jueves, 15 de noviembre de 2007

De la felicidad de las princesas

Màrius Carol
La Vanguardia
 
El Rey siempre se ha mostrado especialmente protector con la infanta Elena, porque sabía que, tras su carácter informal y divertido, había una persona frágil y sensible. Basta recordar la indignación del Monarca cuando vio el vídeo del programa Persones humanes de TV3, que presentaba Miquel Calzada, Mikimoto,donde se hacían bromas poco afortunadas de Elena de Borbón. Cuentan que el Rey lanzó con rabia por una de las ventanas de la Zarzuela la cinta, a modo de objeto volante. Por eso, el día de su boda en Sevilla con Jaime de Marichalar, mientras entraba por la puerta de Campanillas de la catedral de Sevilla, acompañando a su primogénita, se le veía especialmente emocionado. Luego, durante el banquete, agradecería los desvelos de las Reina con sus hijos ante los invitados de los Reales Alcázares. Él sabía que Elena había requerido más atención por su carácter, y viéndola enamorada y feliz, se le humedecieron los ojos y se le atragantó la voz.

 

En este sentido, es fácil imaginarse que cuando la Infanta ha comunicado a sus progenitores la decisión de separarse de su esposo, el Rey, que venía de unos días cargados de emociones públicas (la visita a Ceuta y Melilla o el incidente con Chávez), habrá experimentado una sincera tristeza a modo de sensación privada. En cualquier caso, el distanciamiento de la pareja era la crónica de un final anunciado, tras meses de rumores y de vidas independientes. Ahora, la preocupación de la familia real es cómo afectará a la infanta Elena la insoportable levedad de la prensa rosa y la creciente crueldad de la televisión amarilla. Una persona como ella deberá pasar un calvario que pondrá a prueba su personalidad. La única suerte es que la Zarzuela resulta un entorno protegido de los paparazzi, pues alejarse del país no es garantía de nada cuando las indiscreciones tienen precio y las traiciones cotizan al alza. Ella debe acordarse de que en su viaje de luna de miel, tras una desaparición propia de Hudini (al parecer salieron del recinto de los Reales Alcázares en una furgoneta del catering que les dejó a pie de avión jordano que les sacó del país con destino a Oriente), fueron localizados en una insignificante isla del Pacífico, donde iban acompañados de dos escoltas. Uno de ellos confesó en privado que no daba crédito a cómo podían haberlos encontrado y aún le parecía más desconcertante cómo les habían fotografiado en traje de baño sin apercibirse de ello en un paraje deshabitado.

 

Los motivos de la separación pertenecen al ámbito de la intimidad de la pareja, aunque no faltarán las especulaciones. En cualquier caso, hay un antes y un después del 21 de diciembre del 2001, un sábado en que Jaime de Marichalar sufrió un infarto cerebral que le dejaría secuelas en su movilidad de la parte derecha. Aquel hombre de casi dos metros, que presumía de personaje elegante sin importarle lucir en ocasiones atuendos un tanto extravagantes, se veía a sí mismo como una persona que sufría por la crueldad de las cámaras al enfocarle. Le cambió el carácter, buscó refugio en amigos de la farándula y no siguió el proceso de recuperación asignado. El Rey habló con el médico Valentí Fuster, prestigioso especialista de corazón del Mount Sinai, quien le propuso que expertos en fisioterapia de este hospital le trataran. Don Juan Carlos sugirió a los duques de Lugo que pasaran una temporada en Nueva York. De esta manera, alejaba a su yerno de un entorno poco favorable, mantenía la familia unida y facilitaba su recuperación, a pesar de que se habían perdido unos meses preciosos.

 

Pero no ha podido ser y al final la realidad se ha impuesto. Los fundamentalistas de la institución clamarán desde sus tribunas bien remuneradas que los miembros de las familias reales no se divorcian. Pero hace tiempo que las monarquías europeas han hecho acopio de realismo para afrontar situaciones nuevas en un mundo cambiante. De hecho, otro viejo principio no escrito que establecía que debían casarse entre ellos (algo que la genética desaconseja) no ha sido tenido en cuenta por ninguno de los herederos. La expresión sangre azul se refiere a las venas que transparentaban las epidermias blancas de la realeza antigua en contraposición a las pieles castigadas por el sol y el trabajo de la plebe. Hoy, los monarcas saben que su legitimidad es constitucional y que la soberanía reside en el pueblo.

 

Un diario de Madrid tituló Princesa de cuento de hadas la biografía de Elena de Borbón, con ocasión de su boda en Sevilla. Es evidente que no son momentos de cuentos de hadas, sino tiempos complejos, donde a las princesas les cuesta ser felices casi tanto como a cualquiera de nosotros.

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