
Muchos soberanos fueron apodados por el pueblo, otros sufrieron la venganza de cronistas «enemigos». Estos son algunos de los más curiosos.
Noticias de actualidad y comentarios históricos de las Casas Reales del mundo.
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El Salón del Trono, la pieza representativa más excelsa de cuantas componen el Palacio Real de Madrid, estrena una puesta a punto y una limpieza a fondo que reafirman su suntuario esplendor. Estas actuaciones han sido pensadas para realzar la singularidad de su belleza, que permanece casi intacta en su disposición ornamental tras dos siglos y medio de vida activa. Los mármoles, colgaduras, metales preciosos, cristales y espejos que configuran su lujoso semblante han sido sometidos durante varias semanas a la acción sistemática de máquinas, líquidos y paños, cuyo resultado asalta, embellecido, la mirada y el ánimo de quienes hoy los contemplan.
Hasta dos días de pleno trabajo de seis hombres costó enrollar la mullida alfombra que tapiza su suelo marmóreo, enviada luego para su limpieza a un establecimiento especializado de la localidad madrileña de Velilla de San Antonio. Tampoco han faltado los andamios y las grúas. A lo largo del tiempo que ha durado la actuación, los numerosos ornamentos que decoran el salón, estatuas, mesas, candelabros, espejos…han sido cuidadosamente recubiertos con telas y mallas protectoras para evitar las temibles roturas, pero la estancia, sin daños, no ha sido cerrada al público más que durante dos jornadas.
Una nueva megafonía entrará en funcionamiento para la Pascua Militar, el próximo 6 de enero, mientras las entrañas del gran salón real se ven surcadas ya por fibra óptica, que facilitará la intercomunicación dentro de tan áulico espacio palaciego, donde los Reyes reciben a los mandatarios estatales que acuden a cumplimentarles, así como al Cuerpo Diplomático acreditado en Madrid y, también una vez al año, al mando militar español.
I once knew someone who spent a year in a plaster cast recovering from an operation on his back. He read a lot, and thought a lot, and felt miserable.
Later, he realised this time of forced retreat from the world had helped him to understand the world more clearly.
We all need to get the balance right between action and reflection. With so many distractions, it is easy to forget to pause and take stock. Be it through contemplation, prayer, or even keeping a diary, many have found the practice of quiet personal reflection surprisingly rewarding, even discovering greater spiritual depth to their lives.
Reflection can take many forms. When families and friends come together at Christmas, it's often a time for happy memories and reminiscing. Our thoughts are with those we have loved who are no longer with us. We also remember those who through doing their duty cannot be at home for Christmas, such as workers in essential or emergency services.
And especially at this time of year we think of the men and women serving overseas in our armed forces. We are forever grateful to all those who put themselves at risk to keep us safe.
Service and duty are not just the guiding principles of yesteryear; they have an enduring value which spans the generations.
I myself had cause to reflect this year, at Westminster Abbey, on my own pledge of service made in that great church on Coronation Day sixty years earlier.
The anniversary reminded me of the remarkable changes that have occurred since the Coronation, many of them for the better; and of the things that have remained constant, such as the importance of family, friendship and good neighbourliness.
But reflection is not just about looking back. I and many others are looking forward to the Commonwealth Games in Glasgow next year.
The baton relay left London in October and is now the other side of the world, on its way across seventy nations and territories before arriving in Scotland next summer. Its journey is a reminder that the Commonwealth can offer us a fresh view of life.
My son Charles summed this up at the recent meeting in Sri Lanka. He spoke of the Commonwealth's "family ties" that are a source of encouragement to many. Like any family there can be differences of opinion. But however strongly they're expressed they are held within the common bond of friendship and shared experiences.
Here at home my own family is a little larger this Christmas.
As so many of you will know, the arrival of a baby gives everyone the chance to contemplate the future with renewed happiness and hope. For the new parents, life will never be quite the same again!
As with all who are christened, George was baptised into a joyful faith of Christian duty and service. After the christening, we gathered for the traditional photograph.
It was a happy occasion, bringing together four generations.
In the year ahead, I hope you will have time to pause for moments of quiet reflection. As the man in the plaster cast discovered, the results can sometimes be surprising.
For Christians, as for all people of faith, reflection, meditation and prayer help us to renew ourselves in God's love, as we strive daily to become better people. The Christmas message shows us that this love is for everyone. There is no one beyond its reach.
On the first Christmas, in the fields above Bethlehem, as they sat in the cold of night watching their resting sheep, the local shepherds must have had no shortage of time for reflection. Suddenly all this was to change. These humble shepherds were the first to hear and ponder the wondrous news of the birth of Christ - the first noel - the joy of which we celebrate today.
Hace dos semanas que la familia real danesa desveló su retrato de grupo. La obra, firmada por el artista Thomas Kluge, ha llevado cuatro años pero, a juzgar por los comentarios de medios daneses, el resultado del esperado retrato familiar (el primero en más de un siglo) no ha sido el deseado.
El esperado retrato se ha presentado con motivo de la inauguración de una retrospectiva de retratos reales del artista, que han despertado numerosas críticas. Para empezar, son seis retratos por los que hay que pagar 80 coronas (unos 10 euros).
"La exhibición de retratos reales es poco creíble y lejos de Rembrandt y Tuxen", asegura el diario Politiken. Y es que el lienzo 'Kongehuset' ('La familia real', en danés) es el primer retrato de familia de la casa real danesa en más de un siglo, desde que el maestro Laurits Tuxen pintara al rey Christian IX y su esposa Louise, junto a sus hijos, en la década de 1880.
Según explica la Casa Real danesa, 'Kongehuset' retrata a la reina Margarita y su esposo Enrique de Laborde y con sus dos hijos (el heredero Federico y Joaquín), nueras (Mary y Marie) y sus ocho nietos (con el 'terrorífico' príncipe Cristian, hijo de Federico y futuro rey de Dinamarca, en el centro del cuadro) en una sala del Palacio de Fredensborg.
Se trata del mismo lugar y la misma disposición en la que se hizo el retrato del rey Christian IX, a la sazón titulado 'Fredensborgbillede' (Pintura de Fredensborg). En ambas obras aparece al fondo el lienzo 'Paisaje en ruinas', pintado en el XVIII por Jacopo Fabris. "Pero la pintura de la pintura crea en [la obra de] Kluge una alarmante anticipación de una inminente destrucción y decadencia", asegura el diario danés.
Resulta difícil creer, prosigue el diario, que se trate del encargo de un retratista oficial, sino que parece la obra de alguien que quisiese "predecir la caída de la monarquía". "Pero a Kluge le han encargado pintar estos retratos... los propios retratados".
El Rey se levantó este viernes y dio unos pasos por la habitación con ayuda de apoyos, según el parte médico hecho público este mediodía en el hospital Quirón de Madrid, donde se recupera de la intervención quirúrgica a la que fue sometido el jueves y en la que se le extrajo una prótesis provisional en la cadera izquierda y se le insertó una definitiva.
Además, el parte añade que los resultados provisionales de la biopsia y los cultivos "van confirmando la desaparición del proceso infeccioso".
Don Juan Carlos "ha pasado una buena noche y mantiene estables las constantes", agrega el parte médico, según el cual el Rey también inició su dieta habitual "con apetito y buena tolerancia a los alimentos".
Este segundo parte médico, que ha sido leído por Lucía Alonso, gerente del hospital, está firmado por los doctores Miguel Cabanela y Miguel Fernández Tapia-Ruano, jefe del Servicio Médico el Palacio de La Zarzuela.
«No podemos permanecer indiferentes o inmóviles. Debemos reaccionar». «España es una gran Nación que vale la pena vivir, y querer, y por la que merece la pena luchar». «Una Nación que nunca ha claudicado frente a la adversidad ni ha renunciado a ningún sueño». El Príncipe de Asturias aprovechó su discurso más importante del año, en la entrega de los premios que llevan su nombre, para transmitir una inyección de ánimo a los españoles, a los que invitó a construir un futuro «con principios éticos firmes», basado «en el rigor, la seriedad, el esfuerzo y la honradez». Con ese fin, recordó, «la sociedad exige una reflexión rigurosa para nunca más volver a caer en errores y excesos inadmisibles».
Para transmitir este mensaje lleno de carga emocional –el objetivo es ayudar a superar un estado de ánimo colectivo–, Don Felipe decidió no leer el discurso en papel y utilizar el teleprompter, aunque en algún momento de la intervención tuvo que recurrir al papel. Este sistema lo estrenó el pasado septiembre en Buenos Aires, cuando defendió la candidatura olímpica de Madrid. Aunque en aquella ocasión la ciudad española quedó descartada, la intervención del Príncipe recibió numerosos elogios.
Para incorporar esta novedad (el teleprompter), el Heredero de la Corona escogió el mismo escenario en el que hace 33 años pronunció su primer discurso en público: el Teatro Campoamor. Si en aquella ocasión emocionó por su corta edad –tenía doce años–, ayer volvió a emocionar por sus mensajes de ánimo y el gran amor a España y a los españoles que transmitían sus palabras.
A Don Felipe siempre le ha gustado prepararse a fondo sus intervenciones y cuidar los detalles, por lo que el pasado jueves, después de recibir en audiencia a cinco grupos distintos, de asistir al concierto de los premios y de cenar con los patronos de la Fundación Príncipe de Asturias, decidió ir a ensayar al Teatro Campoamor, donde permaneció hasta las dos de la madrugada.
Acompañado por la Princesa, vestida de verde esperanza, y con la Reina, de gris y plata, en el palco de honor, el Príncipe dirigió ante los 1.400 invitados a la ceremonia el único discurso que pronuncia en todo el año que no está supervisado por el Gobierno, aunque por cortesía el Ejecutivo conoce su contenido.
Hubo aplausos para la Reina, la primera que hizo entrada en el teatro, para los Príncipes, a su llegada, y para el Rey, cuando el presidente de la Fundación, Matías Rodríguez Inciarte, pidió a Doña Sofía que hiciera llegar su lealtad y respeto a Don Juan Carlos.
Tras la intervención de los galardonados y la entrega de los premios, el Heredero de la Corona tomó la palabra, glosó la figura de cada uno de los reconocidos y, al final de su largo discurso, hizo una profunda reflexión sobre España. Don Felipe empezó con un recuerdo a la «lección de coraje y solidaridad» que a finales de julio pasdo dio el barrio de Angrois a todos los españoles, cuando sus vecinos bajaron de inmediato a las vías del tren para ayudar a las víctimas del accidente ferroviario.
El Príncipe convirtió el ejemplo de este pequeño pueblo gallego en «una referencia, un estímulo, para hacer frente al pesimismo, la frustración o la desconfianza que afectan a muchos españoles». «Me gustaría animal a que todos ayudemos a susperar –y sé que no es fácil– ese estado de ánimo», dijo. «Lo que de verdad necesitamos es recuperar la ilusión y la confianza que fundamenta cualquier éxito».
También recordó el Príncipe que «el activo más sólido» con el que cuenta España es «nuestra gente». «Los hombres y mujeres de España han hecho frente con gran coraje a la adversidad y han mostrado una capacidad de sacrificio fuera de toda duda». «Son millones los españoles que cada día batallan para salir adelante con honestidad, con esfuerzo, con valentía y con humildad. Ellos son los que reamente hacen de España una gran Nación que vale la pena vivir, y querer, y por la que merece la pena luchar».
Don Felipe destacó la solidaridad que están mostrando muchos españoles: unos, como jóvenes voluntarios y otros, los más mayores, «que están dando un gran ejemplo de generosidad al compartir con os más jóvenes los esfuerzos de una vida llena de sacrificios». «No estamos en la España que entristeció a Unamuno, en la que vive cada cual solo entre los demás». Ni tampoco, agregó, ante «un pesimismo insuperable, como en otras épocas de nuestra historia».
Sin mencionar expresamente a Cataluña, Don Felipe transmitió un mensaje positivo de integración: «Creo firmemente que entre nosotros están muy presentes los sentimientos fraternales generados a lo largo de muchos siglos de convivencia; de compartir profundos vícnulos familiares e históricos, tantas emociones sufridas o disfrutadas colectivamente, juntos». El Heredero de la Corona llamó a «preservar y alimentar» los sentimientos de respeto, estima, afecto y amistad «que nos han dado forma» y hacerlo «siempre y en todo momento, por encima de las tensiones, de las discrepancias y los desencuentros». Defendió una España con democracia y libertad que rechaza la violencia y la intolerancia y que «ha sido capaz de integrar en su seno a personas de diferentes religiones, lenguas y costumbres».
Recordó que España es «una Nación que han construido millones y millones de ciudadanos a lo largo de los siglos y que hoy, todos juntos, en un proyecto compartido, tenemos la responsabilidad de continuar, en una gran tarea siempre inacabada. Una Nación que nunca ha claudicado frente a la adversidad ni ha renunciado a ningún sueño»
No obstante, el Príncipe también lanzó una seria advertencia y recordó que «la sociedad exige una reflexión rigurosa para nunca más volver a caer en errores y excesos inadmisibles, con la firme aspiración de construir un futuro basado en el rigor, la seriedad, el esfuerzo y la honradez». Un futuro que, según Don Felipe, debe ser «solidario y con principios éticos firmes, en el que la integridad inspire nuestras vida colectiva y la gestión de nuestros recursos». «Tenemos muchas razones para sobreponernos a la adversidad», concluyó.
Para terminar su intervención, Don Felipe volvió a recurrir al «ejemplo de grandeza y dignidad de los ciudadanos de un pequeño pueblo de Galicia –un gran pueblo ejemplar de España–». Este ejemplo y la obra de los premiados, dijo, «nos reconfortan y nos animan. Nos dan confianza, nos invitan al optimismo y a la esperanza; nos hacen ver que hacer las cosas bien es el camino para hacer un mundo y una España mejor».