sábado, 2 de agosto de 2008

La Torre del Rey Martín, entre la leyenda, la realidad y la admiración

 
Torre de Martí l'Humà por Marc Bosch Matas.
 
JUAN PEDRO YÁNIZ
ABC
 
BARCELONA. Barceloneses y no barceloneses, turistas y eruditos, de paso o enraizados en la ciudad... Todos los paseantes se enamoran de la Torre del Rey Martín -que se supone era una atalaya costera para detectar los bajeles berberiscos que venían a depredar- al deambular por el núcleo duro del antiguo centro histórico: Catedral, Inquisición, Plaza del Rey, Palacio Real Mayor y restos de muralla romana.

La realidad es más prosaica. Martín el Humano reinó entre 1396 y 1410, cuando desde hacía siglos que los peces del Mediterráneo Occidental debían de llevar las barras de Aragón, para lucir su lomo en la superficie del agua y los berberiscos procuraban no acercarse a la costa. En el XVI, con los Barbarroja y Soleimán el Magnífico, volvió a ser peligroso navegar por aguas del Golfo de León, sobre todo hasta Lepanto.

Infatigable labor De lo que no cabe duda es de que el rey Humano tuvo una vocación urbanística acuciada. Su primer proyecto fue construir un nuevo palacio real por la parte baja de las Ramblas, ya había existido uno en el interior del complejo de las Atarazanas. Otra alternativa fue edificar por donde ahora está el Gobierno Militar y el Refino, la antigua Fundición de Cañones y Campanas.

Pero la escasez de numerario en las arcas reales bloqueó el proyecto y el monarca se dedicó a reformar y embellecer el palacio Real Mayor, así como reordenar toda la plaza del Rey. Uno de los objetivos de la reforma es que en el nuevo espacio cuadrangular se pudieran celebrar recepciones de embajadores y personalidades, festejos diversos, justas, torneos y ejecuciones capitales, que entretenían extraordinariamente al pueblo bajo. El lugar quedaba muy cerca de la cárcel, cuyo nombre llevó una bajada próxima, junto a Libretería, por donde pasaron Carlos I y Cervantes en sus visitas, dejando memoria de ello.

También se celebraron mercadillos artesanales. Lo más costoso fue negociar con la autoridad municipal y otras instancias la cesión de los terrenos afectados por las obras. Hubo que expropiar cuatro manzanas de casas y Martín pretendía lograr un espacio alargado como el Borne. La plaza como la conocemos ahora tardó siglos en completarse.

De las construcciones realizadas en el palacio propiamente dicho destaca el Salón del Tinell. El enorme conjunto cayó en un relativo desuso a finales del XV. Únicamente se celebraban sesiones de Cortes.

El siguiente golpe vino con el matrimonio de los Reyes Católicos y el traslado de la Corte a Valladolid. Parte del conjunto fue cedido a la Inquisición y a la Audiencia Real.

Hay que desmentir algunas leyendas, sobre las cuales incluso existen cuadros pintados reproduciendo el momento histórico -que no ocurrió nunca- como fue el recibimiento que habrían hecho los Reyes Católicos, en la escalinata del Tinell, a Cristóbal Colón, al regreso del primer viaje a América, en 1493. Hubo recibimiento, pero fue en el convento badalonés de San Jerónimo de la Murtra, enorme conjunto monumental que desapareció con las quemas de conventos y desamortizaciones del XIX.

En 1555, las Cortes de Monzón ordenaron a la Generalitat construir un anexo al palacio para el lugarteniente o virrey y, en estas obras, se construyó la famosa Torre que se ha atribuido, por la leyenda, al Rey Martín. El palacio del Lugarteniente es la sede actual del Archivo de la Corona de Aragón, con entrada por San Ivo y la plaza del Rey. La Inquisición ocupó primero el espacio del actual Museo Marés y después se traslado a la Pía Almoina (actual Museo Diocesano), donde estuvo hasta 1820.

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