Fotos: Casa de S.M El Rey / Cristina García Rodero
ABC
El reportaje gráfico, de 16 fotos, fue realizado en el jardín y en el interior de la casa de los Príncipes de Asturias durante los primeros días del pasado mes de agosto, justo antes de que Don Felipe y Doña Letizia viajaran a Palma de Mallorca. Precisamente, la Princesa llegó a la isla un par de días después que su marido y las niñas para que la gran fotógrafa Cristina García Rodero, Premio Nacional de Fotografía, la retratara en solitario.
A lo largo de varias sesiones, la fotógrafa ha conseguido captar los momentos más espontáneos, íntimos y entrañables de una familia unida y feliz; transmitir la imagen de un matrimonio al que, ocho años después de su boda, se le ve tan enamorado como el primer día, y destacar la belleza de una mujer, Doña Letizia, que a sus 40 años está en su mejor momento. [Pincha aquí para ver todas las fotos inéditas realizadas por García Rodero a los Príncipes]
La Princesa aparece en las 16 fotos: en seis de ellas sola, en tres con el Príncipe, en dos con sus hijas y en cinco imágenes se puede ver a toda la familia en un ambiente de intimidad y espontaneidad como no se había visto hasta ahora. Precisamente, dos de las 16 fotos que han sido escogidas para su difusión iban a formar parte del material sobrante. Ambas imágenes habían sido tomadas al final de la larga sesión de fotos, cuando todos querían terminar e incluso la Infanta Sofía, de cinco años, se había quedado dormida.
Pero Cristina García Rodero, infatigable con la cámara y muy exigente con el resultado, quería seguir trabajando hasta dar con la foto que transmitiera ese ambiente familiar, natural y espontáneo, tan difícil de plasmar en un papel. No ha sido esta la primera vez que los Príncipes han difundido imágenes familiares realizadas en su residencia, pues ya distribuyeron algunas fotos cuando Don Felipe cumplió 40 años, en enero de 2008. Pero aquel reportaje fue mucho menos elaborado que el actual. Este se parece más a los ofrecidos por el resto de las Familias Reales europeas.
La evolución de una Princesa
Los 40 años de Doña Letizia parecen una buena fecha para hacer balance y analizar la evolución de aquella joven periodista de clase media que hace nueve años dejó su brillante carrera profesional y se convirtió en Princesa de Asturias. Doña Letizia nunca ha sido, ni se ha propuesto ser, una Princesa consorte convencional -si es que existen tales Princesas-. Ella no se habría encontrado cómoda si hubiera tenido que limitarse a acompañar a su marido en los actos institucionales con actitud sonriente y sosteniendo un precioso ramo de flores en las manos con el que, al poco rato, nunca se sabe qué hacer. A la Princesa le gusta hablar, opinar, exponer su criterio y, sobre todo, preguntar.
Durante sus primeros actos oficiales, los anfitriones de los lugares que visitaba solían recibirla con un ramo de bienvenida hasta que, de repente, desapareció esta costumbre para alivio de la Princesa, de sus colaboradores -que muchas veces terminaban llevándoselo- y, seguramente también, de los anfitriones. Un buen día sorprendió con otra imagen muy distinta. La Princesa cambió el ramo por un maletín de trabajo e, incluso, en algunas ocasiones toma notas de las intervenciones que escucha.
El Príncipe llevaba toda la vida formándose y preparándose para ser Rey, pero ella había partido de cero con 31 años. Aunque contaba con la ayuda de la Reina, Doña Letizia tenía que adaptar esa referencia a su personalidad, a su generación, a los nuevos tiempos, a lo que los españoles esperan de ella en cada momento. Su experiencia como periodista sólo le serviría para que la sociedad conociera su rostro, para ayudarla a vencer los momentos de miedo escénico, al verse convertida en el foco permanente de todas las miradas. Pero si reunía o no las condiciones para ser una buena Princesa primero, y Reina después, era algo que debía demostrar ella misma.
A Don Felipe nunca le cupo la menor duda de que Letizia era la mujer que había estado esperando para formar una familia y convertirla en Reina de España. Pero un hombre enamorado, y presionado para que se casara y garantizara la continuidad de la Dinastía, podía no ser objetivo. Como tantos españoles, al principio el Príncipe sólo conocía a la periodista de verla en el telediario, hasta que el también periodista Pedro Erquicia organizó una cena en su casa y les presentó. Tras aquel primer encuentro, a Don Felipe le gustó mucho más aún. Esa chica estaba llena de chispa y de inteligencia, era culta y original, tenía una personalidad arrolladora y era diferente a las que había conocido antes.
Tras los primeros encuentros, la relación fue consolidándose y, durante varios meses, la pareja logró que no trascendiera el noviazgo a la opinión pública. Sólo los amigos y familiares más próximos lo sabían. El Príncipe quería evitar que su novia fuera sometida a un implacable juicio mediático como le había ocurrido a Eva Sannum. Además, la biografía de Letizia Ortiz no era la que se esperaba para una futura Princesa de Asturias: la joven había contraído matrimonio civil en 1999 y se había divorciado un año después.
Algunos compañeros de trabajo de Letizia habían empezado a sospechar. Pero cuando le preguntaban, ella pedía que no dijeran nada a aquellos en los que tenía mucha confianza. A los demás, les ofrecía unas respuestas que disuadían: no negaba que conociera al Príncipe, pero sólo era un amigo. Incluso, para distraer la atención, hablaba de un novio, que se llamaba Juan y era diplomático.
Mantuvo el tipo en el último telediario
A pesar de todas las cautelas, cada día resultaba más difícil contener la noticia. Los rumores estallaron el viernes 31 de octubre. Esa noche, Letizia Ortiz presentó su último telediario y consiguió mantener el tipo con serenidad. A juzgar por su temple, nadie diría que al día siguiente se iba a anunciar su compromiso matrimonial con el Heredero de la Corona. Los rumores precipitaron el anuncio de la boda y los Reyes hicieron pública la noticia más esperada de los últimos años avanzada la tarde del sábado 1 de noviembre, Día de Todos los Santos.
Desde ese momento, Letizia se trasladó a vivir a un pabellón de invitados del Palacio de La Zarzuela. El lunes siguiente, la pareja recibía a la prensa a las puertas de la casa del Príncipe y el jueves se celebraba la petición de mano en el Palacio de El Pardo. Ese día Letizia descubrió que determinados gestos, que eran habituales en el resto de la sociedad, resultaban chocantes en un miembro de la Familia Real. Don Felipe la había interrumpido con un «vale, vale...», mientras ella respondía a un periodista; pero todas las críticas se dirigieron a Letizia porque había replicado al Príncipe con un «déjame hablar a mí».
Cada día se daban a conocer nuevos datos sobre Letizia y su familia. Se supo que sus padres estaban divorciados, que su abuelo materno había sido taxista y su abuela materna periodista radiofónica. Mientras los medios de comunicación desempolvaban su pasado, algunos sin ningún rigor y con bastante amarillismo, la joven se concentró en prepararse para la nueva vida que le esperaba. Aprendería a ser Princesa sobre la marcha, acompañando al Príncipe y observando a la Reina. El 11-M conoció de forma trágica el lado amargo de ser Princesa, cuando visitó con Doña Sofía y Don Felipe a los heridos de los atentados.
Pronto se dio cuenta de que cualquiera de sus gestos era analizado con lupa e intentó cambiar su espontaneidad por la contención. Se convirtió en el objetivo preferente de las revistas del corazón, que multiplicaban las ventas con su imagen en la portada, y empezó a defender su privacidad frente a una prensa insaciable.
Doña Letizia no tuvo entonces ni tiene ahora asesores personales, ni de imagen ni de protocolo. Sólo tuvo un profesor de inglés, Michael Howitt, preparador de diplomáticos, que le ayudó a perfeccionar este idioma cuando se convirtió en la prometida del Heredero. Tampoco ha tenido ni tiene un equipo propio de colaboradores, pero cuenta con las personas que trabajan en la Secretaría del Príncipe, cuyo jefe es Jaime Alfonsín, un abogado del Estado prudente y discreto, doce años mayor que Don Felipe, que en 1995 se convirtió en la mano derecha del Heredero de la Corona.
Poco antes de la boda, empezó a reforzarse la Secretaría del Príncipe, a la que se incorporó Emilio Tomé de la Vega, general del Ejército de Tierra, que fue el primer ayudante de campo de Don Felipe, y posteriormente el teniente coronel de Caballería, José Zuleta, duque de Abrantes y marqués del Duero, quien despacha periódicamente con Doña Letizia. Si Alfonsín es la sombra de Don Felipe, Zuleta es la de la Princesa. La Secretaría del Príncipe depende de la Casa del Rey, cuyo jefe es el diplomático Rafael Spottorno. El secretario general de la Casa es Alfonso Sanz Portolés, también diplomático. Cuando la Princesa precisa apoyo de los departamentos de Prensa, Protocolo y Seguridad se los facilita la Casa del Rey, igual que al resto de la Familia Real. Tras la boda, un lluvioso 22 de mayo, se habilitó un despacho para la Princesa en la planta baja del Palacio de La Zarzuela, muy cerca del despacho del Príncipe. El del Rey está en la primera planta. El despacho de la Princesa es sencillo y funcional y ni siquiera ofrece una buena vista del jardín.
Diecisiete meses después de la boda nació su primogénita, la Infanta Leonor, y al año y medio su segunda hija, Sofía, con las que quedó garantizada la continuidad de la Dinastía. Desde entonces, las prioridades de la Princesa son atender a sus hijas, de las que se ocupa diariamente junto a Don Felipe, y hacer compatible su tarea de madre con sus actividades y las que desarrolla junto al Príncipe.
Compromiso personal e institucional
En los últimos ocho años ha realizado más de 60 viajes al exterior y ha asistido a más de 1.300 actos con el Príncipe y 210 en solitario. También ha recibido a más de 7.000 personas de toda España en más de 200 audiencias. Desde 2007, tiene una agenda propia centrada en la infancia y la juventud, la educación y la sanidad. Hasta ahora ha realizado un único viaje oficial sola al exterior, a Alemania, donde participó en un acto sobre enfermedades raras.
El pasado 22 de mayo los Príncipes celebraron el octavo aniversario de su boda. Con ese motivo, Don Felipe recordaba que ese día «asumimos un compromiso personal e institucional. Y a partir de ese momento, la Princesa se unió al deber, ahora compartido, de trabajar con ilusión y entrega al servicio de los españoles; de fomentar los valores constitucionales, las libertades y nuestra convivencia democrática; y de desarrollar iniciativas y proyectos en beneficio de la colectividad y promover los intereses generales de nuestra nación, tanto dentro como fuera de España. Son esos intereses a los que nos debemos y que constituyen nuestra principal responsabilidad institucional».
Galería fotográfica
Letizia en 40 imágenes
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