El Mundo
Tenía el listón tan alto Máxima Zorreguieta que erró, quizás por la presión de la expectación mundial, en la noche más importante de su vida, la previa a la ceremonia de entronización. Por primera vez, la princesa holandesa fue desbancada por la princesa de Asturias, muy acertada con su elección de vestido, joyas y peinado. [VEA LAS IMÁGENES DE LA CENA]
espera de lo que suceda este martes, cuando Guillermo Alejandro sea investido rey y su esposa se convierta en reina consorte, Letizia parece por ahora la 'ganadora'. Pero que no se preocupe Holanda, ya que su nueva reina puede enmendar su traspié estilístico durante la jornada de investidura, ya que en realidad es el día que importa, el día D.
Un color vino 'cabaret' sauvignon que no le favorecía junto a un vestido un tanto 'demodé', de volantes plisados y palabra de honor, no hacían justicia a la heredera consorte más querida de Europa y la más lucida, ya que es una percha excepcional dado su porte con generosas curvas, altura de modelo y sonrisa lucero.
La elección de las joyas, al menos, fue espectacular: esa es siempre la baza de los Orange. Brillantes con sobrepeso al cuello, a las orejas, a la cabeza en forma de tiara y a la muñeca. Máxima atención, mínimo acierto.
El peinado años 40 tampoco reseña su belleza gaucha. Un tanto impostado ese exceso de laca; a la argentina le queda mejor un buen recogido que una melena con onda al agua a lo Veronica Lake, por no decir Kim Basinger en la alfombra roja de L.A. Confidential.
Pero démosle una tregua a Máxima, pues equivocarse la humaniza más y la acerca aún más si cabe a su pueblo europeo y americano. Hartos estamos de la perfección anatómica y estilística de muchas otras aspirantes al trono, obsesionadas con la delgadez y los cortes poco arriesgados. Máxima, te queremos igual, incluso más que antes porque eres una mujer real en el sentido literal y figurado del término.
Letizia acierta
Zapatos de Magrit, tiara de Doña Sofía, clutch de Varela. | Agencias
Por su parte, Letizia Ortiz va muy elegante y propia para una cita como esta. Ha acertado con un modelo de seda y encaje chantilly negro con bordados de flores azabache en el pecho firmado, como siempre, por el otro Felipe de su vida: Varela.
A sus pies, unas sandalias de su zapatero prodigioso, Pepe Amat, que ha diseñado para ella un bonito par de ante de Magrit. El clutch también es de Varela, de cristal negro y la tiara, la ya mítica floral de la reina Sofía, que se puso la princesa en la boda de Nicolás y Tatiana de Grecia y que llevó la infanta Cristina en su propia boda.
Las demás
La reina Beatriz optó por el malva, ese tono de dama de honor americana. El color no es lo más elegante, pero el brocado escogido se ve suntuoso, muy propio de una reina que cede el armiño a su primogénito y se enfunda tan bien en una capa con borde de zorro como incrusta la tiara en su permanente 'thatcheriana'.
En cuanto a las demás princesas, Mary de Dinamarca no defraudó con un vestido con falda de satén y cuerpo empedrado, Mette-Marit de Noruega parecía haberse enrollado la cortina de la ducha de palacio y tanto Matilde de Bélgica como Victoria de Suecia fueron fieles a su sosería habitual.
Entre las grandes ausentes, las consortes del soberano monegasco, Alberto II (Charlotte Winstock), y del heredero nipón, Naruhito. La asistencia de la princesa Masako a Ámsterdam se esperaba con gran expectación, pues suponía su primer viaje oficial al extranjero en 11 años.
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