros pretéritos. Somos por supuesto legatarios y gestores del pasado, pero no autores responsables del mismo. Por eso, me parece muy poco riguroso y consecuente que no se distinga entre el impecable comportamiento del actual monarca y los errores o faltas de ejemplaridad de su antecesor, poniendo encima de la mesa política una falsa crisis de la Monarquía parlamentaria en unos momentos en los que el país necesita sosiego y unidad para entre todos sacarlo hacia adelante con la inestimable ayuda de Europa. Y me parece igualmente insostenible que no se distinga entre el comportamiento de una persona y la validez política de una institución, como si cuando hay un presidente de república corrupto (como los ha habido) hubiera que suprimir la república como legítima forma de Estado.
(...)

miércoles, 12 de agosto de 2020

Reyes, reinas y exilios

José María Carrascal
ABC

«Este breve resumen de los últimos tiempos de la historia española deja claro, primero, que la salida de un Rey no es nada nuevo, sino al revés, bastante corriente, por lo que conviene andarse con cuidado. Y, segundo que el ejemplo de las dos repúblicas, una con cuatro presidentes en once meses, otra desembocando en guerra civil, no anima a hacer experimentos»

Seguiré siendo monárquico

José María Álvarez del Manzano
ABC

Defendí la figura de Don Juan de Borbón como el eslabón necesario en la cadena sucesoria y asumí, con dolor, la importante encarnación de la Corona en la persona de su hijo Don Juan Carlos.  
(...)
Por eso seguiré siendo monárquico, defensor de la institución por encima incluso, si necesario fuera, de las personas y lucharé, ya con limitadas fuerzas, para impedir que se introduzcan en España otro tipo de regímenes políticos que tanto daño han hecho a nuestra patria a lo largo de siglos y años pasados.  

La Corona, clave de bóveda

Daniel Berzosa López
ABC

«Los poderes públicos, los partidos políticos, los empresarios y los sindicatos, con sus extensiones mediáticas que lo abarcan todo, deberían insistir en la importancia de la Corona como abrigo de la nación y cúspide del Estado social y democrático de Derecho. Y enseñarlo así a las actuales y a las nuevas generaciones. Y los ciudadanos reclamárselo. Por el bien de todos»

La Corona y la persona que la ostenta

José Manuel Otero Lastres
ABC

(...) La inviolabilidad, que parece una prerrogativa personal de naturaleza muy excepcional toda vez que el que la posee no se está sujeto a responsabilidad penal, bien miradas las cosas no lo es tanto. Porque el artículo 71 de la Constitución se la reconoce también, pero más limitadamente, a los Diputados y Senadores. Y ello porque el Rey goza de tal prorrogativa sin limitaciones (art. 56.3 CE), mientras que los parlamentarios solo la disfrutan respecto de las «opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones».

Por su parte, la no sujeción del Rey a responsabilidad se extiende tanto a la responsabilidad civil, como a la política. Pues bien, para hacer efectiva esta prerrogativa hubo que recurrir a la ficción de que Rey nunca actúa solo («the king cannot act alone», que dicen los británicos), lo cual se traduce en que es preciso siempre el refrendo de sus actos, en virtud del cual responden quienes, mediante el refrendo en sus diversas formas, asumen los actos del Monarca. Así lo dispone el artículo 64.2 de la CE: «De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden». (...)

lunes, 10 de agosto de 2020

Recuerda que eres mortal

José Álvarez Junco
El País

Semblanza personal del historiador José Álvarez Junco sobre el rey emérito y su figura.

La corona mágica

Víctor Lapuente
El País

En la práctica, ninguna otra forma de jefatura del Estado ofrece mejores garantías para preservar los derechos democráticos que una monarquía parlamentaria. Las repúblicas son atractivas, pero no dan las mismas prestaciones. El sustituto de un rey constitucional puede ser un ángel meritocrático, pero también un sátrapa inconstitucional.  

viernes, 7 de agosto de 2020

Juan Carlos I, guía de lectura

El País

Nacido en Roma en 1938, Juan Carlos I ha ocupado el trono de la monarquía parlamentaria española entre 1975 y 2014. En junio de este último año abdicó la Corona y su hijo, Felipe VI, se convirtió en el nuevo rey de España. Sobre la vida y el reinado de Juan Carlos I se han escrito muchos artículos y libros. Algunos generaron, incluso, gran expectación, como las famosas conversaciones de José Luis de Vilallonga con el rey, de 1993. Ya en la década de 1980 encontramos meritorias biografías del monarca, obra de Nourry —con su famoso "rey para los republicanos"— o de Seco Serrano. Los trabajos periodísticos sobre las cuestiones más personales no escasean: Bardavío, Carol, García Abad, Urbano, Romero, Peñafiel, Herrero. Tampoco faltan los ensayos originales (Valentí Puig, Juaristi), las obras centradas en eminentes personas del entorno juancarlista (Soriano y Sabino Fernández Campos, Apezarena y los hombres del rey) o los libros que dedican una buena parte de su contenido al reinado (Fuentes). 

La tesis del rey

Ignacio Camacho

Un sanedrín político de doblez moral farisaica se atreve a establecer el estándar de ejemplaridad democrática.

Una Corona a prueba de balas: ¿qué pueden aprender los Borbones de los Windsor?

Celia Maza
El Confidencial

Cuando tuvo lugar la visita de Felipe VI y la reina Letizia al Reino Unido en julio de 2017, en los corrillos de prensa, una persona cercana a la Casa Real comentó: "aquí es que no hay ningún pudor en mostrar toda la pompa.. con sus carruajes y sus trajes… es más, se enorgullecen de ello". Se llegaba a percibir incluso cierto tono de envidia sana a la que es una de las monarquías más antiguas y sólidas de Europa.

Es como si, en algunos aspectos, los británicos se hubieran quedado encapsulados en el tiempo. La tradición se lleva a rajatabla. Para que se hagan una idea, la reina Isabel II sigue siendo la que protagoniza las sesiones de apertura del Parlamento en una ceremonia cargada de boato. Sale del Palacio de Buckingham en una carroza dorada tirada por seis caballos blancos y, una vez llega a Westminster con un traje de raso blanco, capa forrada de armiño y corona, presenta el programa legislativo del gobierno de turno. ¿Se imaginan semejante escena a día de hoy en España?

jueves, 6 de agosto de 2020

Don Juan Carlos

Juan Carlos Girauta
ABC

Sin luces y sombras no sale un retrato, y al de Juan Carlos I no le faltan las unas ni las otras. Lo luminoso es historia, no hay persona instruida en España que desconozca su protagonismo en la Transición. A los valientes virtuales que hoy quieren cargarse la Monarquía, con su tropa tuitera de cuesco y sofá, habría que haberlos visto entonces.

El desprecio de la Transición es ignorancia, estupidez y suicidio. Fueron años peligrosos, nada estaba escrito, y si salió lo mejor de nosotros es porque nos empeñamos en que así fuera. Lo contrario de ahora. La benéfica operación exigía convicción, sentido histórico, algo de temeridad y luces largas.

El resabio antimonárquico

Ignacio Camacho
ABC

«Mira, te seré sincero: el problema es que Pedro no es fiable. Con otro líder ni siquiera me habrías llamado porque su reacción del martes fue, en términos objetivos, absolutamente impecable. No entusiasta, si quieres, pero hizo una defensa de las instituciones contundente y sin ambigüedades. Sin embargo, su palabra es tan poco consistente que incluso cuando estás de acuerdo te deja una sensación inquietante. Se llama falta de credibilidad: es como si todo lo que dijera se quedase colgando en el aire. Y claro, no convence a nadie, no sabes si es otra impostura más, otro de sus disfraces, un guión circunstancial para salir del trance. Te gustaría creerlo, pero ya conoces lo que ha ocurrido antes. La primera vez picas, la segunda dudas y a partir de la tercera ya eres tú el culpable de que te engañe».  

El Gobierno y la Corona

Editorial ABC

El gobierno de Pedro Sánchez está ofreciendo un espectáculo político lamentable con motivo de la decisión del Rey emérito de abandonar el país. Unidas Podemos y sus dirigentes no quieren ser partícipes de una iniciativa que ha avalado personalmente Pedro Sánchez, como no podía ser de otra manera. Para la extrema izquierda del Gobierno, la marcha de Don Juan Carlos es una enmienda a la totalidad de su ideario antimonárquico, en la medida en que se interprete como un apoyo al Rey Felipe VI. El socio de Pedro Sánchez es cada día menos socio en las cuestiones fundamentales de Estado y por eso temía Sánchez que le quitara el sueño gobernar con Pablo Iglesias. La extrema izquierda apuesta por derogar la monarquía parlamentaria de 1978 y, por esta razón, quiere a Don Juan Carlos no fuera de España, sino en el banquillo de los acusados, para juzgar a la Corona y, por supuesto, socavar el reinado de Felipe VI. La expectativa de Unidas Podemos no es consolidar la Monarquía y esto lo sabía de antemano Pedro Sánchez cuando pactó una coalición con una amalgama de grupos comunistas y antisistema. La responsabilidad política de esta situación es de quien la ha propiciado, Pedro Sánchez, y ha de responder con una firmeza que no ha demostrado en ningún pulso con Pablo Iglesias, ganados todos por aquellos de sus ministros que no solo no comparten los postulados ultraizquierdistas de Unidas Podemos, sino que se han enfrentado abiertamente a sus propósitos más atrabiliarios.  

Volveré. O no...

Carlos Herrera
ABC

«Si mañana el fiscal concluye que no encuentra motivos para pedir su procesamiento por asuntos desvelados por un policía encausado y una avispada comisionista, JC podría aplicar inmediatamente la textualidad de su carta y volver a trasladarse a su casa, de la que ha sido amablemente invitado a marcharse. Es decir, podría hacer verdad lo que se esconde tras sus confidencias a quienes tienen su confianza: "Volveré"»