viernes, 1 de diciembre de 2006

Franco, la Monarquía, Don Juan Carlos

LUIS MARIA ANSON

El tópico ese que circula desde hace años y con cierto clamor de que en España no habría Monarquía si no llega a ser por Franco, es una pura falsedad. Al término de la Guerra Mundial, el líder del centro-derecha, José María Gil Robles, y el del centro-izquierda, Indalecio Prieto -es decir, la democracia cristiana y el socialismo democrático, la moderación española- llegaron a un pacto político, cuyos puntos esenciales eran la restauración de la Monarquía en la persona de Don Juan de Borbón, un Gobierno provisional con Prieto como presidente del Consejo de Ministros y elecciones libres en un plazo a determinar. Si Franco se hubiese retirado, si hubiera fallecido por enfermedad o atentado, si los aliados hubieran invadido España para derribarle, el Pacto de San Juan de Luz entre Gil Robles e Indalecio Prieto habría significado la restauración de la Monarquía de todos en España, al poco tiempo de la conclusión de la Guerra Mundial.

Tras la conferencia de Yalta en febrero de 1945, los aliados acordaron derribar a Franco y situar al frente de España a Don Juan de Borbón. Al hijo de Alfonso XIII se le exigió la condena pública del régimen totalitario de Franco. Fue el célebre manifiesto de Lausana de 19 de marzo de 1945, documento clarividente y anticipador, un rejón clavado entre las agujas del dictador, en todo lo alto. Pero Roosevelt falleció un mes después, el 12 de abril. Su sucesor Truman despreciaba igualmente a Franco, pero se dio cuenta, bien aleccionado por Churchill, de que una Monarquía débil en España podía ser arrollada por Stalin. Los aliados decidieron antes de la conferencia de Potsdam, en julio de aquel año de 1945, mantener al dictador español. Prefirieron la seguridad anticomunista de Franco al riesgo de una España estalinista. Eso es lo que salvó al dictador y dejó in púribus a Don Juan, es decir, en pelota picada ante la opinión pública española. La verdad es que, en muy poco tiempo, Stalin se merendó las monarquías rumana y búlgara y no consiguió adueñarse de la griega por el apoyo americano al rey Pablo. «Hable a Eisenhower de soldado a soldado», recomendó Churchill a la reina Federica.

Franco murió hace ahora 31 años. Don Juan Carlos fue proclamado Rey sin la doble legitimidad que tenían todos los monarcas europeos: la dinástica y la popular. Convocadas elecciones libres, cumplida la exigencia 100 veces reiterada por el Conde de Barcelona: devolver la soberanía nacional al pueblo español, Juan III abdicó los derechos y deberes de la Corona, trasvasando a su hijo la legitimidad dinástica el 14 de mayo de 1977. Un año después, la Constitución de 1978 dotó al nuevo Monarca de lo más importante: la legitimidad popular, porque la soberanía nacional no reside en el Rey sino en el pueblo.

Ahora que se conmemora la muerte del dictador y la proclamación de Don Juan Carlos, bueno es recordar que, sin Franco, hubiéramos tenido Monarquía constitucional en España tras la Guerra Mundial y que nos habríamos beneficiado del plan Marshall y de la integración en Europa. Se perdieron 30 años. Ah, y si Franco, para humillar a su más odiado rival, a su único competidor con fuerza, el inolvidable Don Juan de Borbón, eligió como sucesor a Don Juan Carlos, el actual Rey lo es sobre todo porque, hijo de su padre, nieto de su abuelo, descen-diente de Carlos III y de Felipe II, con el sufragio universal de los siglos a las espaldas, supo devolver la soberanía nacional al pueblo español, construyendo el edificio de la Transición, sin exclusiones ni cicaterías, tal y como siempre defendió, frente a la dictadura, su progenitor. Si Don Juan Carlos hubiera encarnado la Monarquía del Movimiento Nacional, en lugar de reconocer que su padre tenía razón, habría durado menos que Caetano después de Salazar. La realidad histórica es justo al revés de lo que algunos dicen: con la Monarquía de Franco hoy no habría Monarquía en España.

 

No hay comentarios: