Casi un millón de jóvenes escuchan el mensaje del Papa en la Vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud
Una multitud que rozó el millón de jóvenes aclamó a Benedicto XVI en el "Campo de María" (Marienfeld), a 27 kilómetros de Colonia, en la Vigilia de la Jornada mundial de la Juventud. Las palabras del Santo Padre en la Vigilia incidieron en presentar a la Iglesia como una familia: "Justo aquí, en Colonia, experimentamos lo hermoso que es pertenecer a una familia tan grande como el mundo, que comprende el cielo y la tierra".
L D (Europa Press) Desde primera hora de la mañana del sábado las calles de la llamada "Roma del norte", Colonia, vieron desfilar a miles de peregrinos con sus banderas nacionales y uniformes, cuyos únicos elementos comunes han sido la mochila azul del peregrino y la tarjeta identificativa. Los cien mil peregrinos italianos, los cincuenta mil españoles, y los llegados de todo el mundo convertían a la ciudad alemana en un símbolo de la universalidad. El objetivo era la antigua mina de Marienfeld, reconvertida en un campo con destinos agrícolas y medioambientales.
El ambiente se había ido caldeando con intervenciones musicales desde la mañana, desde la "Kelly Family" al grupo de gospel "Take 6". Varias horas antes del comienzo de la ceremonia los peregrinos ya llenaban el recinto al aire libre. En torno a las ocho de la tarde, el Papa hizo su entrada y poco después recibía la Cruz de los Jóvenes, que acompaña todas las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Benedicto XVI acogió sonrientemente los continuos gritos de "Be-ne-det-to", "Be-ne-dic-to" o "Be-ne-dict" con que le saludaban los cientos de miles de jóvenes. En el estrado, situado encima de un pequeño montículo y protegido por un tejado en forma de nube, se alineaban los cerca de trescientos obispos y treinta cardenales presentes.
Mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes
El Papa comenzó con un simbólico acto: bendijo la campana de la catedral, que lleva el nombre de su predecesor, "Juan Pablo". Tras la apertura litúrgica y la lectura de un salmo y del Evangelio, Benedicto XVI se dirigió a los jóvenes con voz cálida y firme. Tras repasar la historia de los Reyes Magos, hizo una mención a los santos como modelos del cristiano: por cuarta vez en estos días volvió a citar a una santa emblemática, como es Edith Stein, la filósofa judía alemana, que ingreso en las carmelitas y murió en Auschwitz.
En un texto leído en español realizó una denuncia del relativismo: "La absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalitarismo. No libera al hombre, sino que le priva de su dignidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente", concluyó el Santo Padre. Frente a la tentación de crear una religión acomodaticia, el Papa afirmó: "No nos construimos un Dios privado, un Jesús privado, sino que creemos y nos postramos ante el Jesús que nos muestran las Sagradas Escrituras, y que en la Iglesia se manifiesta viviente".
Agregó: "Se puede criticar mucho a la Iglesia. Lo sabemos, y el Señor mismo nos lo ha dicho: es una red con peces buenos y malos, un campo con trigo y cizaña". El Santo Padre insistió en esta idea, al afirmar que, paradójicamente: "En el fondo, consuela que exista la cizaña en la Iglesia. Así, no obstante todos nuestros defectos, podemos esperar estar aún entre los que siguen a Jesús, que ha llamado precisamente a los pecadores". Porque, recordó, "la Iglesia es como una familia humana".
Tras las palabras del Papa, interrumpidas en numerosas ocasiones por los aplausos, el acto se desarrolló con un sentido más representativo. A estas alturas, el inmenso terreno del Marienfeld presentaba la curiosa iluminación que proporcionaban los centenares de miles de velas repartidas. Durante el acto, se recordó el camino espiritual de la Virgen, simbolizado en un icono llevado en procesión hasta el estrado mientras el coro de las Jornadas Mundiales de la Familia y del Conjunto Thomas Gabriel (65 personas en total) entonaba a capela el antiguo himno oriental del "Akathistos", seguido por el canto del Magnificat.
También hubo espacio para las actuaciones más lúdicas, como la actuación del malabarista Paul Ponce, que arrancó las sonrisas de los asistentes. Visiblemente emocionado, Benedicto XVI saludó posteriormente al Santo Padre. Otras intervenciones musicales, y el baile de un conjunto de Ghana dieron paso a los momentos más litúrgicos, con la adoración del santísimo y la bendición, presidida por el Santo Padre en medio de un sobrecogedor silencio de los ochocientas mil personas congregadas.
El santísimo se trasladaría posteriormente a la llamada "carpa del Silencio", una tienda gigantesca situada en medio del Marienfeld donde continuamente los peregrinos acuden a rezar. Tras la despedida del Santo Padre, en torno a las 22:30, la mayoría de los asistentes tomaron posiciones dentro del recinto para esperar la Misa conclusiva de la Jornada.
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