El Mundo
Ni encuentros fortuitos, ni flechazo a primera vista, ni el destino... Parece que el cuento de hadas de Grace Kelly contaba con un guión original, y no precisamente del director fetiche de la bella joven —Hitchcock debía estar ocupado—. Muchos vieron la flecha de un cupido llamado Francis Tucker, otros la del mismísimo Aristóteles Onassis, incluso asomó la sombra de unos audaces periodistas en busca del titular perfecto. Sea como fuere, la revista 'Paris Match' puso en el camino a la pareja, o al menos en la misma sesión de fotos, donde pareció saltar la chispa. Un año más tarde, "El príncipe encantador y la reina de la pantalla", como rezaba el titular de la publicación, salían del brazo de la catedral de San Nicolás. Permanecerían juntos hasta la muerte de la actriz en un accidente de tráfico en 1982.
Pero volvamos al principio. Primavera de 1955. Grace Kelly era una hermosa joven, brillante, deseada en los cinco continentes y con una carrera plagada de éxitos... Tras su triunfo con rostro de estatuilla en 'La angustia de vivir', llegaba al Festival de Cannes como la gran musa que era. Una vez allí, en su apretada agenda aparecía programada una sesión de fotos con el príncipe Rainiero de Mónaco.
Lejos de lo que el final de la historia puede sugerir, la actriz no estaba ni mucho menos entusiasmada con la cita, y así se lo hizo saber a Jean Pierre Aumont, con quien retomaba una más que amistad. Fue él, Aumont, quien le recordó que hablaban "de un príncipe de verdad". Ante tal situación, la diosa de Hollywood decidió acudir al reportaje.
Nadie sospechó lo más mínimo. Pero algo ocurrió en ese encuentro. Las cartas entre ambos empezaron a cruzarse. También las visitas de él a EEUU. Finalmente, en menos de un año se había anunciado el compromiso de la estrella con el príncipe monegasco, con anillo de por medio. Pero había una condición: la actriz tenía que abandonar el celuloide para centrarse en sus nuevas labores como miembro de la realeza. Grace dijo 'sí'.
No obstante, antes tuvo que cerrar los proyectos en los que estaba embarcada y que en aquel momento respondían al nombre de 'Alta sociedad', su último filme. Años más tarde, Hitchcock volvió a buscarla para ofrecerle el papel de 'Marnie, la ladrona'. Grace se emocionó ante la posibilidad de volver a la gran pantalla, pero Rainiero no estaba dispuesto a compartirla y se negó.
El 19 de abril de 1956 Mónaco se ponía a los pies de su Alteza Serenísima Gracia Patricia, y viceversa. El enlace, celebrado en la Catedral de San Nicolás, fue ignorado por el resto de casas reales europeas. No obstante, derrochó el glamour de Hollywood. Entre los invitados, más de 1.100, se encontraban Frank Sinatra, Alfred Hitchcock y Cary Grant. Como curiosidad, cerca de 1.600 periodistas cubrieron el enlace que fue visto por 30 millones de espectadores, casi la totalidad de los que en aquellos momentos tenían televisor.
Con respecto al espectacular traje de la novia, la responsable fue Helen Rose —diseñadora principal de la Metro Goldwyn Mayer— bajo la atenta mirada de Grace, quien sugirió una cola más larga. La parte superior era de encaje francés unida a una gran falda por un fajín. La emocionada novia realizó el ritual de vestirse innumerables veces antes del aquel 19 de abril. Un día antes de la boda religiosa, tachada de boda del siglo, se llevó a cabo la ceremonia civil, a la que asistieron unos 80 invitados.
La plebeya Grace cumplió con su papel y llevó la elegancia y el glamour a Mónaco. Estuvo a la altura de su título de princesa, hasta que en 1982 sufrió un accidente en el que perdió la vida. Rainiero de Mónaco nunca lo superó.
jueves, 30 de junio de 2011
Mónaco a los pies de Hollywood
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