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Isabel II ha compartido este miércoles carroza con su hijo mayor, el Príncipe Carlos, que acude al tradicional discurso de la Reina ante el parlamento por primera vez en 17 años, acompañado de su esposa, la duquesa de Cornualles. El heredero al trono de los Windsor, de 64 años, dejó de participar en este acto solemne de anuncio del programa legislativo del Gobierno a raíz de su divorcio con Lady Di, y no asistía desde 1996. Su presencia junto a su madre inaugura lo que muchos en Reino Unido analizan como una nueva etapa en la monarquía británica, en la que la Reina –que tiene ya 87 años– delegará cada vez más tareas y funciones en el Príncipe de Gales.
La Casa Real anunció el martes que Carlos representará por primera vez a la Reina Isabel II en la cumbre bianual de jefes de Estado y de Gobierno de la Commonwealth, una de las reuniones más cultivadas personal y diplomáticamente por la Reina. Fuentes de Palacio han indicado que «están revisando la cantidad de viajes de larga distancia realizados por la Reina», un reconocimiento velado –sin precedentes– de que su avanzada edad requerirá cada vez más alterar el guión de la jefatura del Estado.
Los conductores de la Reina han recibido instrucciones, por ejemplo, de acercar el vehículo lo más posible a donde se encuentre para que camine lo menos posible, mientras que los carpinteros han reducido la altura de los pedestales desde los que concede honores y medallas, para obligarle a agacharse lo menos posible. Su hospitalización de 24 horas a primeros de marzo por «síndromes de gastroenteritis» levantó las alarmas, al tratarse del primer ingreso en un centro médico en una década de una octogenaria que, por lo demás, goza de una salud excelente para su edad.
Papel de Carlos en la Commonwealth
Según aseguraba ayer una fuente del Palacio Real, la Reina se encuentra «en plena forma» y habría estado montando a caballo en el Palacio de Windsor la semana pasada. Pero su renuncia a participar en una cumbre de la Commonwealth, que tendrá lugar en Sri Lanka en noviembre, tras 40 años de asistencia ininterrumpida ha incrementado el debate sobre un posible estatus reforzado para el Príncipe Carlos, que presidirá esta reunión por primera vez en su vida. La Commonwealth es quizás el mayor legado político de seis décadas de reinado de Isabel II, una organización a la que la soberana suele referirse como «la red mundial original», en referencia a la World Wide Web (www).
La cumbre de Sri Lanka viene precedida de un contencioso diplomático sobre las vulneraciones de los derechos humanos de las que se acusa al gobierno de Colombo, y Canadá ha anunciado que boicoteará la cumbre si no mejora la situación. Fuentes británicas niegan que al Reino Unido vaya a adoptar una estrategia similar, y recuerdan que la Reina no enviaría en ese caso al Príncipe de Gales. Isabel II ya se ausentó en los 70 como signo de protesta contra el apartheid sudafricano. El mensaje podría ser otro.
La Reina de Inglaterra es la jefa del Estado de 16 de los 54 países que componen la Commonwealth, incluido el Reino Unido, Canadá y Australia. Su cargo de «Head of the Commonwealth», o máxima dirigente de este club de ex colonias británicas que representa a un tercio de la Humanidad, no es hereditario, a diferencia del trono. Y algunos países han expresado ya sotto voce sus pocas ganas de que el Príncipe de Gales asuma este cargo –que algunos confunden con una inexistente jefatura del Estado común a los 54 países miembros–. Enviando a su hijo, la «madre» de esta comunidad de naciones anglófilas estaría señalando su deseo de que Carlos le sustituya en el futuro también en ese puesto.
Ruido de regencia; abdicación impensable
Esta delegación creciente de funciones en el «número dos» al trono ha acrecentado el debate sobre la necesidad de un estatus reforzado para el Príncipe Carlos, quien ya ejerció de portavoz familiar durante el concierto el verano pasado en Buckingham Palace con motivo del 91 cumpleaños de su padre. «¿Podría convertirse en regente?», se pregunta «The Daily Mail», quien cita fuentes que reconocen la existencia de «conversaciones sobre las conversaciones» sobre un tema que «The Times» ve como «una posibilidad teórica».
El deseo de facilitar la vida al duque de Edimburgo es un factor clave
Los analistas citados estos días por la prensa británica coinciden en destacar que una hipotética abdicación de Isabel II en su hijo mayor es impensable en Gran Bretaña, dado el traumático recuerdo de la renuncia al trono de su tío Eduardo VIII hace 77 años. La joven Reina prometió al acceder al trono en 1952 que serviría a la nación «toda su vida», y renovó este compromiso en febrero del año pasado, al cumplir 60 años en el trono, con lo que no se contempla que siga la estela de la reina Beatriz de Holanda o del Papa Benedicto XVI.
Pero la monarquía británica no ha dudado en renovar su funcionamiento cuando ha sido necesario. Así, la propia Isabel II ha establecido una línea divisoria en la Familia Real en la que ella y su esposo, el Príncipe de Gales y su esposa y los duques de Cambridge y el Príncipe Enrique forman la primera división de «royals» británicos. Su deseo de facilitar la vida a su marido, el duque de Edimburgo, sería un factor clave ahora en su decisión de ir delegando tareas en su hijo.
El Príncipe Carlos ya preside algunas reuniones del Privy Council, el consejo asesor de la Reina, recibe a gobiernos extranjeros y, junto a su esposa, cargó con el grueso de los viajes al extranjero incluidos en las celebraciones del Jubileo de Diamantes el año pasado. Pero, a pesar de su interés –a menudo polémico– en distintos asuntos públicos, el heredero no recibe los documentos de Estado, ni firma leyes del Gobierno ni recibe a embajadores. Ahora su papel podría ser reforzado para ejercer de «co-soberano» de facto, a medida que sus padres se hacen mayores.
La regencia es una figura constitucional regulada por leyes de 1937 y 1953 que recogen su necesidad en dos supuestos: si el soberano es menor de 18 años o si se le declara «incapacitado por razón de enfermendad del cuerpo o de la cabeza para desempeñar las funciones reales». Esta declaración de incapacidad deben firmarla tres o más de las siguientes personas: el consorte del soberano o soberana y quienes ostentan algunas de las más altas instituciones del Reino Unido, el presidente del Parlamento, el Lord Chancellor o el juez de mayor rango (Lord Chief Justice de Inglaterra y Gales). La última vez que Gran Bretaña tuvo un regente fue entre 1811 y 1820, cuando Jorge III ascendió al trono a la muerte de su padre, Jorge IV, incapacitado esos años por enfermedad mental.
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