Beatriz Navarro
La Vanguardia
Hace casi 50 años nació una reina española: Fabiola de los belgas. Ocurrió a la una menos cuarto de la tarde del 15 de diciembre de 1960, jueves, cuando la joven Fabiola de Mora y Aragón (Madrid, 1928) casose en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas con Balduino, rey de los belgas (1930-1993). Él era, hasta ese día, el más cotizado de los solteros europeos. Hizo falta que llegara ella, una piadosa aristócrata madrileña, para perder su otro sambenito, el de "rey triste".
Por expreso deseo de Fabiola, la casa real belga (que por segundo año consecutivo ha visto rebajado su presupuesto) no ha previsto ningún acto para recordar el 50.º aniversario de la boda y su coronación como reina de los belgas (no de Bélgica, según dice la Constitución), título que ha mantenido tras morir Balduino mientras veraneaba en Motril. Fabiola, la reina viuda, vive rodeada de recuerdos de sus años en común en el castillo de Stuyvenberg y quiere que sea un acontecimiento "estrictamente privado".
No obstante, es probable que el miércoles reciba muestras de cariño por parte de los belgas, ya que asistirá al concierto de Navidad que los reyes Alberto y Paola ofrecen cada año a las personas que han hecho posibles sus actos oficiales. Aunque sus actividades públicas se han reducido drásticamente en los últimos años, los belgas no la olvidan. Recibe miles de cartas al año (algunas, cierto, con amenazas de muerte). No sorprendió a los belgas que su nueva reina fuera extranjera (ninguna hasta ahora ha nacido en el país). A través del contacto con la gente y su pronto empeño por aprender neerlandés, Fabiola se fundió enseguida con su nuevo pueblo.
El más absoluto misterio sigue rodeando al momento en que la española conoció a Balduino, rey a su pesar desde los 20 años, debido al rechazo popular a la figura de su padre, Leopoldo III. "Es algo que algún día contaremos a nuestros hijos. Es nuestro secreto", dijo Balduino poco después de casarse. El enigma persiste, porque los hijos nunca llegaron. Se sabía –porque hubo anuncios oficiales– que Fabiola había estado cuatro veces encinta, pero hubo más. "Perdí cinco niños, pero he aprendido a vivir con ello. No me he convertido en una persona resentida", comentó hace unos años en una cena de gala.
En cuanto al momento en que la pareja real se conoció, muchos expertos belgas dan credibilidad a la versión del cardenal Joseph Suenens. En una obra publicada tras la muerte de Balduino, se arroga el papel de mediador y descubridor de Fabiola mediante un viaje iniciado por una monja irlandesa a partir de una revelación. Se apoya Suenens en cartas manuscritas del rey, pero estas no se refieren a las circunstancias concretas de su encuentro.
Fermín Urbiola, autor de la biografía Nacida para reina (Espasa), se inclina por creer que se produjo en una fiesta organizada en Lausana por la reina Victoria Eugenia, muy amiga de los matrimonios de conveniencia, con el objetivo de que la infanta Pilar conociera al rey belga. Fabiola acudió como acompañante, pero fue en ella, la amiga seria, en quien Balduino se fijó.
Al margen de cómo se gestara, la suya "fue una unión perfecta", ha dicho Wilfried Martens, primer ministro durante casi 12 años y probablemente el político que mejor conoció al rey. Él recibió su carta anunciando que no podría firmar la ley del aborto aprobada por el Parlamento. Los partidos dieron con una solución tan imaginativa como eficaz: Balduino abdicaría por unas horas y el Consejo de Ministros asumiría la regencia para sancionar la ley.
Mucho se ha hablado sobre la influencia de Fabiola en esta decisión, pero Martens la desmiente: tan fuertes eran los convencimientos morales y religiosos de uno como de otro. De los dos se pensó que acabarían en un convento o monasterio. Cuentan que la fe de Fabiola (se cree que se ha adherido a Renovación Carismática Católica, un movimiento laico vivencial, minoritario, avalado por Roma) la ha ayudado enormemente a superar su separación de Balduino. Y es que así vive su muerte: una separación temporal que encaró vestida de blanco durante un funeral convertido en ceremonia de gloria y resurrección.
Fabiola le prometió no abandonar el país aunque él muriera. Y así lo ha hecho, aunque sin olvidarse de España y sin descuidar la estrecha relación que mantiene con sus sobrinos. Hace poco se la vio en visita privada en Extremadura. Y en un cine de Bruselas, comentando con un acompañante en español la película De hombres y de dioses.
En los últimos años los belgas han conocido a una Fabiola distinta, más alegre y espontánea; en realidad, como sus conocidos dicen que siempre fue en privado. Sorprendió a todos hace unos años marcándose unos pasos de baile en una recepción. Y bailando a ritmo de rock durante un concierto en la fiesta del rey. Inolvidable también, su gesto durante la fiesta nacional belga del 2009, cuando se sacó una manzana del bolso. Era su manera de reírse del anónimo que amenaza con matarla con una ballesta (de ahí el guiño a Guillermo Tell).
domingo, 12 de diciembre de 2010
Se cumplen 50 años de la boda entre el rey Balduino y Fabiola de Mora y Aragón
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