miércoles, 3 de agosto de 2005

El legado del rey Fahd

THE WALL STREET JOURNAL EUROPE - 03/08/2005


En el estricto plano político, la muerte del rey Fahd acarreará escasas consecuencias: su sucesor, el príncipe heredero Abdallah, ya gobernaba de hecho el país desde que el rey Fahd sufrió un infarto en 1995 y no parece que se produzcan sobresaltos. Desde el punto de vista histórico, sin embargo, la muerte del rey representa una ocasión para trazar el declive de Arabia Saudí, un declive tan abrupto como fue en su día su ascenso desde su condición de tranquilo remanso beduino a la actual superpotencia petrolera. Cuando el rey Fahd recibió el poder de manos de su hermano Jaled, Arabia Saudí era uno de los países más ricos del mundo, pero desde entonces su PIB ha caído alrededor de dos tercios mientras que su población se ha triplicado. Tal situación es atribuible, en parte, a las fluctuaciones del mercado petrolero, pero este factor no hace más que enmascarar el hecho de que el país no ha diversificado su economía.

En el reinado de Fahd, además, hay que anotar su apoyo económico al islamismo radical y a diversos grupos terroristas aparte de la ayuda económica a las madrazas y al wahabismo con los resultados conocidos. La ironía es que tales iniciativas no le han ahorrado a la monarquía saudí ser el blanco de las iras de los yihadistas...

En numerosas necrológicas se alude estos días a las buenas relaciones del rey Fahd con Estados Unidos, y en particular a la decisión del monarca de autorizar la presencia de tropas estadounidenses en suelo saudí en 1990 destinadas al conflicto del Golfo. No obstante, en realidad el gesto obedeció a la amenaza de la invasión iraquí.

Desaparecido el rey Fahd, la tarea principal estriba en lograr que Arabia Saudí aborde seriamente el amplio abanico de las preocupaciones e intereses estadounidenses y no sólo los relativos al petróleo. Porque en ello le va también su propia supervivencia al reino saudí.


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