Estamos donde estábamos. Ayer, como hoy, el objetivo primordial del blog y de la página web Fororeal.net es servir a la Corona con la máxima lealtad.
lunes, 31 de diciembre de 2018
Decíamos ayer...
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Reinar en tiempos revueltos
El videojuego de FB6
Felipe VI, garante de la libertad y la concordia
Felipe VI, personaje del año
Hace unos años, en una conversación con periodistas cuando todavía era Príncipe de Asturias, el actual Monarca reflexionaba así al ser preguntado por el 23-F: "Prefiero no necesitar ese tipo de reválidas". Quién le iba a decir que tendría que afrontar en el inicio de su reinado su particular 23-F en forma de desafío independentista. Un reto que ha encarado en soledad, sin apenas respaldo por parte del Gobierno. Él mismo lo definió hace unos meses como "la más grave crisis que hemos debido afrontar en nuestra historia reciente". Y ante ella, Felipe VI ha sido quien ha vertebrado el compromiso mayoritario de la sociedad con la Constitución y en defensa del Estado de Derecho. Diálogo sí, pero siempre bajo una premisa: "Las reglas que son de todos deben ser respetadas por todos".
martes, 25 de diciembre de 2018
Discurso de Navidad del Rey
El Rey pide "consensos" para "asegurar en todo momento" la "frágil convivencia"
Frente a los peligros de una ruptura de la convivencia, «reconciliación, concordia, diálogo, entendimiento, integración y solidaridad» son los pilares sobre los que el Rey asienta «la base de nuestra libertad y progreso».
Felipe VI evidencia su preocupación por el distanciamiento y las heridas que está provocando el discurso político en la convivencia en estos últimos años. De hecho, no duda en definirla como «frágil», para acto seguido recordar que es «el mayor patrimonio que tenemos los españoles» y que es «imprescindible asegurarla en todo momento». Y, como ha realizado a lo largo de este 2018, blande la Constitución y el Estado de Derecho como guía para defender y asegurar: «Las reglas que son de todos» deben ser «respetadas por todos».
En esta Navidad de 2018, Felipe VI ha querido transmitir a los españoles un mensaje conciliador, con una apuesta por el diálogo y los consensos como herramientas para solucionar los problemas. Para destensionar y canalizar la convivencia, en democracia y libertad, como valor esencial a preservar. Un mensaje que coincide con el enconamiento del desafío independentista, con imágenes de enfrentamientos o tensión en las calles y con un Congreso donde la dialéctica bronca ha ganado enteros.
La convivencia, eje central del discurso
El Rey, en esta ocasión, ha querido evitar ambigüedades o segundas lecturas. Por eso, en su mensaje define qué es o debe ser la convivencia:«Se basa en la consideración y en el respeto a las personas, a las ideas y a los derechos de los demás; que requiere que cuidemos y reforcemos los profundos vínculos que nos unen y que siempre nos deben unir a todos; que es incompatible con el rencor y el resentimiento, porque estas actitudes forman parte de nuestra peor historia y no debemos permitir que renazcan; una convivencia en la que la superación de los grandes problemas y de las injusticias nunca puede nacer de la división, ni mucho menos del enfrentamiento, sino del acuerdo y de la unión ante los desafíos y las dificultades».
En su discurso más corto de los últimos años (10:50 minutos, frente a, por ejemplo, los 13:18 de 2016), Felipe VI emplea la convivencia como concepto río que estructura su discurso. Es la palabra más empleada: siete veces. Si en ocasiones anteriores, sectores de la política y la sociedad, principalmente los nacionalistas y Podemos, han afeado la falta de una apelación directa al diálogo, en esta ocasión desde Zarzuela se ha explicitado y reiterado este principio como valor esencial, siempre al amparo de la Constitución. De hecho, insistió en «hacer todo lo que esté en nuestras manos» para que sus «principios no se pierdan ni se olviden».
Felipe VI se ha convertido en el foco de una campaña de acoso y ataque por parte de los independentistas y Podemos, que simbolizan en él su propósito de romper el régimen del 78 o hacer caer el actual modelo de Estado. Prueba de ello es que en la tarde de ayer, y antes incluso de escuchar las palabras del Monarca, activistas y militantes de Podemos impulsaron una campaña en las redes sociales con la etiqueta #ElReyNoTeHabla para explicitar por qué, a su juicio «no nos representa».
En su propósito de transmitir un mensaje conciliador, de entendimiento, Felipe VI pide que en la construcción del «gran proyecto de modernización de España» «nadie se quede atrás». Un mensaje a nacionalistas, pero también a los jóvenes, la otra idea eje del discurso del Rey. «Todos podemos hacer mucho por el bien común, y superarnos cada día; animando a quien lo precisa -sin que nadie quede atrás-, y sumando todas nuestras fuerzas en el deseo de una España siempre mejor, porque los españoles lo merecemos».
El ejemplo de la Transición
Como ejemplo del espíritu que Felipe VI predica, al igual que hiciera en el acto solemne del 40 aniversario de la Constitución, apela a la Transición, sus logros y sus legados: «La reconciliación y la concordia; el diálogo y el entendimiento; la integración y la solidaridad» son, recuerda el Monarca, «los ideales que animaron y unieron a los españoles durante la Transición y que han sido el fundamento, la base de nuestra libertad y de nuestro progreso de estos últimos 40 años».
Y en este contexto, lanza un mensaje a los políticos: «Fue la voluntad de los españoles de entenderse y la de los líderes políticos, económicos y sociales de llegar a acuerdos, a pesar de estar muy distanciados por sus ideas y sentimientos».
Como se ha señalado antes, en su mensaje, el Rey hace especial hincapié en los jóvenes, en la búsqueda de su complicidad para el futuro más inmediato. «Queréis vivir y convivir, pero tenéis problemas serios», expone Felipe VI. «Os tenemos que ayudar: a que podáis construir un proyecto de vida personal y profesional», es su invitación, instándoles «a seguir construyendo día a día un país mejor, más creativo, más dinámico, y siempre en vanguardia, contando con vosotros, con vuestra energía».
En Zarzuela son conscientes de que la Corona no conecta con los jóvenes, donde predomina la desafección y la censura. Felipe VI trata de tender puentes, vías de entendimiento:«Como sociedad tenemos una deuda pendiente con los jóvenes. Somos responsables de su futuro».
sábado, 8 de diciembre de 2018
La Monarquía: ficción y función en la España moderna
viernes, 7 de diciembre de 2018
Constitución, Democracia, Monarquía
jueves, 6 de diciembre de 2018
El Rey reivindica la Constitución como el "gran pacto nacional de convivencia por la concordia, la reconciliación, la democracia y la libertad"
El Mundo
jueves, 22 de noviembre de 2018
Juan Carlos I, 43 años después
miércoles, 21 de noviembre de 2018
El Rey en la OTAN
El rey Felipe VI destacó hoy en la sede de la OTAN el compromiso de España con la Alianza y pidió preservar unos vínculos transatlánticos "fuertes", en los que consideró "fundamental" la solidaridad y la cohesión.
"Como parte de este compromiso de reforzar la seguridad de Europa, España tiene la firme convicción de que unos vínculos transatlánticos fuertes deben ser mantenidos. La solidaridad y la cohesión transatlánticas son fundamentales", indicó el Rey en una intervención ante el Consejo del Atlántico Norte.
"Europa puede y debe asumir más responsabilidad en nuestra defensa y seguridad común. Todo esto en armonía", agregó Felipe VI, en la que es su primera visita a la sede aliada como monarca.
Los Reyes inauguran los actos del bicentenario del Museo del Prado
Antes de los discursos se emitió un vídeo, «Un relato de 200 años», que repasaba algunos de los acontecimientos de la historia del Prado: imágenes de las salas vacías durante la Guerra Civil, el «exilio» de la colección en Ginebra, la peregrinación de pintores como Francis Bacon, la ampliación de Rafael Moneo, el Tesoro del Delfín, la «performance» de Miquel Barceló en el Casón del Buen Retiro, el «Duelo a garrotazos» de Goya...
Don Felipe, que subrayó el compromiso de la Corona con el Prado, no escatimó elogios del museo: «verdadero icono de la cultura española y universal que atesora muchas de las principales obras artísticas y pictóricas creadas por el genio humano a lo largo de la Historia», «uno de los mejores museos del mundo», «un fabuloso legado para orgullo de los españoles y disfrute de todo el que nos visita, esos millones de personas que acuden al reclamo de una de las imágenes más prestigiosas de nuestro país», «un lugar de memoria, de nuestra memoria», «un territorio real e imaginario, español y universal, en el que se funden satisfactoriamente lo mejor del hoy y del ayer», «monumental símbolo de la creatividad, la excelencia y la sensibilidad artística de nuestro país a lo largo de la Historia y un patrimonio de toda la Humanidad»...
Un museo de todos y para todos
El ministro de Cultura destacó que «el museo ha sido testigo y también actor de la reciente Historia de España. Cualquier entusiasta de la cultura lo tiene en la más alta estima y ha sido, y continúa siendo, un poderoso estímulo para generaciones de artistas. Hay en el Prado algo que va más allá de su fisicidad y que lo sitúa como un territorio o estado mental con el que se identifican amantes del arte de todo el mundo». Para José Guirao, el bicentenario debe ser «motor y motivo de acercamiento del Prado a los ciudadanos. Una celebración compartida con un museo de todos y para todos».
José Pedro Pérez-Llorca recordó la figura de Isabel de Braganza, «la portuguesa», «una reina cultísima, sensible y gran amante de la pintura, gracias a cuyo tesón y perseverancia se inauguró tal día como hoy, hace 199 años, el Real Museo de Pintura». Murió, sin ver culminada su obra, un año antes de la inauguración. «Este museo es mucho más que un gran museo –advierte el presidente de su Patronato–. Es un unívoco símbolo de España». Miguel Falomir agradeció la labor de todos aquellos que han hecho que «el Prado sea lo que es hoy en día: uno de los mejores museos del mundo. Pero es mucho más que un museo, es un lugar de memoria, un espacio en el que se entreveran su historia y la de nuestro país. Es el museo de todos, porque forma parte de nuestro imaginario colectivo y porque en él han convergido durante doscientos años los esfuerzos y anhelos de lo mejor de nuestra sociedad».
Entre los numerosos asistentes al acto se hallaban el duque de Alba, Alicia Koplowitz, Carlos Zurita, John Elliott, Plácido Arango, Íñigo Méndez de Vigo, Esperanza Aguirre, Soledad Becerril, Eduardo Serra, Cristina Iglesias, Miguel Ángel Cortés, Emilio Lledó, Manuel Borja-Villel, Guillermo Solana, Luis García Montero, Evelio Acevedo, Pilar del Castillo, Teresa Fernández de la Vega y los ex directores del Prado José María Luzón y Fernando Checa, entre otros. Finalizado el acto, los Reyes visitaron la exposición «Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria», comisariada por Javier Portús. La jornada acabó con un cóctel en el Claustro de los Jerónimos. Los Telediarios de TVE hicieron conexiones en directo con el Prado, visitaron la sala de «Las Meninas» y los almacenes del museo. Los trabajadores de la pinacoteca se hicieron una foto de familia en la puerta alta de Goya, donde se descorrió ayer el último de los telones que cubren la fachada: los hermosos rojos, azul, malva y verde de las telas que lucen San Juan Bautista, la Virgen y María Magdalena en el «Descendimiento» de Van der Weyden, una de las joyas de su colección.
Unos ausentes muy presentes
El de ayer fue un día de celebración, pero también de recuerdo. El de tres personas que, de una u otra manera, han estado vinculadas al Museo del Prado. El pasado viernes fallecía Francisco Calvo Serraller, crítico de arte y ex director de la pinacoteca entre 1993 y 1994. El también ex director del Prado Miguel Zugaza y Carmen Giménez, patrona del museo, ambos grandes amigos de Calvo Serraller, excusaron su ausencia en el acto, pues se hallaban precisamente en su entierro. También hubo palabras de recuerdo para la ex ministra de Cultura Carmen Alborch, nombrada patrona del museo a título póstumo (estaba previsto su nombramiento como patrona efectiva, pero su fallecimiento sucedió unos días antes), y el pintor Eduardo Arroyo, uno de los artistas que tuvieron el honor de exponer en vida en la pinacoteca (la muestra «El Cordero Místico» se celebró en 2012) y autor del libro «Al pie del cañón. Una guía del Museo del Prado».
Semana grande
Acceso gratuito al museo los días 23, 24 y 25 de noviembre. Viernes y sábado, de 10 a 20 horas. Domingo, de 10 a 19 horas.
24 de noviembre. Se realizarán tres pases de una acción de teatro aéreo de La Fura dels Baus. Una proyeción de videomapping con la voz de Juan Echanove realizada por Onionlab sobre la fachada de Velázquez. Estas acciones han sido dirigidas por Delia Piccirilli. Para disfrutar de una experiencia inmersiva, los asistentes pueden descargarse la app Kalliope. Habrá un encuentro con Ed is Dead, un taller de videojuegos y fuegos artificiales.
jueves, 15 de noviembre de 2018
El Palacio Real muestra la labor humanitaria de Alfonso XIII
ABC
Hace cien años, mientras Europa se desangraba en la Gran Guerra, en la planta cuarta del Palacio Real de Madrid un grupo de hombres y mujeres afrontaban una tarea ingente: tratar de ayudar a los más de 200.000 europeos que pidieron la mediación humanitaria del Rey de España.
Personas de toda Europa empezaron a recurrir a Alfonso XIII como Monarca de un país neutral para que les ayudara a encontrar a los militares y civiles desaparecidos en los frentes, a comunicarse con los prisioneros o a proporcionarles asistencia, ropa, libros, víveres o dinero. Incluso, el Rey negoció repatriaciones y canjes y logró conmutar 79 penas de muerte.
Web oficial de la exposición "Cartas al Rey"
El último monárquico que murió en la cárcel
Los monárquicos no sólo fueron perseguidos durante la República y la Guerra Civil; algunos de ellos también se convirtieron en elementos «muy peligrosos» durante el franquismo. Varios monárquicos fueron condenados al destierro en las lejanas islas de El Hierro, Palma o Fuerteventura. El periódico ABC y los periodistas que escribían en él también sufrieron en varias ocasiones la censura y el embargo, y fueron condenados a pagar multas, a tachar sus firmas o, en algún caso, al destierro.
Pero quien pagó el precio más caro por defender sus ideas fue el joven Carlos Méndez González, que murió en extrañas circunstancias en la cárcel de Yeserías. Setenta años después, su muerte sigue en el olvido.
El emotivo homenaje de la reina Isabel al príncipe Carlos en su 70 cumpleaños
Vanitatis
Siempre se ha dicho que la relación entre el príncipe Carlos y su madre siempre ha sido complicada. Que la reina Isabel II no puede evitar ver en su primogénito su propia muerte, pues el día que ella fallezca él se convertirá en rey. A pesar de todo, no hay indicios que hagan pensar que el vínculo entre madre e hijo sea distante, y menos después del bonito homenaje que la soberana le ha hecho a su heredero con motivo de su 70 cumpleaños.
Durante la celebración, una cena en el palacio de Buckingham organizada por la propia Isabel II que ha reunido a numerosos miembros de la realeza extranjera -entre ellos don Juan Carlos y doña Sofía-, la reina ha dedicado unas bonitas palabras a su hijo, al que ha descrito como "un heredero al trono dedicado y respetado y un padre maravilloso". La soberana ha mostrado su alegría por poder ver a su primogénito soplar las 70 velas y ha bromeado con esta cuestión para después pedir un brindis por el príncipe de Gales.
miércoles, 14 de noviembre de 2018
«Don Juan contra Franco»
La renovación necesaria de la monarquía británica
Eduardo Álvarez
Los historiadores son unánimes: la reina de Inglaterra pasará a la Historia como Isabel II, la grande. Y es que todo en su reinado es de récord, incluido el alto grado de popularidad que mantiene tras haber superado ya 65 años en el trono, gracias a la sobresaliente ejemplaridad con la que ha ejercido el difícil papel de liderar una nación desde su naturaleza de gran imperio colonial a la actual de esa isla que renueva su identidad con la incertidumbre que produce su aislamiento del Viejo Continente. A sus 92 años, la monarca más longeva que han tenido los británicos abomina de la idea de abdicar. La promesa que realizó en su coronación de servir a su pueblo hasta el fin de sus días permanece intacta. Además, en su voluntad pesa demasiado el hecho de que la abdicación de Eduardo VIII, quien antepuso el amor por Wallis Simpson a su destino histórico, a punto estuvo de hacer tambalear la monarquía.
Carlos de Inglaterra, su primogénito y sucesor, cumple hoy 70 años consciente de que puede alargarse todavía mucho su "eterna espera", expresión suya recogida por el experto en realeza Geoffrey Levy. Estamos ante el heredero del trono más longevo de la Historia, un príncipe de Gales que ha aprendido a sobrellevar su complicada posición dándole a su título mucha más carga de contenido y de responsabilidades de las que tuvieron todos sus predecesores. Y, de hecho, aunque el trono se le vaya a seguir resistiendo algún tiempo -¡larga vida a Su Majestad!-, Carlos es hoy de facto un rey a la espera que ya ha asumido muchas de las tareas que corresponden a la soberana, representándola ya por ejemplo en todos los viajes al extranjero.
Decía el poeta que el día que morimos, el viento baja para llevarse nuestras huellas. Y cuando Isabel II fallezca, Carlos se convertirá automáticamente en rey. Lo será del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y de otras 16 naciones en todo el mundo que mantienen al monarca británico como su jefe de Estado, entre ellas Australia, Canadá o Nueva Zelanda. Y en ese momento habrá de producirse una renovación en la monarquía ineludible. Los reinados tan largos como el protagonizado por Isabel II tienen entre sus ventajas la de dotar de una gran estabilidad al sistema político. Pero acarrean como desventaja para la institución monárquica el hecho de que ésta se tiende a identificar con la persona que la encarna. Hay que tener en cuenta que es ya muy bajo el porcentaje de ciudadanos británicos que han conocido a otro rey que no sea la actual soberana.
Carlos es muy consciente de que hará falta una catarsis lampedusiana en la Corona: todo habrá de cambiar para que todo siga igual. Porque la monarquía del siglo XXI se podrá parecer muy poco a la de su madre, quien ha hecho de su capacidad para mantenerse muda durante 90 años su reconocido sello de identidad. Es tan venerada, tan admirada, la figura de Isabel II, que su pueblo ha aceptado el hecho de que porte la corona con un estilo y usos casi idénticos a los que aprendió de sus padres en la Europa de entreguerras. Y, así, aunque vaya contra el tiempo, a nadie sorprende que sea la última reina del continente que jamás ha concedido una entrevista o realizado declaraciones públicas. Como dijo una vez el periodista de la BBC Jeremy Paxman, "sabemos cuáles son las opiniones de la reina: la reina no tiene opiniones". Claro que todos los monarcas constitucionales tienen muy restringida su libertad de expresión y la neutralidad política es consustancial a la alta magistratura que ejercen. Pero Isabel II lo ha llevado hasta un paroxismo propio de los tiempos en que la monarquía permanecía encapsulada en una urna mistérica para conservar toda la magia. Hoy la fascinación por la institución, vinculada a su popularidad, va acompañada del escrutinio diario en la opinión pública sobre su utilidad. Y obliga a que los reyes, por decirlo llanamente, se bajen al barro y acometan continuas reformas en la monarquía para hacerla más transparente y más accesible al ciudadano.
El príncipe de Gales ha ido dando pistas estos últimos años de la renovación que pretende protagonizar. Así, por ejemplo, ha trascendido su voluntad de abandonar Buckingham como residencia oficial de la familia real en Londres, siguiendo los pasos dados por tantas otras dinastías europeas, como la española, que hace muchas décadas ya que convirtieron los grandes palacios en museos y sedes para recepciones de Estado, con el fin de humanizar la institución, de restarle pompa y solemnidad. Que Carlos fuera el primer rey que decidiera seguir viviendo en una residencia mucho más modesta como Clarence House no sólo tendría consecuencias económicas; sería toda una declaración de intenciones sobre la modernización de la Corona que pretende impulsar, y que en los tiempos que corren parece imprescindible incluso en un país como Reino Unido donde la institución está tan asentada. De hecho, según Ipsos, desde los años 60 no ha variado el sentimiento republicano, que apenas llega al 18% de la población.
A un golpe de tanto efecto como el abandono de Buckingham le seguirían otras medidas ya avanzadas por el entorno del príncipe. Como la de reducir notablemente la familia real, también en línea de lo que se ha hecho en otros países europeos. En Reino Unido la familia real extensa sigue incluyendo hoy a decenas de miembros, todos con tareas de representación de la Corona adjudicadas por la soberana. Carlos pretende que en el futuro la monarquía se reduzca al núcleo duro de los Windsor: la pareja real, sus hijos y nietos, y como mucho los hermanos de Carlos, en especial la princesa Ana, que se ha ganado a pulso su prestigio como el miembro de la dinastía más activo. El príncipe de Gales, igualmente, pretende renovar todo el alambicado sistema de otorgamiento de títulos honoríficos y reconocimientos, que sigue respondiendo al viejo protocolo imperial. Y aunque no es factible que provocara una crisis de consecuencias impredecibles promoviendo la separación real de Iglesia y Estado renunciando a su rol como jefe de la fe anglicana, Carlos lleva toda la vida dando muestras de sus querencias ecuménicas y de su apuesta por el diálogo interreligioso, lo que a buen seguro intentaría trasladar a los ceremoniales de Estado.
Al príncipe de Gales se le ha criticado en las últimas décadas por su carácter entrometido. De sobra es conocido su activismo en no pocas causas y que utiliza su relevante posición institucional para ejercer presión lobista sobre los asuntos que más le preocupan, como el cambio climático, la medicina alternativa, la arquitectura tradicional, la deforestación de las zonas boscosas del planeta, la calidad de la comida en los hospitales... y un largo etcétera. Ha llegado a provocar conflictos diplomáticos de calado como el que ocasionó en 2015 con China al recibir en su residencia al Dalai Lama y hacer después declaraciones duras contra el régimen comunista.
Con motivo de su 70 cumpleaños, el príncipe salía días atrás al paso prometiendo que cuando sea rey sabrá mantener la boca cerrada para garantizar la neutralidad exigible. Pero su silencio en modo alguno se parecerá al de su madre. No puede parecerse. Y lo más probable es que Carlos mantenga cierto activismo convirtiendo la jefatura del Estado en palanca para la promoción de causas que concitan amplísimos consensos sociales como la lucha contra el cambio climático o la pobreza en el mundo, en sintonía con lo que vemos hoy que se hace en casi todas las familias reales en línea con la llamada monarquía del bienestar, que es una de las derivadas de la institución en este siglo XXI.
Simon Lewis, quien fuera secretario de Comunicaciones de la reina Isabel, sostiene que "Carlos va a ser el monarca mejor preparado de la historia y será muy buen rey". Otros, como Tom Bower, autor de una de las biografías más polémicas del príncipe, son mucho más críticos y creen que "socavará la monarquía; es un rebelde que quiere imponer sus ideas y su visión del mundo, y divide en vez de generar los consensos" en los que debe trabajar un monarca. A sus 70 años, es desde luego una incógnita qué clase de soberano será. Su reto, en todo caso, será lograr mantener la gran comunión del pueblo británico con su monarquía, redefiniéndola y dándole un barniz de novedad, pero sin provocar un shock inasumible por sus súbditos, como concluye Catherine Mayer en el libro: 'Carlos, el corazón de un rey'. La primera prueba de fuego, no menor, será ver si los británicos aceptan que Camilla sea tratada como reina.