Una de las imágenes de la Transición que ha quedado grabada de manera más clara en la memoria de los españoles es la de Don Juan de Borbón cuadrándose ante su hijo, el Rey, e inclinando la cabeza, tras haber renunciado a sus derechos dinásticos en favor de Don Juan Carlos. Era el 14 de mayo de 1977 y treinta años después resuenan todavía las palabras con que acompañó ese gesto: «¡Majestad, por España, todo por España! ¡Viva España, viva el Rey!».
La emoción había embargado a Don Juan mientras hablaba. Su voz tembló, incluso, en algunos momentos. Un reducido grupo de personas -miembros de la Familia Real, allegados a Don Juan y representantes institucionales- asistía al acto en el Palacio de la Zarzuela, conscientes de la importancia de lo que estaban contemplando. Juan III había subrayado su amor a España y su defensa de la Monarquía en un Estado de Derecho durante treinta y seis años, desde la muerte de su padre, Alfonso XIII. Fueron años de franquismo y destierro en los que no faltó el desencuentro de Don Juan con su hijo, cuando Don Juan Carlos aceptó ser designado por Franco como sucesor de su régimen, al margen de las leyes dinásticas españolas.
Pero por encima de ello, la generosidad y el sentido de Estado de Don Juan permitió alejar cualquier tipo de sombras de legitimidad tras la proclamación de su hijo como Rey de España. Ya Don Juan había hecho saber a su hijo que, por el bien de la democracia y de la institución monárquica en España, renunciaba a sus derechos, sin ningún tipo de reservas. Pero su abdicación formal no se produjo hasta aquel acto del Palacio de la Zarzuela, al que deliberadamente las autoridades políticas, todavía presas de muchos temores al pasado, no habían querido dar un mayor relieve. Así se expresó Don Juan: «Instaurada y consolidada la Monarquía en la persona de mi hijo y heredero Don Juan Carlos, que en las primeras singladuras de su Reinado ha encontrado la aquiescencia popular claramente manifestada y que en el orden internacional abre nuevos caminos para la Patria, creo llegado el momento de entregarle el legado histórico que heredé y, en consecuencia, ofrezco a mi Patria la renuncia de los derechos históricos de la Monarquía española, sus títulos, privilegios y la Jefatura de la familia y Casa Real de España, que recibí de mi padre, el Rey Alfonso XIII, deseando conservar para mí, y usar como hasta ahora, el título de Conde de Barcelona. En virtud de esta mi renuncia, sucede en la plenitud de los derechos dinásticos como Rey de España a mi padre el Rey Alfonso XIII, mi hijo y heredero el Rey Don Juan Carlos I».
Don Juan había esperado a que se convocaran las primeras elecciones democráticas sin restricciones de ningún tipo para asegurarse de que la democracia que había preconizado durante cuarenta años se asentaba en España. Su gesto, valorado entonces desde todos los sectores políticos, fue adquiriendo grandeza con el paso del tiempo y, en numerosas ocasiones, tanto en público como en privado, Don Juan Carlos ha reconocido y agradecido la labor y la actitud de su padre, cuyos restos mortales yacen hoy en el Pudridero del Real Monasterio del Escorial a la espera de ser llevados al Panteón de los Reyes de España.
1 comentario:
Yo, que tengo 27 años, cada vez estoy más orgulloso del enorme esfuerzo y sacrificio que asumió nuestro anterior Rey don Juan III. Las escenas de su discurso de renuncia son impresionantes.Enhorabuena, por cierto, al fundador por crear este gran foro.¡¡¡ Viva España y Viva el Rey!!!
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