sábado, 26 de julio de 2008

El príncipe Guillermo, nuevo caballero de la Orden de la Jarretera


Terra

El príncipe Guillermo fue nombrado el lunes, por su abuela la reina Isabel II de Inglaterra, nuevo caballero de la Orden de la Jarretera, la más antigua del país. A la solemne ceremonia asistieron la novia del príncipe, Kate Middelton, y varios miembros de la familia real británica.

Fue en la capilla de San Jorge del castillo real de Windsor, al este de Londres, donde Guillermo vistió el atuendo de la orden: una capa negra cerrada por una cadena y un sombrero ornado con plumas de avestruz blancas. Tras el nombramiento, se unió a su padre, el príncipe Carlos, y los otros caballeros para una procesión previa al servicio religioso anual de la orden.Kate Middleton estuvo a la entrada de la capilla junto al príncipe Enrique, hermano menor de Guillermo, en su primera aparición pública en un acto de la familia real. La Orden de la Jarretera se fundó en el año 1348. La decisión de nombrar a sus caballeros es exclusiva de la reina. Además de los miembros de la familia real, la orden tiene otros 24 caballeros, elegidos por sus méritos.

Buckingham: La cubertería de la Reina




POR EMILI J. BLASCO
Todo dispuesto para las grandes ocasiones: la mejor cubertería y la cristaleria más delicada. Isabel II pasó revista ayer a la mesa preparada para un banquete de Estado en el Salón de Baile del Palacio de Buckingham, que podrá ser vista por el público a partir del próximo martes y hasta el 29 de septiembre, dentro del itinerario de puertas abiertas que cada verano se organiza por algunas dependencias de Palacio.
Cubertería de plata y oro proveniente del Grand Service, heredado de los espectaculares servicios de mesa de Jorge IV, se combinan en esta exposición con raras piezas de vajilla, como soperas, copas y platos ornamentales, y fina porcela tanto inglesa como continental. Colocada en forma de herradura, la mesa normalmente tiene lugar para ciento setenta invitados. Aunque esta vez se ha reducido el tamaño para acoger sólo a ochenta y nueve comensales, con el fin de que los visitantes tengan espacio suficiente para moverse a su alrededor.
Durante su reinado, Isabel II ha sido anfitriona de casi cien banquetes de Estado, ofrecidos en la primera noche de estancia en el Reino Unido de un alto mandatario en visita de Estado. De ellos, setenta y siete tuvieron lugar en este Salón de Baile del Palacio de Buckingham; dieciocho en el Castillo de Windsor, que es la residencia principal de la Reina fuera de Londres; y tres en el Palacio de Holyroodhouse, en tierras de Escocia.
Famoso por sus decoraciones de mesa fue el Rey Jorge IV, de quien proceden parte de las piezas aún en uso. Se recuerda el banquete que ofreció en el año 1811 para tres mil invitados en Carlton House, su residencia privada, cuando era príncipe regente. En la cabeza de la mesa mandó colocar una fuente; el agua descendía después por diversas cascadas y acababa en un lago con peces de colores.
Esos despliegues ya no se realizan, pero se mantiene el ceremonial de la Reina Victoria, que introdujo una procesión real antes de la cena. Isabel II y el jefe de Estado visitante reciben en la Sala de Música del Palacio a los huéspedes y luego ambos encabezan la procesión hasta la Salón de Baile, precedidos por el Lord Chamberlain y el Lord Steward. Antes de que se sirva la cena, la Reina propone un brindis por su huésped, quien responde con el mismo gesto.

El abrazo del Rey




EUGENIO FUENTES, Escritor

ABC


ES una fotografía extraordinaria, porque lo revela todo y al mismo tiempo oculta con respeto lo que no es necesario que se muestre. Los dos hombres llevan el paso acorde, se apoyan en el pie izquierdo y tienen el derecho ligeramente levantado, sólo la punta del zapato roza el césped fresco, a punto de seguir hacia delante.


El brazo derecho del Rey rodea cordialmente los hombros de Suárez, como si quisiera ocultar que al mismo tiempo lo está guiando. Sin ser solemnes, el traje oscuro y los zapatos negros de Don Juan Carlos son más protocolarios, el atuendo de Suárez es más informal y veraniego, pero ambos muestran la misma pulcritud, la exacta longitud de las perneras, la geométrica huella de la plancha. Nadie diría que el hombre de la derecha es un hombre enfermo.


Si no los reconociéramos, podríamos pensar que se trata de dos amigos que están de vacaciones, o que pasan un rato de ocio en el jardín de uno de ellos, en una casa de la periferia. Pero sabemos que no es así y que la fotografía muestra una situación delicada y muy difícil para el viejo amigo. El enfermo ya no lo reconoce, pero para él no es un desconocido; sabe que cuando le habla no lo entiende, que las palabras resuenan sin sentido en el vacío de su cerebro, y sin embargo no debe callarse; puede sentir piedad, pero a sí mismo se prohíbe manifestarla.


En la fotografía todo sugiere un entorno amable, que oculta que cuando el Alzheimer avanza hay que guardar fuera del alcance del enfermo los objetos punzantes o candentes, el control de la luz o del gas o del fuego y todo lo que pueda hacerle daño.


También hay que vaciar la casa de espejos. Si se ve reflejado en uno de ellos y no se reconoce, puede creer que está frente a un extraño y provocar una crisis. El seto verde del fondo impide ver que el jardín está cerrado, porque si el enfermo se aleja de allí no sabrá cómo regresar.
Como una antigua moneda que, con el paso del tiempo, ha perdido el rostro que llevaba acuñado y ya es sólo un trozo de metal, así el enfermo de Alzheimer ha perdido su identidad, su rostro y sus recuerdos, y ya es sólo cuerpo, pero cuerpo que aún mantiene sus otras cualidades: es sensible al dolor y a las sensaciones agradables, a un gesto frío y a una sonrisa amable.


También es sensible a un abrazo amistoso y desde algún lugar primario e infantil del corazón, aunque ya no reconozca las palabras, reconoce el afecto y el aprecio, la calidez del brazo que se apoya en su hombro. En la fotografía parece que el Rey le está comunicando un secreto. Y se diría que Suárez lo entiende.

lunes, 21 de julio de 2008

Bélgica celebra el Día Nacional



Hola

La Familia Real asistió anoche en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas al concierto tradicional que precede a las celebraciones21 JULIO 2008


La Familia Real belga comenzó ayer los actos conmemorativos del Día Nacional de Bélgica, que desde 1890 se celebra el 21 de julio en recuerdo de la creación de la ratificación de la constitución del país europeo, durante el reinado Leopoldo I. Si bien los eventos principales están reservados para hoy ya ayer los miembros de la Casa Real asistieron ayer por la noche en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas al concierto tradicional que precede a las celebraciones. En el concierto -que contó con la presencia de los músicos seleccionados en el prestigioso Certamen Reina Isabel- estuvieron presentes los Reyes, el príncipe Felipe acompañado de su esposa, la princesa Matilde, la reina Fabiola, la princesa Astrid con su marido, el príncipe Lorenzo, y uno de sus hijos, el príncipe Joaquín, así como la princesa Claire, esposa del príncipe Laurent. El variado programa de la velada -denominada Preludio del Día Nacional y ejecutado por la Orquesta Nacional de Bélgica junto a solistas como Yossif Ivanov o Isabelle Druet- estuvo compuesto por piezas diversos compositores como Glinka, Rossini, Mozart o Ravel.

Ayer también se retransmitió el discurso del Rey en el que Alberto II hizo un llamamiento a la unidad y a la tolerancia. El discurso fue especialmente emotivo al cumplirse este año el decimoquinto aniversario del fallecimiento del rey Balduino, que estuvo muy presente en las palabras del Soberano belga. "Hace ya casi quince años que el rey Balduino nos dejó, pero aún hoy pervive en la memoria de los belgas", afirmó el Rey. También el Soberano hizo un homenaje en su discurso a la reina Fabiola, que recientemente ha cumplido ochenta años: "En nombre de todos los belgas quiero agradecer a la reina Fabiola por su papel durante treinta años al lado del rey Balduino, y también por la labor que aún hoy desarrolla".

Te Deum, parada militar y visitas por el país


El grueso de los actos conmemorativos, sin embargo, se celebra hoy. Los miembros de la Casa Real se trasladarán por la mañana a diversos puntos del estado para asistir a la tradicional misa Te Deum. Los Reyes, los Herederos y la reina Fabiola asistirán a este acto religioso en la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, en Bruselas. La princesa Astrid y el príncipe Lorenzo, por su parte, estarán presentes en el Te Deum que se celebra en la Catedral de San Salvador de Brujas. Por último, el príncipe Laurent y su esposa, la princesa Claire, estarán presentes en la misa que se dará en la Catedral de San Aubain, en Namur.

Tras el almuerzo, la Familia Real volverá a reunirse en la capital, para asistir en pleno al desfile militar que se producirá en la Plaza de Palacio a las tres de la tarde. Tras la parada los miembros de la Casa Real se trasladarán a distintos puntos de la ciudad para compartir con los ciudadanos el Día Nacional. Los Reyes visitarán el parque Warande en donde se celebra el Olympicnic, un evento en el que las diferentes Federaciones deportivas belgas promueven los deportes, a pocos días de comenzar los Juegos Olímpicos en Pekín. Por su parte la reina Fabiola visitirá la exposición Un puente entre China y Europa que se muestra estos días en el Museo BELvue. Los Herederos harán una visita al stand que el Ministerio de Defensa ha instalado en el Zavel y donde los ciudadanos pueden contemplar aviones de combate, tanques... La princesa Astrid y el príncipe Lorenzo se trasladarán a la Plaza del Museo donde los proveedores reales (las dieferentes tiendas y empresas que abastecen de productos a la Casa Real) mostrarán sus productos. Por último el príncipe Laurent y su esposa, la princesa Claire, harán una visita al Pueblo Europeo, que se ha instalado en la Plaza del Rey y en el que se puede realizar un recorrido por los diferentes países de la Unión Europea.

sábado, 19 de julio de 2008

Que nunca caiga en el olvido




Federico Quevedo
El Confidencial

"¿Quién es?", preguntó. "El Rey", le contestó su hijo Adolfo. "Ah", añadió él por todo comentario, y miró a Su Majestad sin añadir palabra. Adolfo Suárez se ha olvidado de casi todo, pero no de ser cortés y educado. Y amable. Y cariñoso. Sigue observando a los pocos que acuden a verle con esa mirada profunda, directamente a los ojos, diciendo infinidad de cosas con los suyos, cosas que ni él mismo es capaz ya de relatar en palabras comprensibles, pero que hacen que los pocos que tienen el privilegio de estar a su lado sientan por él un cariño especial y mucha nostalgia. El Rey no podía ser menos y se fundió en un abrazo y esta crónica no puede confirmarlo pero, seguramente, más de una lágrima se asomaría a sus pupilas... A ciertas edades es fácil emocionarse con cualquier cosa, pero más todavía ante alguien a quien el propio Monarca le debe tanto. Los dos siguen formando parte de la Historia viva de España, con la diferencia de que uno tiene memoria para saberlo, y el otro guarda en su memoria recuerdos que ya nunca saldrán de ella.

El encuentro era todo emoción. A Adolfo lo acompañaban sus hijos y su cuidador. El Rey y la Reina querían demostrarle un cariño que en sus manos y en sus palabras representaba el cariño de toda España hacia el hombre que hizo posible el sueño de un país libre y pacífico. Cuando Suárez dudó de Su Majestad sin saber identificarle, Don Juan Carlos le regaló una sonrisa y con los ojos venció su resistencia. Y Suárez se dejó. Confió. Hacía casi dos años que no se veían, pero tampoco en esa ocasión el presidente había reconocido al Monarca. El encuentro del jueves, sin embargo, tuvo una magia especial. El Rey echó su brazo al hombro de Suárez, ambos se dieron la vuelta, y dando la espalda a todos salieron al jardín. Suárez Illana, consciente de la transcendencia del momento, buscó una cámara de fotos y salió detrás de ellos. La instantánea forma parte ya, desde ayer, del templo de recuerdos de una época que nunca debe olvidarse. Estuvieron casi una hora. Nunca se sabrá de qué hablaron, ni si hablaron, pero las palabras sobraban porque el gesto encerraba toda una lección para las generaciones presentes y futuras.

Don Juan Carlos y Doña Sofía se habían acercado hasta el domicilio particular de Adolfo Suárez en La Florida para llevarle la máxima distinción que el Rey puede otorgar, el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro. Don Juan Carlos llevaba tiempo queriendo hacerlo, y el jueves, por fin, pudo poner su mano sobre el hombro del hombre a quien él mismo encargó que llevara a cabo la Transición de la dictadura a la democracia, del hombre que trajo a España la libertad y que dio al mundo un ejemplo de fe en la democracia liberal, en la capacidad de diálogo y de consenso, en el respeto a la pluralidad... Ambos habían recorrido un largo camino juntos, y casi treinta años después de que los españoles ratificaran aquel enorme esfuerzo de generosidad, volvían a encontrarse en circunstancias muy especiales, y muy diferentes a aquellas. A la memoria del Rey vendría el día aquel en que Suárez, siendo príncipe Don Juan Carlos y en vida de Franco, le escribió en un papel como creía que debía ser la Transición. Y aquel otro, unos años después, en junio de 1976 cuando lo llamó a La Zarzuela y entregándole ese mismo pedazo de papel le dijo: "Es el momento de llevarlo a cabo".

La sintonía entre ambos, la amistad entre el Rey y aquel al que la Historia confirmará como el más fiel de sus vasallos, había surgido mucho antes. Siempre se entendieron y entre ellos hubo palabras que nunca nadie le hubiera dicho al Monarca y que nunca nadie escucharía de los labios de Don Juan Carlos. A esa amistad se unió el cariño y la admiración que por Suárez y por su mujer, Amparo Illana, sintió, desde el primer momento, la Reina Sofía. No podía ser de otra manera, y por eso el jueves, cuando le cogió entre sus manos, la Reina solo pudo decirle una palabra: "Guapo". Suárez sonrió. Había entendido el piropo y aunque no conocía el rostro ni el linaje de quien se lo acababa de decir, si fue capaz de percibir la trascendencia. El Rey y la Reina sintieron que ofrecían a Suárez el abrazo de todos los españoles, por eso Don Juan Carlos, antes de irse, pidió volver: "Me voy muy contento porque veo a tu padre feliz", le dijo antes de despedirse a Adolfo hijo. Se había hecho, una vez más, justicia con la memoria de nuestra reciente historia, y con un alcance en el gesto que todavía habrá tiempo para valorar. Suárez es hoy el resumen de una pasión colectiva por la libertad, y más que nunca este es el tiempo en el que conviene traerlo a la memoria.

jueves, 17 de julio de 2008

El Rey homenajea a uno de sus servidores más leales

 
El Rey y Adolfo Suárez pasean durante su encuentro.
 
Le ha hecho entrega del Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro

MADRID.- Los Reyes han realizado una cariñosa visita este jueves al ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez, que sufre una grave enfermedad degenerativa desde hace años y le han hecho entrega del Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro.

Don Juan Carlos y Doña Sofía han acudido al mediodía al domicilio familiar. El encuentro ha sido cariñoso y muy entrañable y se les ha podido ver pasear juntos. También han estado presentes otros miembros de la familia Suárez, que han charlado amistosamente con el Rey, muy interesado en el estado de salud de Suárez y en sus cuidados.

Al margen del campo institucional, el Rey y Suárez han mantenido siempre una estrecha relación personal fruto de los intensos años de Gobierno del político que impulsó la Transición. Su relación se fortaleció por la lealtad y confianza demostrada en momentos difíciles.

Tras abandonar la presidencia del Gobierno, la vida del que fuera fundador de UCD y primer presidente del Gobierno de la Democracia, ha sufrido duros reveses, como las muertes de su esposa Amparo Illana y de su hija Mariam, y el cáncer de su otra hija Sonsoles. Desde hace años él sufre además una grave enfermedad degenerativa que le ha llevado a la progresiva pérdida de sus facultades mentales.

Adolfo Suárez gobernó España desde 1976 hasta 1981. Durante su mandato impulsó el Estado de las Autonomías y realizó profundos cambios en la sociedad española en su camino de la dictadura a la democracia. En 1996 recibió el premio Príncipe de Asturias a la Concordia como reconocimiento a su labor política y su importante aportación personal a la convivencia democrática en España.
 
Orden del Toisón de Oro
 
Durante el encuentro privado, el Rey ha hecho entrega a Suárez del Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, que le fue concedido el año pasado. Está alta distinción es la más importante que concede la Casa Real Española.
 
La Orden del Toisón de Oro fue fundada en Brujas en 1429 por Felipe el Bueno, duque de Borgoña, y es la más alta distinción que concede la Casa Real Española.
Sólo otras diecisiete personalidades, entre ellas el Príncipe de Asturias, la han recibido en los últimos treinta años. Don Juan Carlos posee el Toisón desde que se lo otorgara su padre, Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, en 1941.
 
Las dos primeras órdenes que concedió el Rey, en 1977, fueron para Nicolás Cotoner y Cotoner, marqués de Mondéjar, y para Torcuato Fernández-Miranda y Hevia, duque de Fernández Miranda.
 
Cuatro años después, en 1981, serían el escritor José María Pemán y el Príncipe de Asturias, heredero de la Corona, quienes la recibirían, mientras que en 1993 lo fue Beltrán Osorio y Díez de Rivera, Duque de Alburquerque.
 
El Toisón se concede a título personal, no es hereditario ni transmisible, y las insignias, debidamente numeradas, son propiedad de la Orden y deben ser devueltas a la misma tras el fallecimiento del titular. A partir de 1985 la Orden dejó de ser exclusivamente masculina.
 
Entre las personalidades extranjeras que fueron distinguidas por el Rey con el Toisón figuran los nombres de Carlos Gustavo de Suecia y el Gran Duque Juan I de Luxemburgo (1983), Olav V de Noruega (1984), Akihito de Japón, Hussein de Jordania, Beatriz I de los Países Bajos y Margarita II de Dinamarca (1985) e Isabel II de Inglaterra (1988).
Alberto II de los Belgas (1994), Harald de Noruega (1996), Simeón Sajonia-Coburgo (2004), Bhumibol Adulyadej de Tailandia (2006) y el Gran Duque Enrique de Luxemburgo (2007) también fueron galardonadas.
 
La insignia del Toisón (vellocino) consiste en un gran collar de oro, con las armas del duque de Borgoña, compuesto de eslabones dobles en forma de B, entrelazados con pedernales echando llamas.
 
Del collar pende un carnero de oro, alusión al vellocino de oro de la mitología clásica y al carnero de Gedeón.
 
El Toisón nació como una orden de Caballería cuya soberanía quedaba unida perpetuamente al titular de la dinastía Borgoñona y, extinguida ésta, a sus legítimos herederos.
Los herederos son, desde el siglo XVI, los monarcas españoles debido al matrimonio del archiduque Felipe el Hermoso, duque de Borgoña, primogénito de la duquesa María y de Maximiliano de Austria, con doña Juana de Aragón y Castilla, padres de Carlos I de España.

martes, 1 de julio de 2008

Saludo real de la Selección


Los Reyes posan con la selección española.

El Mundo


MADRID.-Después de la fiesta de Colón, llegó el turno de pasar por La Zarzuela. Sin las camisetas de fútbol, trajeados de pies a cabeza, los jugadores han saludado a los Reyes, los Príncipes de Asturias y la Princesa Elena en los jardines del recinto real.

Un acto protocolario, lejos de la fiesta popular vivida ayer, en el que destacó el guiño del Rey a Pepe Reina, el gran animador de los festejos de la selección. Tras el saludo, la foto de rigor con todo el organigrama del combinado nacional, incluidos Jaime Lissavetzky, Secretario de Estado para el Deporte y Ángel María Villar, presidente de la RFEF.

"En líneas generales los Reyes han hablado de la parte humana. Tenemos un gran Rey. Es una gran persona", afirmaba el seleccionador después de saltarse el protocolo para saludar a los seguidores que se agolpaban a las puertas de La Zarzuela.

La próxima parada será La Moncloa, donde ya aguardan decenas de periodistas y en cuyos aledaños se amontonan cientos de aficionados deseosos de ver a sus ídolos.