viernes, 2 de septiembre de 2005

Los prolegómenos de la democracia

Durante dos meses, La Vanguardia ha publicado una serie de reportajes que se basan en el estudio del contenido de centenares de documentos secretos, la mayoría desconocidos, recientemente desclasificados por los Archivos Nacionales de Estados Unidos, relacionados con la época franquista.

 

Publicamos aquí dos de las entregas dedicadas al nombramiento de Don Juan Carlos como sucesor a título de Rey y la impresión que tenían los norteamericanos sobre el futuro de España.

 

Y don Juan Carlos aceptó ser el sucesor

 

En marzo de 1968 el Príncipe explicó las interioridades de la sucesión al embajador de EE. UU. que volvía a Washington

 

Don Juan Carlos se sintió triste y pensativo y luego estuvo de acuerdo en que, si no había alternativa, su hijo debía rechazar la sucesión   

 

Eduardo Martín De Pozuelo

29/08/2005

 

Como no podía ser de otra forma, el personaje español que más interés despertó en los gobiernos de Estados Unidos desde comienzos de los años sesenta fue don Juan Carlos. De hecho, no hay conversación o detalle acerca del actual monarca que no figure en algún documento secreto archivado en EE. UU., como el memorándum de conversación de 4 de abril de 1968. El caso es que inmediatamente antes de abandonar su cargo en España, el embajador Duke fue recibido por el Príncipe que no dejó pasar la oportunidad de transmitir a EE. UU. su visión de la compleja transición que se empezaba a adivinar. Es obvio que el Príncipe sabía que todo lo que dijera a Duke llegaría en breve a la Casa Blanca, tal como ocurrió.

 

El 28 de marzo de 1968, don Juan Carlos recibió a solas en la Zarzuela a Angier Biddle Duke, embajador de Estados Unidos en España que iba a ser sustituido por Robert F. Wagner. Duke llegó al palacio sobre las seis de la tarde y el diálogo se prolongó durante cincuenta minutos.

 

El encuentro, según explicó Duke a Washington, transcurrió como sigue: "Tras un intercambio de observaciones personales, mencioné mis otras visitas de despedida como embajador y comenté que había mantenido una conversación de media hora con el Jefe del Estado. El príncipe Juan Carlos reparó en esta última observación, pasando a señalar que sus conversaciones con Franco solían ser siempre de la misma duración. Dijo que Franco le había tratado de forma paternonal, aconsejándole siempre de manera muy amistosa y afable, aunque sin expresarse en realidad de forma concluyente. En consecuencia, añadió Juan Carlos, en ningún momento llegó a saber con precisión en qué situación se hallaba él desde el punto de vista político. Por una parte, Franco le indicó que se comportara como un hijo leal pero, por otra parte, y más reciente, Franco le había insistido en la circunstancia de que Juan Carlos tenía ahora treinta años, era persona plenamente independiente acerca de sus propias decisiones y en caso de proponerse un objetivo determinado, debía efectivamente esforzarse por alcanzarlo".

 

Según Duke, Juan Carlos le contó que le había respondido a Franco "que, si se le daba alternativa al respecto, estaba claro que el primero era su padre (en la línea sucesoria) y que, por tanto, no seguiría el consejo de Franco de rivalizar por el mismo puesto".

 

El Príncipe explicó a Duke a continuación que, no obstante, "tal vez no sería preciso afrontar elección o alternativa alguna" ya que le había dicho a Franco -dijo Juan Carlos-que "la solución del problema sucesorio se hallaba en manos del Jefe del Estado antes de su muerte ya que en caso contrario la monarquía nunca regresaría a España. Él había apremiado a Franco a cumplir esta promesa mientras viviera".

 

Don Juan Carlos añadió que Franco, en respuesta a lo anterior, le había preguntado si, en caso de ser él el elegido, aceptaría el cargo de sucesor. "Juan Carlos dijo a Duke que le había respondido afirmativamente que si Franco, el Consejo de Regencia, las Cortes, etc, le querían y no existía ninguna otra alternativa, él aceptaría" y recalcó al embajador "que sentía que en tales circunstan-cias su deber consistiría en aceptar el llamamiento y que no podía rechazarlo".

 

Don Juan Carlos explicó que cuando su padre, Don Juan, se encontraba en España "para el bautizo de su hijo Felipe, le había contado sus conversaciones con Franco y que le había dicho a su padre que si se le ofrecía elección personal, era una cuestión, pero que, si de hecho era designado mediante el proceso constitucional previsto, no veía más alternativa que la de cumplir con su deber. Su padre -dijo don Juan Carlos-se había sentido al principio de algún modo conmocionado, luego triste y pensativo y, finalmente, declaró mostrarse de acuerdo en que si no mediaba otra alternativa, don Juan Carlos no debería rechazar la sucesión. Su padre -reiteró don Juan Carlos-coincidía en que si él rechazaba el llamamiento, probablemente España no recurriría al padre y la monarquía nunca volvería. Sin embargo, don Juan, aun mostrándose de acuerdo sobre la cuestión, había afirmado que personalmente pensaba que Franco casi con seguridad no designaría efectivamente a don Juan Carlos como sucesor. Al respecto, el Príncipe explicó

 

"que su padre creía que Franco no anunciaría elección alguna antes de su muerte".

 

El heredero le preguntó a Duke cómo veía la sucesión. "Respondí -relató Duke-que pensaba que si Franco moría inesperadamente sin haber adoptado medidas sobre la sucesión se abriría una fase de conmoción y expectación social y política en cuyo contexto quienes se hallaran en posesión de los auténticos resortes e influencia se inclinarían probablemente por dar cumplimiento a lo apuntado; es decir, a llamar a Don Juan al trono". Aunque Juan Carlos no descartó que la opción apuntada por el embajador pudiera acabar siendo realidad, el entonces Príncipe recordó a Duke, siempre según los documentos desclasificados, que su padre estaba exiliado y que ello suponía una dificultad objetiva para captar las realidades políticas de España.

 

Entonces Duke le preguntó si no creía que las "Fuerzas Armadas, preocupadas por la salvaguarda de la ley y el orden, presionarían en favor de una solución rápida, nítida y concluyente" y si no pensaba también que, basándose en el mismo impulso, las mismas Fuerzas Armadas retornarían a la solución apuntada, la solución legal.

 

Don Juan Carlos creía que era posible, pero añadió que no se hallaba en absoluto convencido de que las Fuerzas Armadas en bloque fueran a avanzar en tal dirección. "Indudablemente -dijo-algunos de los dirigentes más veteranos tenderían a avanzar por esta vía, pero -añadió-las Fuerzas Armadas crecían. Sin explicar esta observación, don Juan Carlos prosiguió para señalar que por desgracia tal circunstancia era el motivo de que para Franco resultase de la máxima importancia designarle a él ahora", aunque, no obstante, no se había comprometido. "No había dicho sí -explicó el futuro Rey-pero tampoco había dicho no". Pero el Príncipe juzgaba que Franco necesitaba resolver la cuestión, acudir a las Cortes y anunciarle a él como sucesor al trono.

 

Don Juan Carlos le dijo a Duke que el modelo de sucesión debía pasar por nombrar un presidente de gobierno, en este caso Carrero Blanco, y en otoño anunciarle como sucesor a la Jefatura del Estado, pero lamentó la resistencia de Franco a dar su conformidad a un plan con arreglo a un calendario. Según le comentó a Duke, el Príncipe pensaba que si Franco muriera sin nombrarle su sucesor, la monarquía no tendría nada que hacer aunque su padre le daba vueltas a la idea de un referéndum para elegir sucesor, que "evidentemente no funcionaría".

 

Casi al terminar don Juan Carlos le dijo al embajador que cuatro mandos militares de alta graduación habían acudido a hablar con él expresándose en términos tan extremadamente críticos de Franco y el régimen que se había visto obligado a pedirles que guardaran silencio al respecto. El Príncipe le dijo que los militares estaban muy descontentos por la inactividad y falta de dinamismo del gobierno, e inquietos ante el futuro.

 

La opinión de Estados Unidos

"No hay que minusvalorar a Juan Carlos"

 

Iñaki Ellakuría

29/08/2005

 

La apreciación que se tenía en la Administración norteamericana del príncipe Juan Carlos oscilaba dependiendo del político o el funcionario que la formulara. Por un lado, estaban los que veían al futuro rey como un joven preparado para asumir sus responsabilidades; y, por otro, estaban los que le consideraban básicamente como un "joven simpático y seductor".

 

De este último parecer era el embajador norteamericano en España, Angier Biddle Duke, quien tras su encuentro con don Juan Carlos el 28 de marzo de 1968, destacó que el príncipe "entró bien dispuesto y con gran ánimo e interés a debatir las relaciones con su padre y con el Jefe del Estado" y que "desplegó en todo momento un seductor sentido del humor y, pese a la seriedad de las cuestiones abordadas, no pareció darse excesiva importancia en ningún momento".

 

Para Duke, "a diferencia de su padre, parecen asustarle o al menos parece alejarse de los debates de gran trascendencia y entidad, cuestiones de principio o de orden teórico; prefiere centrarse en los métodos y los medios más que en los fines. No contestó a varias oportunidades que le di para que opinara sobre cuestiones políticas de actualidad tales como Gibraltar, las bases militares y las relaciones entre EE. UU. y España en general". Este comportamiento para Duke traslucía "una cierta actitud de total candidez". Aunque alertó que podría ser una estrategia y que sería erróneo "minusvalorar al príncipe Juan Carlos tan sólo por dar esa impresión de ser un joven simpático y abierto".

 

 

 

"Venga a verme sin avisar al ministro"

 

En agosto de 1969, Juan Carlos convocó al embajador de EE. UU. para explicar al detalle como se había producido la sucesión

 

Don Juan Carlos explicó al embajador Hill que parte del dolor que sentía su padre se debía a la pésima actuación de Areilza   

 

Eduardo Martín De Pozuelo

30/08/2005

 

“He vuelto a quedar impresionado por el interés e inteligencia de Juan Carlos, así como por su plena conciencia sobre las limitaciones políticas que representa su actual situación. Muestra cierta candidez, pero lo atribuyo a su juventud y falta de experiencia política práctica. Juan Carlos puede sobrevivir o no a las tensiones de la España posfranquista, pero en cualquier caso estoy seguro de que intenta, por su propio esfuerzo y recursos, modernizar la política española y es de esperar que, en su momento, gobernar España".

 

Esta es la conclusión a la que llegó Robert C. Hill, embajador de EE. UU. en Madrid de la era Nixon que en agosto de 1969 fue citado por el príncipe Juan Carlos, quien sin perder tiempo, en 45 minutos, explicó al representante norteamericano sus planes de futuro una vez nombrado sucesor. Hill escribió a Washington inmediatamente tal como, es de suponer, deseaba don Juan Carlos que sucediera.

 

"A invitación suya, he visitado hoy al Príncipe Juan Carlos en el Palacio de la Zarzuela", comienza el informe de Hill en el que dice haber encontrado al Príncipe "sincero, deseoso de hablar acerca de cuestiones relacionadas con su nombramiento como Príncipe de España, y de los planes para el futuro inmediato". Hill mostró a don Juan Carlos un modelo del Apolo XI Eagle y y otro de un F-100 de parte del presidente Nixon y el Príncipe le dijo que se dirigiría por carta directamente al presidente.

 

Tras las salutaciones de rigor entraron inmediatamente en materia. Don Juan Carlos relató que muchos monárquicos le habían dicho que don Juan era su elección de preferencia, a lo que don Juan Carlos respondió: "Era también la mía".

 

El Príncipe relató entonces la cronología que Hill recogió con precisión con estas palabras: don Juan Carlos "había solicitado ser recibido por Franco en audiencia en abril pero aún no había sido recibido cuando fue a ver a sus padres a Estoril en junio. En Estoril le dijo a su padre que Madrid hervía de rumores de que Franco proyectaba nombrarle a él, Juan Carlos, heredero al trono; rumores reforzados por ciertos ministros del gobierno que preguntan al Príncipe por sus planes para el verano. El Príncipe manifestó a su padre que ambos, en su opinión, sabrían de las intenciones de Franco más o menos al mismo tiempo".

 

Sobre este punto don Juan Carlos aclaró a Hill que pensaba que Franco no le hubiera puesto en un brete informándole antes a él y obligándole así, en cierto modo, a mantener un secreto frente a su padre. Luego el Príncipe explicó que cuando su madre visitó Madrid a finales de junio aún no tenía ninguna indicación sobre el asunto y elogió doña María de las Mercedes y habló de su influencia en las relaciones con su padre.

 

El 14 de julio, según don Juan Carlos en versión recogida por Hill, don Juan le telefoneó. El Príncipe informó a su padre que aún no había tenido noticias de Franco pero que los rumores aumentaban. La mañana del 15 de julio El Pardo llamó a don Juan Carlos para una audiencia aquella misma tarde. En la audiencia Franco le comunicó que le nombraría Príncipe de España y sucesor el 22 de julio. El 16 de Julio la carta de Franco infor-mándole de la decisión fue entregada a don Juan.

 

Don Juan Carlos explicó a Hill que su padre se encontraba muy dolido, pero como persona pragmática aceptaría la situación a su debido tiempo. El Príncipe de España achacó parte del problema de su padre a la omisión del conde de Motrico en mantener a don Juan al día sobre los rumores y acontecimientos en Madrid. También le explicó que don Juan creía que su hijo sabía de las intenciones de Franco desde el principio y en todo momento, extremo que don Juan Carlos negó.

 

"Es evidente - escribió Hill- que a Juan Carlos le desagrada Motrico y cree que aconsejó mal a su padre. El Príncipe contó sobre Motrico que dejó la embajada española en París hace cinco años explicando a todo el mundo que le habían prometido un alto cargo gubernamental (quizá el de presidente) en los años 60. Sólo cuando el nombramiento no se produjo, Motrico, amargado con el régimen, contactó con don Juan en Estoril ofreciéndose a trabajar para él. El Príncipe no disimula sus sentimientos en el sentido de que don Juan hubiera estado mejor aconsejado de haber rechazado el ofrecimiento de Motrico (José María de Areilza)".

 

El Príncipe le dijo a Hill que sentía que debía mirar hacia el futuro y no al pasado, que sabía que "la monarquía no es popular,y de que le corresponde la tarea de edificar una monarquía moderna y que efectivamente funcione, con el apoyo popular". "Yo me adherí enérgicamente a la necesidad del apoyo popular desde mi propia experiencia en política en EE. UU. y añadí respetuosamente que pensaba que Juan Carlos debería dedicarse intensamente a granjearse la simpatía y apoyo de la juventud española y la clase trabajadora", escribió Hill. Don Juan Carlos preparó de hecho su discurso ante las Cortes - el primer discurso en un foro importante - mirando al futuro, no al pasado y consideró la ovación a la Princesa Sofía al abandonar el edificio de las Cortes como una indicación del apoyo hacia él, más ilustrativa que la ovación registrada inmediatamente después de su discurso cuando compartió el estrado con Franco.

 

El Príncipe consideraba con franqueza que la imagen de España en el extranjero se había centrado demasiado tiempo en la persona del Generalísimo y anunció que él y la princesa tenían previsto visitar las principales capitales del mundo para proyectar la imagen de la nueva España. En cuanto a sus planes inmediatos "consisten en viajar a La Coruña, donde Franco pasa sus vacaciones, la semana próxima para quedarse allí hasta el 9 de agosto". Don Juan Carlos le reveló al embajador que no sabía lo que haría en La Coruña y que aún no le habían pedido que se sentara en el Consejo de Ministros.

 

En cuanto a la relación con EE. UU. don Juan Carlos se mostró ilusionado y una vez más jugó por libre. "Me dijo que le llamara cuando quisiera para tratar de cuestiones importantes, sin pedir permiso a Asuntos Exteriores. Si pregunta (me dijo) se limitarán a decirle que no saben nada al respecto y si lo desaprueban me dirán (a mí) simplemente que no debata tales temas con usted en la próxima ocasión". Y, el Príncipe pidió a Hill ser incluido en cualquier reunión informativa dada por miembros de la Administración sobre el próximo viaje de Nixon.

 

 

Preparando la sucesión

Los consejos estadounidenses al futuro Rey

 

Iñaki Ellakuría - 30/08/2005

 

La embajada de EE. UU. en Madrid envió a la Secretaría de Estado norteamericano en agosto de 1969 un informe secreto con información sobre las conversaciones entre el embajador norteamericano en Madrid, Robert C. Hill, y el príncipe Juan Carlos. La Casa Blanca quería saber qué España se iba a encontrar tras la muerte del dictador.

 

Hill aconsejó al futuro Rey sobre cómo debía actuar de cara a suceder en la jefatura de Estado al generalísimo.Así lo explicó en el informe: "Añadí respetuosamente que pensaba que el príncipe Juan Carlos debería dedicarse intensamente a granjearse la simpatía y apoyo de la juventud española y la clase trabajadora".

 

De sus palabras se desprende que a la Casa Blanca le interesaba cuidar a don Juan Carlos e informarle de las futuras actuaciones respecto a España de Washington: "Debatí mis planes para los próximos dos meses con el Príncipe -escribió Hill-y mencioné que estaría en Washington para discusiones a nivel político acerca de las bases conjuntas hispanonorteamericanas a principios de septiembre".

 

Otra vez surgió el tema de los pactos militares. Hill explicó como había hablado con el Príncipe sobre el tema, "al que le dije que se trata de un período especialmente delicado en lo concerniente a las bases y que confiaba en que cualquier declaración de altos funcionarios sobre el tema tendría en cuenta esta consideración. El Príncipe entendió la cuestión y se mostró de acuerdo con este punto de vista".

 

No hay comentarios: