ABC
Almudena Martínez-Fornés
Ha heredado la simpatía de su padre, pero también sus prontos. Amable y divertida a corta distancia, arrasa ante las multitudes. Es una de las pocas personas públicas -quizá la única- que sigue saliendo a la calle y acudiendo a actos masivos a la que no han abucheado nunca. Los más viejos de Palacio dicen que su delicadeza de movimientos (cómo camina, cómo saluda o cómo coge los cubiertos en la mesa) le viene de su bisabuela británica. Pero ella combina esa distinción con la llaneza y tan pronto suelta un taco como se presenta en el hospital a ver a su padre con un melón.
Tiene dos hijos, está divorciada, cuida su dieta y le gustan los toros y las tradiciones. Pero, sobre todo, es extremadamente disciplinada. Lo que le dice su padre va a misa. Es Doña Elena, Infanta de España, que hoy cumple 50 años.
Si finalmente las leyes recogen algún día el sentir general, Doña Elena pasará a la historia de España como la última primogénita de Reyes discriminada por razones de sexo. Algo que a ella, en realidad, nunca le ha importado. Cuando vino al mundo su hermano, Don Felipe, ella tenía cuatro años y ni en aquel momento, ni después, nadie cuestionó que el Heredero de la Corona fuera él.
Hoy lleva con orgullo su título de Infanta de España y siempre está dispuesta a representar al Rey donde se lo pidan o, incluso, a dar un paso atrás, si es lo que requieren las circunstancias. Eso es precisamente lo que hizo en el desfile del 12 de octubre de 2012. Era la primera Fiesta Nacional a la que no iba a asistir la Infanta Doña Cristina, después de que estallara el caso Nóos. En Zarzuela se pensó que la ausencia de la hermana -que en aquel momento no había sido imputada- quedaría más disimulada si Doña Elena daba un paso hacia atrás. Por ello, en lugar de ocupar la tribuna junto a los Reyes y los Príncipes de Asturias, siguió la ceremonia en la tribuna de autoridades, junto al líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, y tampoco estuvo presente en el saludo a las autoridades, en la posterior recepción en el Palacio Real.
El cambio de protocolo para la Infanta encajaba con la vieja idea de la Casa del Rey de ir dando progresivamente más protagonismo al llamado «núcleo central», integrado por Reyes y Príncipes, una intención que se mantiene firme, al margen de cómo se resuelvan los problemas judiciales de Doña Cristina. Sin embargo, la opinión pública lo percibió como una discriminación a Doña Elena. Ella, disciplinada, le quitó todo el hierro al asunto, al encajar el cambio «con toda normalidad». «Algún día tenía que llegar», dijo. Pero aquello fue algo circunstancial con lo que se pretendía suavizar la escenificación de un problema muy difícil de gestionar.
Al siguiente desfile militar de la Fiesta Nacional, el del pasado 12 de octubre, sólo asistieron los Príncipes. En ausencia del Rey, convaleciente de una operación, el Heredero de la Corona presidiría la parada. Descartada la presencia de la Reina en el desfile por razones protocolarias, se descartó también la de Doña Elena. Sin embargo, horas después, en la recepción del Palacio Real, se visualizó, por primera, que la Infanta había vuelto a recuperar su sitio de siempre como un valioso activo de la Corona. Doña Elena volvió a estar presente en la línea de saludo a las autoridades, junto a la Reina y los Príncipes. Aunque el número de actividades oficiales a las que asiste cada año se mantiene en algo más de una treintena, últimamente ha retomado algunos actos importantes, como la entrega de las Medallas de Oro al Mérito Deportivo, que presidió en solitario el pasado octubre.
No hay encuestas que sondeen la popularidad de Doña Elena, como sí las hay de los Reyes y los Príncipes. Sin embargo, a juzgar por la simpatía con la que es recibida allá donde va y por las invitaciones que se reciben en Zarzuela para que presida actos, debe ser muy elevada.
Buena relación familiar
Dentro de la Familia Real, Doña Elena también disfruta de una situación especial. El caso Nóos no ha afectado a sus relaciones familiares con los demás miembros. De hecho, el pasado fin de semana viajó a Ginebra con la Reina y con su hijo Felipe para asistir al cumpleaños de su sobrino Pablo, hijo de los Duques de Palma. Desde allí, se trasladó a Londres, también con Doña Sofía, para recoger a su hija Victoria, que estudia en el Reino Unido y acaba de empezar las vacaciones de Navidad. Como madre, a Doña Elena le preocupa enormemente la exposición de sus hijos, sobre todo de Felipe, a unos medios de comunicación que no respetan su minoría de edad y convierten en titular cualquier detalle de su vida. A ella tampoco cesan de atribuirle romances desde que se divorció de Jaime de Marichalar, en 2009.
En estos momentos, Doña Elena es el único miembro de la Familia Real en activo que percibe ingresos por su actividad profesional. Es la primera Infanta con título universitario -licenciada en Ciencias de la Educación- y la primera que cotizó a la Seguridad Social. Hace ya más de cinco años que trabaja en la fundación del mayor grupo asegurador español. Como directora de Proyectos Sociales y Culturales de la Fundación Mapfre, está encantada con su trabajo, con su equipo, integrado por seis personas, y con la labor solidaria. Todo ello le llena la vida.
Álbum de fotosAlmudena Martínez-Fornés
Ha heredado la simpatía de su padre, pero también sus prontos. Amable y divertida a corta distancia, arrasa ante las multitudes. Es una de las pocas personas públicas -quizá la única- que sigue saliendo a la calle y acudiendo a actos masivos a la que no han abucheado nunca. Los más viejos de Palacio dicen que su delicadeza de movimientos (cómo camina, cómo saluda o cómo coge los cubiertos en la mesa) le viene de su bisabuela británica. Pero ella combina esa distinción con la llaneza y tan pronto suelta un taco como se presenta en el hospital a ver a su padre con un melón.
Tiene dos hijos, está divorciada, cuida su dieta y le gustan los toros y las tradiciones. Pero, sobre todo, es extremadamente disciplinada. Lo que le dice su padre va a misa. Es Doña Elena, Infanta de España, que hoy cumple 50 años.
Si finalmente las leyes recogen algún día el sentir general, Doña Elena pasará a la historia de España como la última primogénita de Reyes discriminada por razones de sexo. Algo que a ella, en realidad, nunca le ha importado. Cuando vino al mundo su hermano, Don Felipe, ella tenía cuatro años y ni en aquel momento, ni después, nadie cuestionó que el Heredero de la Corona fuera él.
Hoy lleva con orgullo su título de Infanta de España y siempre está dispuesta a representar al Rey donde se lo pidan o, incluso, a dar un paso atrás, si es lo que requieren las circunstancias. Eso es precisamente lo que hizo en el desfile del 12 de octubre de 2012. Era la primera Fiesta Nacional a la que no iba a asistir la Infanta Doña Cristina, después de que estallara el caso Nóos. En Zarzuela se pensó que la ausencia de la hermana -que en aquel momento no había sido imputada- quedaría más disimulada si Doña Elena daba un paso hacia atrás. Por ello, en lugar de ocupar la tribuna junto a los Reyes y los Príncipes de Asturias, siguió la ceremonia en la tribuna de autoridades, junto al líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, y tampoco estuvo presente en el saludo a las autoridades, en la posterior recepción en el Palacio Real.
El cambio de protocolo para la Infanta encajaba con la vieja idea de la Casa del Rey de ir dando progresivamente más protagonismo al llamado «núcleo central», integrado por Reyes y Príncipes, una intención que se mantiene firme, al margen de cómo se resuelvan los problemas judiciales de Doña Cristina. Sin embargo, la opinión pública lo percibió como una discriminación a Doña Elena. Ella, disciplinada, le quitó todo el hierro al asunto, al encajar el cambio «con toda normalidad». «Algún día tenía que llegar», dijo. Pero aquello fue algo circunstancial con lo que se pretendía suavizar la escenificación de un problema muy difícil de gestionar.
Al siguiente desfile militar de la Fiesta Nacional, el del pasado 12 de octubre, sólo asistieron los Príncipes. En ausencia del Rey, convaleciente de una operación, el Heredero de la Corona presidiría la parada. Descartada la presencia de la Reina en el desfile por razones protocolarias, se descartó también la de Doña Elena. Sin embargo, horas después, en la recepción del Palacio Real, se visualizó, por primera, que la Infanta había vuelto a recuperar su sitio de siempre como un valioso activo de la Corona. Doña Elena volvió a estar presente en la línea de saludo a las autoridades, junto a la Reina y los Príncipes. Aunque el número de actividades oficiales a las que asiste cada año se mantiene en algo más de una treintena, últimamente ha retomado algunos actos importantes, como la entrega de las Medallas de Oro al Mérito Deportivo, que presidió en solitario el pasado octubre.
No hay encuestas que sondeen la popularidad de Doña Elena, como sí las hay de los Reyes y los Príncipes. Sin embargo, a juzgar por la simpatía con la que es recibida allá donde va y por las invitaciones que se reciben en Zarzuela para que presida actos, debe ser muy elevada.
Buena relación familiar
Dentro de la Familia Real, Doña Elena también disfruta de una situación especial. El caso Nóos no ha afectado a sus relaciones familiares con los demás miembros. De hecho, el pasado fin de semana viajó a Ginebra con la Reina y con su hijo Felipe para asistir al cumpleaños de su sobrino Pablo, hijo de los Duques de Palma. Desde allí, se trasladó a Londres, también con Doña Sofía, para recoger a su hija Victoria, que estudia en el Reino Unido y acaba de empezar las vacaciones de Navidad. Como madre, a Doña Elena le preocupa enormemente la exposición de sus hijos, sobre todo de Felipe, a unos medios de comunicación que no respetan su minoría de edad y convierten en titular cualquier detalle de su vida. A ella tampoco cesan de atribuirle romances desde que se divorció de Jaime de Marichalar, en 2009.
En estos momentos, Doña Elena es el único miembro de la Familia Real en activo que percibe ingresos por su actividad profesional. Es la primera Infanta con título universitario -licenciada en Ciencias de la Educación- y la primera que cotizó a la Seguridad Social. Hace ya más de cinco años que trabaja en la fundación del mayor grupo asegurador español. Como directora de Proyectos Sociales y Culturales de la Fundación Mapfre, está encantada con su trabajo, con su equipo, integrado por seis personas, y con la labor solidaria. Todo ello le llena la vida.
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