Mariángel Alcázar
La Vanguardia
Durante años, a Felipe de Borbón se le ha definido como el príncipe más preparado de la historia de España. Ahora, con 40 años, el heredero de la Corona atesora también la experiencia en el cargo que ejerce a plena dedicación desde que, en 1996, concluyó su etapa de formación. Dispuesto a asumir sus responsabilidades futuras desde la madurez de su estabilidad personal, don Felipe tiene el propósito de seguir trabajando para que la práctica del día a día, en lo público y en lo privado, consolide su figura como futuro rey de España.
Felipe, Juan, Pablo, Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia nació en Madrid el 30 de enero de 1968. En aquellos momentos sus padres, los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía tenían un futuro incierto que dejó de serlo el 22 de noviembre de 1975, fecha en la que don Juan Carlos asumió el trono y su hijo, Felipe de Borbón, la certeza de que su destino estaba decidido.
Siempre fue un joven responsable y serio pero desde que alcanzó la mayoría de edad, en 1986, todos sus anhelos personales quedaron supeditados a su formación como príncipe heredero. De los 18 a los 28 años, don Felipe se dedicó a formarse en todas y cada una de las áreas por las que debe transitar un futuro rey de acuerdo con un minucioso plan elaborado en la Zarzuela según las indicaciones del Rey.
Don Felipe ya había iniciado con 17 años su paso por las academias militares, donde realizó unos cursos acelerados que le permitieron entrar en el escalafón de los tres ejércitos. En la actualidad, el Príncipe ostenta los empleos de comandante del Ejército de Tierra (Infantería); capitán de corbeta de la Armada y comandante del Ejército del Aire. Don Juan Carlos estuvo especialmente interesado en la formación militar de su heredero, consciente de que sus compañeros de academia serían, con los años, interlocutores imprescindibles para quien está llamado a ser jefe de las Fuerzas Armadas.
Los estudios universitarios de Derecho y Económicas, en Madrid y un master en relaciones internacionales en Estados Unidos, completaron la formación de don Felipe. Fueron años de estudio que el heredero compaginó con algunas actividades oficiales y, sobre todo fueron años en los que se escudriñó con afán en la vida sentimental de don Felipe. Al Príncipe le empezaron a atribuir posibles novias que, hasta su boda con Letizia Ortiz, fueron formando una lista que encabezó Isabel Sartorius y cerró Eva Sannum.
La relación de don Felipe con Eva Sannum provocó un debate nacional que repercutió en la figura de don Felipe como heredero y dejó en segundo plano la integridad con la que ejercía su función y sus méritos personales e institucionales como representante de la Corona. En esos años, su voluntad se puso a prueba y su empeñó en lograr conciliar su vida personal con su papel institucional marcó su decisión más importante y, también, la única que pudo tomar desde la libertad y la responsabilidad: su compromiso matrimonial con Letizia Ortiz.
La boda del heredero llegó en el mejor momento y aunque la elección de una mujer divorciada, periodista e hija de una familia de clase media causó cierta conmoción y algunas críticas desde los sectores más convencionales, la verdad es que, desde su matrimonio con la princesa Letizia, don Felipe es otro o, mejor dicho, es el que siempre quiso ser. Ha ganado en proximidad y calidez
En los casi cuatro años que han pasado desde la boda real, don Felipe ha sido padre de dos niñas, las infantas Leonor y Sofía, cumpliendo con uno de los deberes de su posición; dar continuidad a la institución monárquica. Su matrimonio y su paternidad han contribuido decisivamente a un mayor conocimiento del Príncipe entre la sociedad española. Don Felipe, apreciado y valorado por todos los miles de interlocutores con los que ha tenido trato directo en los últimos años, está superando algunos estereotipos sobre su persona gracias, precisamente al ejercicio de su trabajo. Don Felipe no es solo un príncipe preparado es, sobre todo, un príncipe en ejercicio. Podía haber sido un príncipe a la espera, pero en la Zarzuela y, de acuerdo siempre con el Gobierno, se optó por un príncipe implicado en el aparato del Estado para atender cuestiones de interés general. Instrumento útil de la política exterior sobre todo en Latinoamérica y con especial interés la defensa de los intereses culturales y económicos de España en el mundo. El Príncipe ejerce también funciones de representación de la Corona en España ante las instituciones y ante las personas. Don Felipe quiere que se le vea como alguien útil, preparado pero, sobre todo con experiencia.
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