martes, 1 de noviembre de 2005

Otro medio siglo de España

Valentí Puig
ABC
 
ES de una lógica artificiosa tantear una reforma encubierta de la Carta Magna cuando casi nadie discute que es la mejor Constitución que España tuvo nunca. Es extraño el intento de conformación de una opinión pública que desagradezca el pasado y tampoco crea mucho en el futuro. Hace medio siglo que el Príncipe Juan Carlos ingresaba como caballero cadete en la Academia General Militar. Hoy celebra el nacimiento de su nieta la Infanta Leonor, primera hija de los Príncipes de Asturias. Hace medio siglo, según recordó ayer «The Herald Tribune», el secretario de Estado norteamericano, John Foster Dulles, viajaba a Madrid para verse con Franco. Era la primera visita a España de un secretario de Estado, después del final de la guerra civil española.

Pocos meses antes, la Alemania occidental -hoy motor de la Alemania reunificada- había recuperado su soberanía, ingresando en la OTAN. Medio siglo después de la visita de Dulles, España es miembro de la Alianza Atlántica y de la Unión Europea. Con cincuenta años, algunos elementos cambian y otros -la geografía, por ejemplo- no se alteran: hace cincuenta años, Mohamed V regresaba a Marruecos.

Hace medio siglo, los pequeños calzábamos zapatos Gorila, hoy los padres pagan un pico por zapatillas deportivas como las Nike. Entonces iba llegando la televisión, hoy estamos en la digital y con el DVD. Tras la economía autárquica de postguerra, el régimen franquista adopta la actitud de una política económica gradualmente liberalizadora. Llegaron las horas extra, el «seiscientos», la expansión y arraigo de una clase media en un sistema sin libertades políticas. Medio siglo más tarde, el crecimiento económico español sobrepasa la media europea, las empresas invierten en el extranjero, los bancos catalizan megafusiones y la nueva clase media invierte en Bolsa.

En 1955, los españoles íbamos al cine para ver «Marcelino pan y vino», «Historias de la radio», «Recluta con niño», «Muerte de un ciclista». Con Romy Schneider, «Sissi» arrasó. Con Marilyn, «La tentación vive arriba» fue catalogada «para mayores». En la radio triunfaba el humor familiar de «Matilde, Perico y Periquín». Hoy Antonio Banderas filma nuevos episodios del Zorro en Hollywood, zapeamos a todas horas, compramos por internet y pasamos las Navidades en Cancún.

Se equivocó de mucho el poeta al escribir con fatalismo de señorito progre que «de todas las historias de la Historia/ sin duda la más triste es la de España, porque termina mal». Medio siglo después, ese determinismo histórico es una reliquia repelente. Los trabajos constitucionales de la transición democrática dan fe de que hay historias que acaban bien, aunque hoy el tiempo político sea de marejada. En 1955 se comercializaban las cámaras instantáneas Polaroid y hoy los chicos de la ESO se fotografían en el patio con su teléfono móvil.

Del cadete que ingresaba en la Academia Militar a la Infanta Leonor va eso, otro medio siglo de España, el mismo que va de la visita de Foster Dulles a la cumbre de Hampton Court o al agolpamiento subsahariano en las vallas de Ceuta y Melilla. En el entorno anterior y posterior a la visita de Dulles iría llegando la ayuda norteamericana que contribuirá a modular posiciones del régimen y, que si es de cuantía discutible, «no se podrá negar su oportunidad», como dicen José Luís García Delgado y Juan Carlos Jiménez en «Un siglo de España». 1955 es el año del primer avión a reacción español y del fallecimiento de Ortega. Comparemos lo que va de 1955 al año de la muerte de Franco y lo que hemos vivido en los treinta años después, hasta hoy. De esos últimos años sorprende que no exista un nuevo Ortega o que, sin razones de peso, esté comenzando el trámite parlamentario de un nuevo estatuto de autonomía catalán. Aún así, esas historias de la Historia no acabarán mal.
 

No hay comentarios: