Coincidiendo con el "Remembrance Day" que se celebra hoy en memoria de los británicos que han dado su vida por la Patria en todo tiempo y lugar, reproducimos el siguiente texto de Esperanza Aguirre publicado en su blog y nos unimos a la causa de promover una iniciativa similar en España, en recuerdo de aquellos que han dado su vida por el país, cualquiera que sea su ideología.
El segundo domingo de noviembre, que es el domingo que cae más cerca del día 11 (aniversario del armisticio que en 1918 puso fin a la I Guerra Mundial) los ingleses celebran su “Remembrance Sunday”. Y las semanas anteriores, y hasta ese mismo día, todos los ingleses del mundo, desde el Primer Ministro hasta los entrenadores de todos sus equipos de fútbol, llevan en la solapa de sus americanas una amapola (“poppy”, en inglés) de papel. Esa amapola que lucen durante esas semanas es la forma sencilla pero profundamente emotiva de recordar y honrar a todos los que, a lo largo de la Historia, han dado su vida por Inglaterra.
Es una tradición que empezó después de la I Guerra Mundial, esa guerra terrible en la que murieron tres millones de británicos (por cierto, el porcentaje más alto de caídos entre los ciudadanos del Reino Unido corresponde a Escocia). Después del armisticio, el 11 de noviembre de 1918, los ingleses pusieron en marcha toda una serie de actuaciones para que perdurara la memoria de los que habían muerto por su Nación. Construyeron un gran monumento, el “Cenotaph”, que está en el centro de Londres, en White Hall, en medio de los edificios que forman el corazón de toda la vida política y administrativa de Gran Bretaña. Y el Remembrance Sunday, para recordar a los caídos, desfilan ante el Cenotaph los veteranos de las Guerras y los miembros de las asociaciones de apoyo a esos veteranos. (Este año coincide que ese “Sunday” cae el mismo día 11).
En los años posteriores a la I Guerra Mundial también nació la costumbre, ideada por los veteranos, de vender una amapola de papel (como las banderitas que se venden en España para llevar en las solapas el Día de la Cruz Roja o del Cáncer) con el objetivo de recaudar fondos destinados a hospitales y centros asistenciales que se ocupaban de esos veteranos de la Guerra. Eligieron la amapola porque con su color rojo les recordaba la sangre de los caídos y porque los que volvieron de los campos de batalla de Flandes, donde más británicos se dejaron la vida en aquella tremenda carnicería, recordaban cómo en tierra de nadie, en ese terreno que separaba sus trincheras de las trincheras de los alemanes, a pesar de estar arrasado por los bombardeos, florecían impertérritas las amapolas, que son unas flores humildes pero muy duras y capaces de brotar en los terrenos más inhóspitos.
La tradición de la “poppy” en la solapa ha llegado con plena vitalidad a nuestros días y no hay un solo británico que no la compre (se siguen vendiendo para recaudar fondos destinados a los hospitales y centros asistenciales que se ocupan de las víctimas militares) y que no la luzca con emocionado orgullo.
Y todos los años, cuando llegan estas fechas y vuelvo a ver a los ingleses con sus “poppies”, siento envidia de ellos y pienso que sería magnífico que los españoles también supiéramos recordar y honrar de manera sencilla pero unánime a todos los que han muerto por España.
Es verdad que los ingleses muertos en las últimas guerras murieron combatiendo contra un enemigo exterior y no matándose entre ellos, como hicieron con demasiada frecuencia los españoles de los dos últimos siglos. Es verdad que la última guerra civil inglesa tuvo lugar en el siglo XVII y las nuestras están mucho más cercanas. Pero precisamente por eso, precisamente porque las guerras civiles dejan heridas que son más difíciles de cicatrizar, creo que sería magnífico que, de una manera sencilla y solemne, como hacen los ingleses con sus caídos, los españoles de hoy reconociéramos el sacrificio de todos los que, a lo largo de nuestra Historia, han muerto por una España mejor, fuera cual fuera el ideal de España que les movió a dar sus vidas.
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