LUIS IGNACIO PARADA
ABC
QUIENES creen que el nombre imprime carácter estarán encantados de que los Príncipes de Asturias hayan elegido para su hija el nombre de Leonor, que dicen que significa «Dios es mi luz». Ojalá sea así.
Según la Kabbalah, una antigua tradición hebrea que especula con la naturaleza humana y el origen y destino del alma, cada nombre le da a la persona que lo lleva ciertas características y determinadas tendencias que marcarán su destino. Y así prevé que las mujeres llamadas Leonor están llamadas a ser reservadas, interesadas en la comprensión de la vida mediante la ciencia y la filosofía y con buen sentido para los negocios, lo que podría dificultar la expresión de las cualidades más tiernas y espontáneas de su naturaleza. Lo verán, si acaso, quienes vivan dentro de más de medio siglo.
Pero ése no es el problema. Ni ha nacido ayer con el feliz alumbramiento de la Infanta que llevará por nombre Leonor. Desde que se anunció el matrimonio del heredero de la Corona sabíamos que en el momento en que los Príncipes tuvieran un segundo hijo que fuera varón, si el primero no lo era, la reforma del artículo 57 de la Constitución, que otorga preferencia a los varones en la sucesión, se haría mucho más difícil, porque podrían perjudicarse los derechos de ese niño y los de las Infantas Elena y Cristina si el cambio no fuera retroactivo. Ese cambio se complica porque la Constitución establece los derechos del Príncipe Felipe, pero el Tribunal Constitucional ha sentenciado la no marginación de la mujer, lo que permite dar marcha atrás a las actuales discriminaciones en la sucesión a los títulos nobiliarios. Ahora no cabe alegar una urgencia que no existe para un complejo cambio con el que colar de rondón otros, menos urgentes aún, como los que ofreció el actual presidente del Gobierno a esos españoles que no les gusta el nombre de Leonor y han bautizado a sus hijos con nombres tan irrisorios en nuestro país como Wanesa, Samantha, Yashmina o Lover Smile.
Según la Kabbalah, una antigua tradición hebrea que especula con la naturaleza humana y el origen y destino del alma, cada nombre le da a la persona que lo lleva ciertas características y determinadas tendencias que marcarán su destino. Y así prevé que las mujeres llamadas Leonor están llamadas a ser reservadas, interesadas en la comprensión de la vida mediante la ciencia y la filosofía y con buen sentido para los negocios, lo que podría dificultar la expresión de las cualidades más tiernas y espontáneas de su naturaleza. Lo verán, si acaso, quienes vivan dentro de más de medio siglo.
Pero ése no es el problema. Ni ha nacido ayer con el feliz alumbramiento de la Infanta que llevará por nombre Leonor. Desde que se anunció el matrimonio del heredero de la Corona sabíamos que en el momento en que los Príncipes tuvieran un segundo hijo que fuera varón, si el primero no lo era, la reforma del artículo 57 de la Constitución, que otorga preferencia a los varones en la sucesión, se haría mucho más difícil, porque podrían perjudicarse los derechos de ese niño y los de las Infantas Elena y Cristina si el cambio no fuera retroactivo. Ese cambio se complica porque la Constitución establece los derechos del Príncipe Felipe, pero el Tribunal Constitucional ha sentenciado la no marginación de la mujer, lo que permite dar marcha atrás a las actuales discriminaciones en la sucesión a los títulos nobiliarios. Ahora no cabe alegar una urgencia que no existe para un complejo cambio con el que colar de rondón otros, menos urgentes aún, como los que ofreció el actual presidente del Gobierno a esos españoles que no les gusta el nombre de Leonor y han bautizado a sus hijos con nombres tan irrisorios en nuestro país como Wanesa, Samantha, Yashmina o Lover Smile.
1 comentario:
Mi nombre me encanta, y su significado tambien, un nombre digno de futura princesa y reina.
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