Victoria Prego
El Mundo
Se cierra con la renuncia del Rey un período decisivo de la Historia de España. Un período que ha incluido la hazaña histórica de hacer pasar el país de un régimen autoritario -otros lo calificarán de dictadura- a una democracia plena. Y ese dificilísimo tránsito se hizo pilotado por Don Juan Carlos desde antes incluso de que hubiera asumido la Jefatura del Estado.
Fue el Rey el primer y más decidido impulsor del cambio para nuestro país. Fue él quien logró no sin grandes dificultades tener a su lado a Torcuato Fernández Miranda, que habría de elaborar la Ley para la Reforma Política, el talismán que abrió las puertas cerradas del régimen al cambio radical que viviría España. Fue él quien no sin esfuerzo forzó la dimisión del presidente del Gobierno que Franco había dejado para que continuara en el cargo hasta diciembre de 1977. Y fue él también quien puso al frente de la presidencia del Gobierno a un hombre irrelevante en la escena política, Adolfo Suárez, pero en quien se apoyaría el Rey para darle la vuelta por completo al país en un tiempo récord de veinte meses. Fue él quien se jugó literalmente la Corona al ponerse en contacto con el secretario general de Partido Comunista para pedirle que le ayudara a conducir al país hacia la meta de la democracia no agitando en exceso las calles. Finalmente fue él quien no sólo aceptó de buen grado sino que colaboró a que, una vez celebradas las primeras elecciones libres en 40 años, las nuevas Cortes democráticas y constitucionales le privaran de los poderes absolutos que había heredado de Franco para que le fueran devueltos al pueblo.
Todo esa obra de inmensa magnitud la llevó a cabo Don Juan Carlos de Borbón quien, en el comienzo de su tarea, actuó en casi la más absoluta soledad, lo cual acrecienta el mérito enorme de su tarea. Después de que la Constitución entrara en vigor, el Rey se aplicó con eficacia y discreción a ejercer el papel moderador y de arbitraje que la Carta Magna le encomienda. Defendió la democracia oponiendo a su persona ante quienes pretendían subvertir el orden constitucional.
Ha respetado siempre la autonomía y el buen funcionamiento de las instituciones. Ha sido hasta hoy mismo el mejor embajador de España en el mundo y el mejor defensor de los intereses estratégicos de España y el más eficaz representante de nuestros intereses comerciales fuera de nuestras fronteras.
En los últimos tiempos una serie de errores, suyos algunos, otros de miembros de su familia, ha minado el prestigio de la Monarquía en España. Pero es incomparablemente mayor, la enorme dimensión de su servicio a España. Ha sido el mejor Rey de nuestra Historia y como tal entrará en ella.
El Mundo
Se cierra con la renuncia del Rey un período decisivo de la Historia de España. Un período que ha incluido la hazaña histórica de hacer pasar el país de un régimen autoritario -otros lo calificarán de dictadura- a una democracia plena. Y ese dificilísimo tránsito se hizo pilotado por Don Juan Carlos desde antes incluso de que hubiera asumido la Jefatura del Estado.
Fue el Rey el primer y más decidido impulsor del cambio para nuestro país. Fue él quien logró no sin grandes dificultades tener a su lado a Torcuato Fernández Miranda, que habría de elaborar la Ley para la Reforma Política, el talismán que abrió las puertas cerradas del régimen al cambio radical que viviría España. Fue él quien no sin esfuerzo forzó la dimisión del presidente del Gobierno que Franco había dejado para que continuara en el cargo hasta diciembre de 1977. Y fue él también quien puso al frente de la presidencia del Gobierno a un hombre irrelevante en la escena política, Adolfo Suárez, pero en quien se apoyaría el Rey para darle la vuelta por completo al país en un tiempo récord de veinte meses. Fue él quien se jugó literalmente la Corona al ponerse en contacto con el secretario general de Partido Comunista para pedirle que le ayudara a conducir al país hacia la meta de la democracia no agitando en exceso las calles. Finalmente fue él quien no sólo aceptó de buen grado sino que colaboró a que, una vez celebradas las primeras elecciones libres en 40 años, las nuevas Cortes democráticas y constitucionales le privaran de los poderes absolutos que había heredado de Franco para que le fueran devueltos al pueblo.
Todo esa obra de inmensa magnitud la llevó a cabo Don Juan Carlos de Borbón quien, en el comienzo de su tarea, actuó en casi la más absoluta soledad, lo cual acrecienta el mérito enorme de su tarea. Después de que la Constitución entrara en vigor, el Rey se aplicó con eficacia y discreción a ejercer el papel moderador y de arbitraje que la Carta Magna le encomienda. Defendió la democracia oponiendo a su persona ante quienes pretendían subvertir el orden constitucional.
Ha respetado siempre la autonomía y el buen funcionamiento de las instituciones. Ha sido hasta hoy mismo el mejor embajador de España en el mundo y el mejor defensor de los intereses estratégicos de España y el más eficaz representante de nuestros intereses comerciales fuera de nuestras fronteras.
En los últimos tiempos una serie de errores, suyos algunos, otros de miembros de su familia, ha minado el prestigio de la Monarquía en España. Pero es incomparablemente mayor, la enorme dimensión de su servicio a España. Ha sido el mejor Rey de nuestra Historia y como tal entrará en ella.
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