Almudena Martínez-Fornés
ABC
Mañana la primogénita de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturiascumplirá su primer año de vida, un acontecimiento que celebrará, como cualquier niña de su edad, acompañada por su familia y entre los mimos y carantoñas de sus abuelos, padres y primos. Siguiendo la tradición, Leonor tendrá preparada una tarta con una única vela que probablemente apagará con la ayuda de los demás.
Atrás quedan 365 días en los que, sin ser consciente de ello, se ha convertido en la protagonista de todo acto al que ha asistido y su imagen ha llenado de ternura portadas de periódicos y revistas. Ha sido un año en el que la niña no ha dado una mala noche, no ha tenido el menor problema de salud —«ni un resfriado», recordaba hace apenas veinte días Don Felipe ante un grupo de periodistas— y en el que no se la ha visto llorar en público (dicen que tampoco lo hace en privado). Como mucho, algún puchero, que se quedó en eso, el día que fue presentada ante la Virgen de Atocha en medio de una atronadora multitud. Tampoco ha ido a más el pequeño angioma que le salió en la nariz, una mancha que, en la mayor parte de los casos, suele desaparecer sola en los primeros años de vida.
A punto de cumplir un año, la Infanta ha superado ya aquella etapa en la que se convirtió en la «gateadora» más rápida del Reino y ahora todos sus esfuerzos se dirigen a buscar apoyos, como cortinas o muebles, para levantarse. Si hay algo que llama la atención en esta niña rubia y de ojos azules es su curiosidad, su forma de observar atentamente cuanto sucede a su alrededor sin extrañar a nadie, ni siquiera los flashes de las cámaras.
También está en esa edad en la que intenta agarrar todo lo que encuentra a su alcance, ya sean las gafas de sol de la Reina, las pulseras de la Princesa o el pelo de cualquiera de sus siete primos —seis paternos y uno materno—, que encajan los tirones con risas.
Igual que los Reyes hicieron con el Príncipe y las Infantas cuando eran pequeños, Don Felipe y Doña Letizia procuran que Leonor crezca en un ambiente lo más normal posible, alejada de privilegios, y que juegue con otros niños, como son «sus primos y los hijos de amigos», explicó el Príncipe.
Su primera palabra: «Agua»
Pero ni él ni su esposa pueden evitar que se les ilumine la cara en cuanto se menciona el nombre de su hija. Una niña que, según su padre, «ya camina de la mano» y cuya primera palabra pronunciada con toda claridad no ha sido ni «papá» ni «mamá», sino «agua».
Frente a lo que muchos puedan pensar, es la propia Princesa de Asturias quien se ocupa de su hija durante el día y la noche, y la niña sólo queda al cuidado de las niñeras cuando Doña Letizia tiene que asistir a algún acto fuera del Palacio de La Zarzuela. Con el fin de pasar el mayor tiempo posible con Leonor, desde que nació la pequeña Doña Letizia ha procurado evitar los viajes largos y regresar a dormir a su residencia de La Zarzuela cuando ha tenido que acompañar al Príncipe en desplazamientos cortos. El último de ellos, el que realizó a Oviedo el pasado viernes 20 para asistir a la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias.
Pero aparte de la alegría familiar que provocó la llegada de Leonor al mundo, su nacimiento supuso un hecho de gran trascendencia institucional y dinástica para la futura continuidad de la Monarquía parlamentaria. De hecho, fue el primer nacimiento de un Infante o Infanta de España desde hacía 37 años. Leonor es también la única de los siete nietos de Sus Majestades los Reyes —el octavo nacerá en mayo— cuyos padrinos son Don Juan Carlos y Doña Sofía. Aunque el Rey apadrinó a Felipe Juan Froilán, el hijo mayor de la Infanta Doña Elena, la Reina no había amadrinado hasta ahora a ninguno de sus nietos.
Desde que vino al mundo, a Leonor se le ha asignado el segundo puesto en la línea de sucesión a la Corona, por detrás de su padre, el Príncipe de Asturias. Una atribución que, mientras era hija única, no admitía dudas. Sin embargo, el nacimiento del segundo hijo de Don Felipe y Doña Letizia, previsto para mayo, podría cambiar radicalmente el destino de Leonor. Si el bebé que espera Doña Letizia es otra niña, la primogénita de los Príncipes continuará ocupando ese segundo lugar. Pero ¿qué ocurrirá si los Príncipes tienen, ahora o más adelante, un hijo varón?
Hasta ahora, hemos conocido el lugar que cada miembro de la Familia Real venía ocupando en la línea de sucesión a la Corona, ya que se aplicaba el artículo 57 de la Constitución que establece el orden de la primogenitura y da prioridad al varón sobre la mujer. Sin embargo, en la mente de todos está prevista una reforma de este artículo con el fin de que el primogénito, independientemente de que sea varón o niña, se convierta en el Heredero de la Corona. De esta forma, se recogerá el sentir mayoritario de los españoles, contrarios a la discriminación por razón de sexo.
La lógica de los tiempos
Pero cuando los periodistas preguntaron al Príncipe si había nacido una Reina la madrugada que Leonor vino al mundo, Don Felipe respondió: «No, de momento ha nacido una Infanta. Pero la lógica de los tiempos indica que si se produce la reforma que está prevista, que propone el Gobierno y que deberán valorar y decidir las Cortes generales, además de plasmar el sentir mayoritario de los españoles, así será». «En todo caso serán las Cortes las que deberán valorar la oportunidad temporal, el momento político, que sin duda requerirá el mayor consenso posible», precisó el Príncipe aquella madrugada. Desde entonces, Don Felipe ha insistido en varias ocasiones en que no hay ninguna prisa por reformar la Carta Magna, ya que aún queda por delante una generación de la Dinastía: la del propio Príncipe.
Lo cierto es que esta reforma de la Constitución requiere un complicado y largo procedimiento que exigiría un clima político más favorable que el que actualmente se respira. De hecho, para modificar el título II de la Carta Magna se precisa que la reforma sea aprobada por mayoría de dos tercios en el Senado y en el Congreso, se disuelvan las Cortes, se convoquen elecciones, que las nuevas Cortes Generales constituidas ratifiquen el proceso, formulen un texto que sea también aprobado por ambas Cámaras por mayoría de dos tercios y, finalmente, lo apruebe el pueblo español en referéndum.
Desde la Casa de Su Majestad el Rey se recuerda que sólo hay un Heredero del Trono, que es el Príncipe de Asturias, y que todos los hijos que tengan Don Felipe y Doña Letizia ocuparán el mismo lugar en la línea de sucesión a la Corona hasta que se produzca el hecho sucesorio, es decir, cuando los Príncipes de Asturias sean proclamados Reyes. En ese momento, se aplicará la legislación vigente —la Constitución, reformada o no— y ello determinará el lugar que ocupe cada uno de los hijos de los Príncipes.
Mientras tanto, todos tendrán el título de Infantes de España y tratamiento de Su Alteza Real. Cuando Don Felipe y Doña Letizia sean Reyes, uno de sus hijos se convertirá en el o la XXXVI Príncipe o Princesa de Asturias como Heredero de la Corona.
La reforma constitucional no afectará al resto de la línea de sucesión, ya que se da la circunstancia de que los primogénitos de las Infantas Doña Elena y Doña Cristina son varones. Al Príncipe y a sus dos hijos, les seguirán la Infanta Doña Elena (que en mayo pasará al cuarto lugar), los dos hijos de ésta, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, la Infanta Doña Cristina y sus cuatro hijos, Juan, Pablo, Miguel e Irene, que ocupará el undécimo lugar.
Hasta ahora, todos los miembros de la Familia Real han preferido esperar hasta el momento del nacimiento para conocer el sexo del bebé que esperaban, aunque desde hace años esta incógnita se puede desvelar mediante ecografía a partir del tercer mes de la gestación. Sin embargo, es probable que en esta ocasión no haya que esperar hasta mayo para conocer el sexo del segundo hijo de los Príncipes, ya que tal y como afirmó recientemente Don Felipe a un grupo de periodistas, podría anunciarse antes si resultara aconsejable. El hermano o hermana de Leonor se convertiría, por tanto, en el primer miembro de la Familia Real cuyo sexo se anunciara antes del parto.
Mañana la primogénita de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturiascumplirá su primer año de vida, un acontecimiento que celebrará, como cualquier niña de su edad, acompañada por su familia y entre los mimos y carantoñas de sus abuelos, padres y primos. Siguiendo la tradición, Leonor tendrá preparada una tarta con una única vela que probablemente apagará con la ayuda de los demás.
Atrás quedan 365 días en los que, sin ser consciente de ello, se ha convertido en la protagonista de todo acto al que ha asistido y su imagen ha llenado de ternura portadas de periódicos y revistas. Ha sido un año en el que la niña no ha dado una mala noche, no ha tenido el menor problema de salud —«ni un resfriado», recordaba hace apenas veinte días Don Felipe ante un grupo de periodistas— y en el que no se la ha visto llorar en público (dicen que tampoco lo hace en privado). Como mucho, algún puchero, que se quedó en eso, el día que fue presentada ante la Virgen de Atocha en medio de una atronadora multitud. Tampoco ha ido a más el pequeño angioma que le salió en la nariz, una mancha que, en la mayor parte de los casos, suele desaparecer sola en los primeros años de vida.
A punto de cumplir un año, la Infanta ha superado ya aquella etapa en la que se convirtió en la «gateadora» más rápida del Reino y ahora todos sus esfuerzos se dirigen a buscar apoyos, como cortinas o muebles, para levantarse. Si hay algo que llama la atención en esta niña rubia y de ojos azules es su curiosidad, su forma de observar atentamente cuanto sucede a su alrededor sin extrañar a nadie, ni siquiera los flashes de las cámaras.
También está en esa edad en la que intenta agarrar todo lo que encuentra a su alcance, ya sean las gafas de sol de la Reina, las pulseras de la Princesa o el pelo de cualquiera de sus siete primos —seis paternos y uno materno—, que encajan los tirones con risas.
Igual que los Reyes hicieron con el Príncipe y las Infantas cuando eran pequeños, Don Felipe y Doña Letizia procuran que Leonor crezca en un ambiente lo más normal posible, alejada de privilegios, y que juegue con otros niños, como son «sus primos y los hijos de amigos», explicó el Príncipe.
Su primera palabra: «Agua»
Pero ni él ni su esposa pueden evitar que se les ilumine la cara en cuanto se menciona el nombre de su hija. Una niña que, según su padre, «ya camina de la mano» y cuya primera palabra pronunciada con toda claridad no ha sido ni «papá» ni «mamá», sino «agua».
Frente a lo que muchos puedan pensar, es la propia Princesa de Asturias quien se ocupa de su hija durante el día y la noche, y la niña sólo queda al cuidado de las niñeras cuando Doña Letizia tiene que asistir a algún acto fuera del Palacio de La Zarzuela. Con el fin de pasar el mayor tiempo posible con Leonor, desde que nació la pequeña Doña Letizia ha procurado evitar los viajes largos y regresar a dormir a su residencia de La Zarzuela cuando ha tenido que acompañar al Príncipe en desplazamientos cortos. El último de ellos, el que realizó a Oviedo el pasado viernes 20 para asistir a la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias.
Pero aparte de la alegría familiar que provocó la llegada de Leonor al mundo, su nacimiento supuso un hecho de gran trascendencia institucional y dinástica para la futura continuidad de la Monarquía parlamentaria. De hecho, fue el primer nacimiento de un Infante o Infanta de España desde hacía 37 años. Leonor es también la única de los siete nietos de Sus Majestades los Reyes —el octavo nacerá en mayo— cuyos padrinos son Don Juan Carlos y Doña Sofía. Aunque el Rey apadrinó a Felipe Juan Froilán, el hijo mayor de la Infanta Doña Elena, la Reina no había amadrinado hasta ahora a ninguno de sus nietos.
Desde que vino al mundo, a Leonor se le ha asignado el segundo puesto en la línea de sucesión a la Corona, por detrás de su padre, el Príncipe de Asturias. Una atribución que, mientras era hija única, no admitía dudas. Sin embargo, el nacimiento del segundo hijo de Don Felipe y Doña Letizia, previsto para mayo, podría cambiar radicalmente el destino de Leonor. Si el bebé que espera Doña Letizia es otra niña, la primogénita de los Príncipes continuará ocupando ese segundo lugar. Pero ¿qué ocurrirá si los Príncipes tienen, ahora o más adelante, un hijo varón?
Hasta ahora, hemos conocido el lugar que cada miembro de la Familia Real venía ocupando en la línea de sucesión a la Corona, ya que se aplicaba el artículo 57 de la Constitución que establece el orden de la primogenitura y da prioridad al varón sobre la mujer. Sin embargo, en la mente de todos está prevista una reforma de este artículo con el fin de que el primogénito, independientemente de que sea varón o niña, se convierta en el Heredero de la Corona. De esta forma, se recogerá el sentir mayoritario de los españoles, contrarios a la discriminación por razón de sexo.
La lógica de los tiempos
Pero cuando los periodistas preguntaron al Príncipe si había nacido una Reina la madrugada que Leonor vino al mundo, Don Felipe respondió: «No, de momento ha nacido una Infanta. Pero la lógica de los tiempos indica que si se produce la reforma que está prevista, que propone el Gobierno y que deberán valorar y decidir las Cortes generales, además de plasmar el sentir mayoritario de los españoles, así será». «En todo caso serán las Cortes las que deberán valorar la oportunidad temporal, el momento político, que sin duda requerirá el mayor consenso posible», precisó el Príncipe aquella madrugada. Desde entonces, Don Felipe ha insistido en varias ocasiones en que no hay ninguna prisa por reformar la Carta Magna, ya que aún queda por delante una generación de la Dinastía: la del propio Príncipe.
Lo cierto es que esta reforma de la Constitución requiere un complicado y largo procedimiento que exigiría un clima político más favorable que el que actualmente se respira. De hecho, para modificar el título II de la Carta Magna se precisa que la reforma sea aprobada por mayoría de dos tercios en el Senado y en el Congreso, se disuelvan las Cortes, se convoquen elecciones, que las nuevas Cortes Generales constituidas ratifiquen el proceso, formulen un texto que sea también aprobado por ambas Cámaras por mayoría de dos tercios y, finalmente, lo apruebe el pueblo español en referéndum.
Desde la Casa de Su Majestad el Rey se recuerda que sólo hay un Heredero del Trono, que es el Príncipe de Asturias, y que todos los hijos que tengan Don Felipe y Doña Letizia ocuparán el mismo lugar en la línea de sucesión a la Corona hasta que se produzca el hecho sucesorio, es decir, cuando los Príncipes de Asturias sean proclamados Reyes. En ese momento, se aplicará la legislación vigente —la Constitución, reformada o no— y ello determinará el lugar que ocupe cada uno de los hijos de los Príncipes.
Mientras tanto, todos tendrán el título de Infantes de España y tratamiento de Su Alteza Real. Cuando Don Felipe y Doña Letizia sean Reyes, uno de sus hijos se convertirá en el o la XXXVI Príncipe o Princesa de Asturias como Heredero de la Corona.
La reforma constitucional no afectará al resto de la línea de sucesión, ya que se da la circunstancia de que los primogénitos de las Infantas Doña Elena y Doña Cristina son varones. Al Príncipe y a sus dos hijos, les seguirán la Infanta Doña Elena (que en mayo pasará al cuarto lugar), los dos hijos de ésta, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, la Infanta Doña Cristina y sus cuatro hijos, Juan, Pablo, Miguel e Irene, que ocupará el undécimo lugar.
Hasta ahora, todos los miembros de la Familia Real han preferido esperar hasta el momento del nacimiento para conocer el sexo del bebé que esperaban, aunque desde hace años esta incógnita se puede desvelar mediante ecografía a partir del tercer mes de la gestación. Sin embargo, es probable que en esta ocasión no haya que esperar hasta mayo para conocer el sexo del segundo hijo de los Príncipes, ya que tal y como afirmó recientemente Don Felipe a un grupo de periodistas, podría anunciarse antes si resultara aconsejable. El hermano o hermana de Leonor se convertiría, por tanto, en el primer miembro de la Familia Real cuyo sexo se anunciara antes del parto.
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