sábado, 22 de diciembre de 2007

Francia se interesa por el retorno de las cenizas de Napoleón III

La Vanguardia
 
La localidad inglesa de Farnborough, en el L condado de Hampshire, una sesentena de kilómetros al suroeste de Londres, es mundialmente conocida por el salón aeronáutico que acoge cada dos años. Y también, aunque en mucha menor medida, por albergar la tumba de quien fuera el primer presidente de la República francesa elegido por sufragio universal y su último emperador: Napoleón III. Una delegación francesa interrumpió hace un par de semanas la apacible vida de los monjes benedictinos de la abadía de Saint Michael, en Farnborough, con una pretensión extemporánea: que los restos del emperador, así como los de su esposa - Eugenia de Montijo- y su hijo - el Príncipe Eugenio-Luis- regresen a Francia. Para el monje que les recibió, el padre Cuthbert Brogan, la petición, "después de 120 años de silencio", está fuera de lugar.

Al frente de la delegación francesa, en la que figuraba el último heredero de la familia imperial de los Bonaparte - el Príncipe Charles Napoléon-, estaba un íntimo del presidente Nicolas Sarkozy: Christian Estrosi, en su doble condición de secretario de Estado de Ultramar y presidente del Consejo General del departamento de Alpes-Marítimos. Estrosi querría enmarcar el retorno de las cenizas de Napoleón III en la conmemoración del 100. º aniversario de su nacimiento - que se cumple el año que viene- y en la perspectiva de las celebraciones programadas en 2010 para festejar el 150 º . aniversario de la adhesión de Saboya y del condado de Niza a Francia, obra del emperador. El objetivo declarado de ambas iniciativas es intentar rehabilitar su figura y su obra.

Hijo de Luis Bonaparte, fugaz rey de Holanda, y sobrino de Napoleón I, fundador de la dinastía, Napoleón III (1808-1873) ha sido históricamente una figura controvertida en Francia, donde ha acabado identificado con el despreciativo sobrenombre de Napoleón el Pequeño que le dedicó el escritor Victor Hugo, perseguido y expulsado.

Enormemente popular en sus inicios - en 1848 fue elegido presidente de la II República por sufragio universal con el 74% de los votos- y aún después de perpetrar, en 1851, el golpe de Estado que le llevaría a autoproclamarse emperador, su imagen se hundió definitivamente tras el desastre de la guerra franco-prusiana de 1870, que acabó con la capitulación de Sedan y su exilio en Inglaterra.

En los últimos tiempos, los historiadores han restituido una imagen más equilibrada y ambivalente de Napoleón III, un autócrata, pero también un hombre moderno y culto, sensible a las necesidades de las clases populares, y que dio a Francia un enorme empuje económico e industrial. El París del barón Haussmann se debe a él, así como el reconocimiento del derecho de huelga y el fomento de la educación de las jóvenes. Las investigaciones de Pasteur y las obras de Lesseps son también de la época.

"Dijera lo que dijera Victor Hugo, hoy percibimos que la presidencia y el reino de Napoleón III se cuentan entre los más prósperos que ha conocido nuestro país. A él debemos particularmente la entrada de Francia en la era industrial", ha señalado Estrosi. La rehabilitación de Napoleón III tiene, en cualquier caso, la polémica garantizada. Mientras Estrosi viajaba a Inglaterra, el pasado día 10 - aniversario de la elección de Napoleón II como presidente-, el Partido Socialista organizaba en Niza un homenaje a Victor Hugo y Garibaldi...

Una imponente capilla de estilo gótico flamígero, obra del arquitecto francés Gabriel-Hippolyte Destailleur, guarda las tumbas con las cenizas de Napoleón III y su familia. La emperatriz Eugenia fue quien decidió levantar en Farnborough un mausoleo para honorar la memoria de su marido y de su hijo, muerto prematuramente en 1879, a los 23 años, combatiendo con el ejército británico contra los zulúes. Con este fin cedió en 1895 la propiedad a una comunidad de monjes benedictinos, procedentes del monasterio francés de Saint Pierre de Solesmes. Desde finales del siglo XIX, los monjes, dedicados a la meditación y la plegaria, celebran oficios en memoria de los tres miembros de la familia imperial coincidiendo con el día del aniversario respectivo de su muerte. Y, ya de paso, de Napoleón I.

Hace tiempo que no queda ningún francés en el monasterio de Farnborough. La mayoría de ellos se marcharon después de la II Guerra Mundial y el último murió en 1956. Desde entonces en la abadía de Saint Michael sólo se habla inglés, e ingleses son la mayoría de los pocos turistas que la visitan. Salvo las esporádicas apariciones de delegaciones francesas interesándose por el retorno a Francia de las cenizas del último emperador. "Cada quince años, más o menos", explica el padre Brogan. Pero todo queda siempre en nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que Napoleon III fue indudablemente un personaje benefico para Francia, su gran sombra sin embargo fue el abandonar a Maximiliano, legitimo Emperador de Mexico, a su suerte.