Los méritos para ser rey
Desde una discreta posición institucional, el Príncipe se prepara para la sucesión. EL PAÍS ha indagado en su pensamiento y en los obstáculos que tendrá que sortear.
Por Antonio Caño – El País
Don Felipe va asumiendo poco a poco responsabilidades institucionales, aunque todavía de escasa visibilidad. La mayoría de los españoles no conocen aún qué estilo y qué ideas puede aportar el Príncipe. Él siempre ha sabido que la herencia se la tendrá que ganar a pulso, así como la simpatía y el respeto de sus compatriotas, en un momento lleno de dificultades.
Apunto de acabar ya su formación académica, en la primavera de 1995, el Príncipe se reunió con la prensa española en Washington para conversar sobre sus planes de futuro y algunos problemas de la actualidad de entonces. Don Felipe habló con una espontaneidad que sorprendió a los periodistas, y las declaraciones resultaron polémicas porque algunas referencias suyas a la corrupción política, tema de gran impacto en aquel momento en España, fueron interpretadas por algunos columnistas como exculpatorias de la conducta de los gobernantes de la época. El Príncipe vinculó el clima de escándalo político con el efecto multiplicador de los medios de comunicación. Sus palabras fueron recibidas con críticas violentas en algunos sectores -se llegó a decir que no estaba a la altura del país en el que iba a reinar y que llevaba demasiado tiempo fuera de España- y don Felipe comprendió de repente que el trabajo que tenía por delante como Príncipe heredero no sería el apacible paseo del que disfrutaban los miembros de otras casas reales al abandonar la Universidad de Georgetown.
En esa misma charla en la capital de Estados Unidos el Príncipe ya dijo que era consciente de que debería ganarse el trono día a día, adaptarse a las necesidades de los ciudadanos de su tiempo; y éste ha sido, probablemente, desde entonces, el principio básico de su pensamiento.
¿Qué otras ideas han influido en el Príncipe en estos años? ¿Cuáles son sus puntos de vista sobre los problemas que preocupan a la sociedad? ¿Qué tipo de Rey podemos esperar? Oficialmente, el Príncipe no tiene ninguna ideología. Conoce los límites constitucionales y se ha manifestado siempre como un gran admirador de la comunión entre Corona y sociedad alcanzada durante el reinado de don Juan Carlos. Su oficio le exige respetar las ideas de todos y mantener en secreto las suyas, pero es innegable que el Príncipe tiene sus propias ideas.
La agenda de trabajo
Dicen sus colaboradores que las ideas del Príncipe se reflejan en su agenda de trabajo. Bajo ese prisma, la agenda de don Felipe desde el final de su periodo de formación ha consistido en recorrer todas las comunidades autónomas españolas con mensajes de integración y representar a España en numerosos actos institucionales en el extranjero, principalmente en América Latina.
El Príncipe, por supuesto, tiene ideas; ideas que debate discretamente con su círculo íntimo de amistades y, a veces, con su familia y algunos dirigentes políticos de mayor confianza. Pero ha sido educado y ha terminado por asumir que su idea más valiosa es, como lo expresa una fuente de la Casa Real, la de "mantener un panel amplio de pensamiento, abierto, una posición de debate constante, sin comprometerse con opciones concretas". Don Felipe ha sido educado en la tolerancia, y basta compartir cinco minutos de conversación con él para apreciar que sabe comprender todos los puntos de vista y ponerse en el papel de su interlocutor.
Del conjunto de conversaciones mantenidas para la elaboración de este reportaje podría, no obstante, extraerse una serie de principios, "casi genéticamente heredados", en palabras de uno de sus colaboradores, que conforman la base del pensamiento del Príncipe:
- La Monarquía será lo que los españoles decidan que sea.
- Su obligación es mantener con vida la Corona y entregar a su hijo el trono que reciba de su padre. Pero sabe que la institución monárquica está registrando una profunda evolución. Son tiempos de cambio para todos y la institución que no lo entienda está condenada a desaparecer.
- Su papel será el que la Constitución del momento defina.
- España es una nación, la nación española se llama España.
- Posee un sentido familiar arraigado, un concepto tradicional de la importancia del núcleo familiar.
- Ha sido educado, en parte con formación militar, sobre la base de la disciplina personal y el sentido del deber.
Un sistema consolidado
Con este armazón de valores y principios, el Príncipe tendrá en algún momento que conquistar, no sólo el afecto de los ciudadanos, sino su voluntad de mantener vigente al Rey como jefe de Estado. En el pasado, se ha especulado a veces con el relevo en el trono como un posible momento en el que replantear la forma de Estado. Con el transcurso del tiempo esa posibilidad prácticamente ha desaparecido. La opción republicana sólo figura entre los objetivos de algunos partidos políticos minoritarios, e incluso en estos casos se trata más bien de un propósito casi retórico o a muy largo plazo.
Ésta es la impresión al respecto de algunas personas consultadas para este reportaje. "La Monarquía es un modelo muy asentado en España. Fuera de España la Corona es una institución reconocida de la España moderna": Rodrigo Rato, director gerente del Fondo Monetario Internacional. "La Monarquía española es la más sólida y la más respetada de Europa": Miquel Roca, ponente constitucional, ex diputado y ex secretario general de Convergencia Democrática de Cataluña. "En un país con muy poca pasión por los símbolos de unidad, la Monarquía es un valor de referencia determinante": Manuel Marín, presidente del Congreso de los Diputados. "La Monarquía no es un episodio que empieza y acaba con Juan Carlos. No detecto ni un atisbo de pulsión republicana, nunca lo he visto en mi organización": Cándido Méndez, secretario general de la Unión General de Trabajadores. "Es la institución que representa por excelencia lo que hoy es España": Jaume Matas, presidente de la Comunidad de Baleares.
El presidente de Portugal, Jorge Sampaio, explica su visión sobre el papel de la Monarquía desde los intereses de un vecino de España: "Nosotros queremos la estabilidad institucional en España. La unidad de España es un sentimiento que nosotros tenemos. La Monarquía es un garante de la unidad de España. No digo que sea el único, pero sí un garante de la unidad. A nosotros nos importa mucho que España funcione muy bien".
La vinculación del papel institucional de la Monarquía con la unidad de España aparece de forma reiterada cada vez que se contempla el futuro de la Corona. Éste va a ser, sin duda, uno de los grandes desafíos de don Felipe. La Casa Real no se siente muy cómoda en el papel que algunos, acuciados por las tensiones territoriales actuales, quieren atribuirle como custodio de la integridad nacional. No es que no crea en ese valor, sino que no quiere la exclusividad en su defensa. En términos generales, el estilo de esta Casa Real es el de evitar el protagonismo, mucho más cuando se refiere a cuestiones de Estado de gran relevancia y muchísimo más cuando se refiere a asuntos que corresponden al ámbito de decisión de los políticos.
En palabras de Rato, "no hay una sola institución que represente en solitario la unidad de España, por suerte para los que creemos en España". "Entre las representaciones de la unidad de España, la Corona está incluida de forma muy especial, pero también los están las Cortes Generales y otras muchas instituciones públicas y también privadas".
Roca advierte que "sería un gran error intentar darle a la Corona un papel especial en el futuro sólo porque España profundice más en el Estado autonómico". "Sería contraproducente intentar que en el futuro la Monarquía asuma ningún tipo de papel mediador, conciliador o cosas de ese tipo. Frente a cualquier tipo de inestabilidad política", añade Roca, "lo que hay que ofrecer es la estabilidad de la institución".
Desde su perspectiva de nacionalista catalán, Roca cree, además, que "para Cataluña es mucho más conveniente una Monarquía que un presidente de República que tuviera que responder a mayorías coyunturales y estuviera interesado en captar el voto de las mayorías".
Un difícil papel para el futuro
Estabilidad es también la gran aportación que le reconoce a la Monarquía un destacado líder financiero que prefiere no ser mencionado. Estabilidad necesaria para el progreso y difícil de conseguir con un presidente de República, desde ese punto de vista, en un país poco proclive a generar figuras de amplio consenso. "Para el establishment económico, la democracia ha sido una fuente de estabilidad y confianza, gracias a la Constitución y a la Monarquía. Nuestro sistema político, de mayorías relativas, no está diseñado para la estabilidad. La Monarquía le aporta un plus de estabilidad que resulta imprescindible para la actividad económica. Esto es todavía más importante en un momento en que los dos grandes partidos se están separando, en el que la sociedad se está dividiendo". Garantizada la estabilidad, de acuerdo a este criterio, "la Monarquía podría sobrevivir en un sistema confederal dentro de su papel de equilibrio de poderes".
El príncipe de Asturias no concibe, desde luego, su papel futuro circunscrito a la función institucional de equilibrio de poderes. Cuando don Felipe piensa en los desafíos futuros de un monarca piensa también en qué papel podría tener en asuntos como la inmigración, el choque cultural, la adaptación social al desarrollo científico o los riesgos ecológicos.
Efectivamente, en un tiempo de cambio como el actual es difícil anticiparse a saber qué servicio puede prestar a España el futuro Rey, máxime cuando ni siquiera se vislumbra el tiempo de la sucesión. Pero el Príncipe se va preparando mientras tanto para responder, básicamente, a lo que se le pida que haga. "Hoy el papel de la Corona", opina Rato, "está más vinculado al respaldo de la imagen de España en el mundo, a impulsar la creación en todos los ámbitos la imagen de una España creativa y dinámica". Miquel Roca cree que "al futuro Rey se le pide calor, apoyo, pero nada más". "Tiene que no entorpecer", añade, "no tiene que jugar un papel a favor de nadie, pero nadie tiene que interpretar tampoco que está en contra".
Una larga espera
Hasta que ese momento llegue pueden transcurrir años durante los que el Príncipe corre el riesgo de deteriorar su imagen en el desarrollo de una función poco clara y poco útil a los ojos de los ciudadanos. Por eso la principal obsesión en estos momentos en el palacio de la Zarzuela es mantenerle ocupado, irle transfiriendo poco a poco competencias y responsabilidades sin mermar, al mismo tiempo, la autoridad del Rey. "Es un empleado de esta casa, un trabajador al que hay que dar empleos adecuados", dice un funcionario de la Casa Real. Lo cierto es que el Príncipe está ocupado: pasa horas en su oficina, despacha con su padre, discute los problemas actuales con personas de distinto signo y realiza numerosos viajes de representación. El problema es conseguir darle visibilidad y sentido de utilidad a esa actividad. Y para ello se han sugerido muchas ideas, como buscarle algún tipo de función en áreas sociales o de respaldo a la familia. Pero casi todas las sugerencias se estrellan con el riesgo de cruzar el delicado margen de la polémica política.
Manuel Marín está estudiando con la Casa Real buscarle al Príncipe alguna misión vinculada al Congreso como depositario de la soberanía popular. "Es bueno que la Corona y el Parlamento colaboren más frecuentemente", afirma. Y Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo y futuro secretario de las Cumbres Iberoamericanas, sugiere una mayor responsabilidad del Príncipe en la relación con América Latina. "Conoce muy bien lo que pasa en América Latina. Es una persona informada que conoce los desequilibrios sociales en América Latina y que, por supuesto, defiende los intereses de España en esa región". "Yo creo", añade Iglesias, "que estaría muy feliz en ampliar un poco más el área de presencia de la Corona en todo lo que sean puentes de comunicación entre España y América Latina".
En el campo internacional, Jorge Sampaio invita también al Príncipe a desarrollar un área de especiales relaciones con Portugal, un ámbito que, aunque corresponde lógicamente al Gobierno, requiere una atención distinta a otros asuntos diplomáticos por razones geográficas e históricas.
Lo más importante, a juicio de los responsables de su agenda, es evitar dar la impresión de que el Príncipe se está paseando. El futuro de la Monarquía se ve, probablemente, más amenazado por los errores que puedan cometerse en la imagen de los miembros de la familia real que por los desafíos rupturistas o republicanos.
"Las amenazas contra el Príncipe pueden venir más de su propio comportamiento que de fuerzas externas", considera Cándido Méndez. Manuel Marín coincide con ese criterio: "El mayor riesgo para la Monarquía en el futuro sería que la familia real se comportara como otras familias reales menos modélicas. ¿Alguien ha visto alguna vez a la reina Isabel de Inglaterra expresar una emoción?". Jaume Matas no descarta que, a medida que se acerque al trono, la prensa sensacionalista aumente su interés por la vida privada del Príncipe. "Pero eso no es lo importante", añade, "los problemas que tenga en los periódicos dan igual, lo importante es que no los tenga en la calle. La respuesta popular es lo que cuenta y eso es lo que hay que cuidar".
Ganar el corazón de los españoles
Los escándalos, las ausencias en los momentos en que se le requiera, la frialdad y la distancia pueden tener un efecto mucho más letal para el futuro Rey que las manifestaciones en contra de la Monarquía. El ámbito de aceptación está muy bien marcado. "Al aprobarse la Constitución, el Rey cedió la mayoría de sus poderes a la soberanía popular", explica Roca. "Como contraprestación, la soberanía popular optó por la Monarquía parlamentaria como forma de gobierno. Por tanto, sería injusto decir que la Monarquía es sólo hereditaria; tiene mucho de un acuerdo contractual".
El resto, la simpatía y el reconocimiento de los españoles, es algo que, como él ha dicho muchas veces, tiene que ganarse. Cándido Méndez cuenta que su padre, un viejo republicano y sindicalista, exhibió siempre en lugar preferente de su casa su foto con el Rey. Estaba orgulloso de esa foto porque simpatizaba con el Rey, a pesar de sus propias ideas políticas. Durante muchos años ésa ha sido, obviamente, la clave de la convivencia entre la Corona y los ciudadanos, tal vez la clave de la convivencia entre los españoles.
Cuando don Felipe nació, el 30 de enero de 1968, su padre era un desconocido a las órdenes de Franco a quien muy pocos querían ver como Rey. Muchos menos hubieran apostado a que el nuevo vástago llegaría a reinar. Casi 38 años después nacerá otro heredero que, tanto sea hombre o mujer, tendrá de momento despejado el camino hacia el trono.
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