PENSABA dedicar este artículo íntegramente a Su Majestad la Reina, pero se me han cruzado en la carretera, como dos liebres, el CIS y Cayo Lara. Lo tenía anotado en la libretilla de los posibles temas. Apunté: «Un 10 para la Reina». Imaginar pueden cuándo. Recién operado el Rey salió Doña Sofía al corralito Biona donde tenían estabulados a plumillas y foteros en ese Hospital Clínico de Barcelona al que le han puesto un mote que suena a crema de las que se ponen las señoras en la cara para no tener ni una arruga: Clínic. Cambien de sílaba el acento del mote del Clínico de Barcelona y hay que buscarlo en perfumerías: Cliníc.
La Reina salió espléndida, y no por obra de la marca Cliníc. A quien quiera saber qué son las garantías de continuidad y estabilidad que asegura la Corona, lo remitiré en adelante al vídeo de la Reina en el vestíbulo del Clínico. El Rey dentro, en el despertar, con la nube de la palabra terrible amenazando peor que las cenizas del volcán islandés impronunciable, y, mientras, la Reina con su sonrisa, retratándose con el corro de los plumillas, rompiendo el arte de las distancias que maneja como nadie. Eso es la Institución Monárquica. El No Passsa Nada, pero en plan simpático, ante las más graves horas del Estado. Sabíamos que al Rey no le habían encontrado un cáncer. Simplemente estaba algo tan romántico, antiguo y de pueblo como «enfermo del pecho», porque la Reina lo decía con su sonrisa. No fingida. No, no era un premio Goya de interpretación el que se estaba ganando la Reina, era todo verdad. Normalidad. Continuidad. Estabilidad.
Bueno, pues con la seguridad que nos da la Corona en tiempos de turbulencia, e incluso ante las inexorables goteras humanas del tiempo, quieren acabar los de la banderita de la franja morada. Que por cierto tenían que preguntarles a los de la Memoria Histórica cómo era exactamente el morado de la bandera de la República. A pesar de ser republicanos a la violeta, les sale fatal, virado, el morado de la bandera. Lo ponen como azulina, como color de terno de banderillero que quiere ir de nazareno y plata, pero que va de mamarracho y albal. Tan desfigurada pasean esa otra bandera preconstitucional, que el otro día, al paso de una manifestación de radicales y antisistemas rabiosos, una niña muy sabida de Conocimiento del Medio preguntó:
-Mamá, ¿de qué país de América del Sur es la bandera que llevan estos señores?
Pues debe de ser de un país caribeño, hija, así como de Hugo Chávez o de su homólogo español Barroso, el alcalde de Puerto Real, que a pesar de que ha sido condenado por hartase de insultar al Rey, anda suelto por ahí. Esa bandera que creen republicana y les sale totalmente sudaca debe de ser de un país caribeño porque el jefe de esa partida es un tal Cayo Lara. Yo había oído hablar mucho de los cayos antillanos: Cayo Largo, Cayo Hueso, Cayo Coco. No sabía que hubiera un Cayo Lara. ¿A que lo de Cayo Lara es completamente de anuncio de Viajes Halcón? Miren: «Fin de semana en Cayo Lara, 4 días y 3 noches, pensión completa, avión incluido, 850 euros». Y no soy yo el único español a quien no le suena para nada lo de Cayo Lara. Es lo más interesante de la última encuesta del CIS. No que los españoles cateen a todos los líderes y hagan verdad lo que dijo el otro: «España tiene el peor gobierno y la peor oposición en el peor momento». Lo más reconfortante del CIS es que un 53 por ciento de los encuestados son felices: no conocen a Cayo Lara ni saben quién puñetas es. Eso es el colmo de la felicidad. Y más a favor de la Reina. Doña Sofía dio su perfecto recital de la Corona a pesar de saber quién es Cayo Lara y cómo se las gastan los que van por ahí con la caribeña bandera de la franja color... Iba a decir morado, respetable color Martínez Barrios. Pero no. La de estos tíos es color Paracuellos.
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