Josep Cusí
La Vanguardia
El Rey me contó, al poco de conocerlo por nuestra común afición a la vela, de eso hace más de cuarenta años, que su padre le había enseñado cómo huele el mar cuando va a haber tormenta, cómo diferenciar las nubes para prever calmas y repuntes o anticipar las ráfagas de viento a partir del color del mar. Todo eso lo he recordado leyendo el libro El Rey y el mar (RBA) que ha escrito Ignacio Gómez-Zarzuela, con quien he podido charlar durante horas. La obra permite saber que la vela contribuyó a estrechar aún más la relación del entonces príncipe con Catalunya. De hecho, su ilusión era participar en los Juegos Olímpicos de Munich 1972 y el equipo español preparó su participación en Arenys de Mar.
Recuerdo que don Juan Carlos dormía a bordo de un barco de motor que pertenecía al empresario Pedro Mir. Luego, cuando empezamos a compartir regatas con el Bribón, la presencia del Rey fue muy continuada. Cuatro décadas más tarde el Monarca tiene aquí algunos de sus mejores amigos, sus médicos... e incluso su dentista, su peluquero o su sastre.
Es evidente que Catalunya ha sido para el Rey una prioridad. La primera visita como monarca la hizo precisamente a tierras catalanas y su discurso en el Saló del Tinell, donde habló en la lengua de Espriu, a quien por cierto citó y le permitió expresar la importancia que concedía a Catalunya para la gobernabilidad de España. El rey Juan Carlos desempeñó un papel decisivo en el retorno de Josep Tarradellas y en la recuperación de la Generalitat. Sus palabras a Jordi Pujol resultaron un bálsamo la noche del 23-F, así como resultó un cómplice imprescindible de los Juegos de Barcelona. Asimismo, habría que recordar su frase "hablando se entiende la gente", cuando el republicano Ernest Benach fue a comunicarle la formación del Gobierno tripartito; era una manera de significar que la monarquía acataba la voluntad popular y se mostraba dispuesta a colaborar por el bien del país.
Como persona que ha podido conocer bien al Rey, no sólo por nuestra común afición al mar, sino también por una relación de afecto, estoy convencido de que don Juan Carlos puede desempeñar un papel importante en el actual momento que nos toca vivir. Más que nunca se necesita el diálogo para resolver la actual situación. Como monárquico, como catalán que también se siente español, me consta la preocupación del Monarca y su voluntad de contribuir a acercar posturas para que la política se imponga a cualquier desencuentro, mediante el debate, la generosidad y la audacia. La Corona, que ha sido crucial para nuestra convivencia en tantos momentos de nuestra historia, puede volver a ser decisiva en esta hora, después de treinta y cinco años de democracia, para que Catalunya encuentre su mejor encaje. En 1976, el Rey proclamó que Catalunya sería lo que quisiera ser y eso era válido entonces como lo sigue siendo ahora. La Constitución le confiere a la monarquía el carácter moderador y de árbitro, lo que en la actual situación puede permitir abrir una nueva etapa sin romper amarres. Nadie sabe llevar el timón de barco como don Juan Carlos. Lo digo después de una vida navegando a su lado.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
El Rey, una vida al timón
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