Noticia del 30 de diciembre de 2005 que por su interés se reproduce hoy aunque hayan pasado 4 días.
SANTIAGO. Como cada 30 de diciembre y desde hace más de tres centurias y media, la lluvia hizo acto de presencia para conmemorar la Traslación del Apóstol Santiago, cuyos restos fueron trasladados desde el puerto de Haiffa (Jerusalén) hasta el puerto de Iria Flavia, en las costas gallegas. Como cada 30 de diciembre, el Rey o un delegado regio en su defecto rememoran este traslado solemne para la iglesia y tan venerado por fieles y peregrinos. Como cada 30 de diciembre, el arzobispo de la ciudad santa, monseñor Julián Barrio, aprovechó su homilía para recordar la fundamental misión de la Iglesia -evangelizar desde la tierna infancia- y la unión de los cristianos por medio de la fe. El mensaje del delegado regio, en esta ocasión Alberto Aza Arias, jefe de la Casa Real, se dirigió directamente al corazón del horror, al implorar la intercesión del Apóstol Santiago para extirpar «la abominable lacra del terrorismo, siempre cruel, vil e inhumano». Pidió al patrón de España por las víctimas de quienes empuñan las armas, escudando a la labor mística «todos los instrumentos del Estado de Derecho y de la cooperación internacional».
El protocolo de la ceremonia -definitivamente institucionalizada en el año 1646 bajo el reinado de Felipe IV- se cumplió a rajatabla: primero, y bajo impetuosas medidas de seguridad que convirtieron a la Catedral y sus inmediaciones en un auténtico fortín -con furgones policiales y efectivos a pie rodeando toda la Plaza del Obradoiro-, el jefe de la Casa Real fue recibido con honores militares y pasó revista a un destacamento de la Brilat (Brigada Ligera Aerotransportable) , con base en Figueirido (Pontevedra). Bajo el molesto «orballo», Alberto Aza se dirigió a los soportales del Pazo de Raxoi, donde tras el correspondiente saludo a la bandera y a las autoridades civiles y militares personadas, se dirigió hasta el pórtico de la Gloria del majesutoso templo. Allí le esperaba puntual en las campanadas de mediodía monseñor Julián Barrio. Paseo por el interior de la Catedral hasta la nave de la Inmaculada y vuelo del «Botafumeiro».
No fueron todos los que son
Nada nuevo. Las curiosidades del día estaban reservadas para los primeros bancos de la Catedral. Las caras de este 30 de diciembre no fueron las de siempre y el Apóstol, en su misa festiva, pudo comprobar cómo en primera fila seguía fiel a su cita el presidente honorífico del Partido Popular, Manuel Fraga, que en esta ocasión acudía a sentarse junto a conselleiros de otro color político (a su derecha, Manuel Vázquez, de Medio Ambiente, José Antonio Fernández, de Economía, y José Luis Méndez Romeu, titular autonómico de Presidencia). Justo detrás de éste, su antecesor en el cargo, Xaime Pita, y el rector de la Universidad compostelana, Senén Barro, en un tercer plano. Sólo un representante del BNG, Fernando Blanco, conselleiro de Industria e Innovación, acudió a la cita con el patrón.
En la otra bancada, siguieron atentos la Eucaristía Emilio Pérez Touriño, presidente de la Xunta, junto a la presidenta del Parlamento gallego, Dolores Villarino, y Manuel Ameijeiras, delegado del Gobierno en Galicia, o Xosé Sánchez Bugallo, alcalde de la ciudad, entre otras personalidades.
La ofrenda y la homilía también contenían un particular «plato fuerte» a la jornada. De un lado, al discurso del oferente, que como es costumbre agradeció la bondad de la acogida de las gentes gallegas y lanzó un mensaje de paz para la Casa Real y los españoles, no le dolieron prendas a la hora de -en plena reforma del Estatuto catalán y gallego con la controversia suscitada acerca del término «nación»- invocar al «abogado protector de España» a iluminar el camino de todos los españoles «como Nación unida, moderna, plural y diversa, y como pueblo que aspira a mayores cotas de prosperidad, justicia y solidaridad». No se olvidó tampoco de «las víctimas del terrorismo y de sus familiares a quienes nos debemos y te encomendamos especialmente» y de denostar el terror que ejercen algunos «con sus acciones, amenazas y extorsiones, y que arrebata brutalmente la vida, siembra el dolor y conculca de forma inaceptable nuestros derechos y libertades».
Reconociendo las apelaciones de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos en su reciente mensaje navideño, Alberto Aza imploró al Apóstol a «promover cada día el más sincero espíritu integrador, el pleno respeto a nuestras reglas de convivencia, la firme voluntad de aunar esfuerzos y la sólida fe en nuestro futuro cristiano».
«Educar en la fe»
A sus palabras contestó en francés, alemán, castellano y gallego el arzobispo de Santiago, que centró su discurso en la misión evangelizadora de la Iglesia. Rozando la polémica surgida en torno a la asignatura de Religión en los colegios, monseñor Julián Barrió se refirió al «eclipse del sentido de lo sagrado en el hombre de nuestros días», lo que invita a «volver a la raíz para estar enraizados y no desarraigados, volver a los inicios para tener principios y fundamentos». Así, apuntó que es preciso evitar que el derecho de «los niños y los jóvenes a ser educados en la fe, desde el inicio del proceso formativo» sea lacerado.
El arzobispo de Santiago concluyó su homilía hablando de la «fraternidad entre los pueblos como fundamento y límite de toda relación humana para construir la convivencia con solidaridad, justicia y misericordia».
El protocolo de la ceremonia -definitivamente institucionalizada en el año 1646 bajo el reinado de Felipe IV- se cumplió a rajatabla: primero, y bajo impetuosas medidas de seguridad que convirtieron a la Catedral y sus inmediaciones en un auténtico fortín -con furgones policiales y efectivos a pie rodeando toda la Plaza del Obradoiro-, el jefe de la Casa Real fue recibido con honores militares y pasó revista a un destacamento de la Brilat (Brigada Ligera Aerotransportable) , con base en Figueirido (Pontevedra). Bajo el molesto «orballo», Alberto Aza se dirigió a los soportales del Pazo de Raxoi, donde tras el correspondiente saludo a la bandera y a las autoridades civiles y militares personadas, se dirigió hasta el pórtico de la Gloria del majesutoso templo. Allí le esperaba puntual en las campanadas de mediodía monseñor Julián Barrio. Paseo por el interior de la Catedral hasta la nave de la Inmaculada y vuelo del «Botafumeiro».
No fueron todos los que son
Nada nuevo. Las curiosidades del día estaban reservadas para los primeros bancos de la Catedral. Las caras de este 30 de diciembre no fueron las de siempre y el Apóstol, en su misa festiva, pudo comprobar cómo en primera fila seguía fiel a su cita el presidente honorífico del Partido Popular, Manuel Fraga, que en esta ocasión acudía a sentarse junto a conselleiros de otro color político (a su derecha, Manuel Vázquez, de Medio Ambiente, José Antonio Fernández, de Economía, y José Luis Méndez Romeu, titular autonómico de Presidencia). Justo detrás de éste, su antecesor en el cargo, Xaime Pita, y el rector de la Universidad compostelana, Senén Barro, en un tercer plano. Sólo un representante del BNG, Fernando Blanco, conselleiro de Industria e Innovación, acudió a la cita con el patrón.
En la otra bancada, siguieron atentos la Eucaristía Emilio Pérez Touriño, presidente de la Xunta, junto a la presidenta del Parlamento gallego, Dolores Villarino, y Manuel Ameijeiras, delegado del Gobierno en Galicia, o Xosé Sánchez Bugallo, alcalde de la ciudad, entre otras personalidades.
La ofrenda y la homilía también contenían un particular «plato fuerte» a la jornada. De un lado, al discurso del oferente, que como es costumbre agradeció la bondad de la acogida de las gentes gallegas y lanzó un mensaje de paz para la Casa Real y los españoles, no le dolieron prendas a la hora de -en plena reforma del Estatuto catalán y gallego con la controversia suscitada acerca del término «nación»- invocar al «abogado protector de España» a iluminar el camino de todos los españoles «como Nación unida, moderna, plural y diversa, y como pueblo que aspira a mayores cotas de prosperidad, justicia y solidaridad». No se olvidó tampoco de «las víctimas del terrorismo y de sus familiares a quienes nos debemos y te encomendamos especialmente» y de denostar el terror que ejercen algunos «con sus acciones, amenazas y extorsiones, y que arrebata brutalmente la vida, siembra el dolor y conculca de forma inaceptable nuestros derechos y libertades».
Reconociendo las apelaciones de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos en su reciente mensaje navideño, Alberto Aza imploró al Apóstol a «promover cada día el más sincero espíritu integrador, el pleno respeto a nuestras reglas de convivencia, la firme voluntad de aunar esfuerzos y la sólida fe en nuestro futuro cristiano».
«Educar en la fe»
A sus palabras contestó en francés, alemán, castellano y gallego el arzobispo de Santiago, que centró su discurso en la misión evangelizadora de la Iglesia. Rozando la polémica surgida en torno a la asignatura de Religión en los colegios, monseñor Julián Barrió se refirió al «eclipse del sentido de lo sagrado en el hombre de nuestros días», lo que invita a «volver a la raíz para estar enraizados y no desarraigados, volver a los inicios para tener principios y fundamentos». Así, apuntó que es preciso evitar que el derecho de «los niños y los jóvenes a ser educados en la fe, desde el inicio del proceso formativo» sea lacerado.
El arzobispo de Santiago concluyó su homilía hablando de la «fraternidad entre los pueblos como fundamento y límite de toda relación humana para construir la convivencia con solidaridad, justicia y misericordia».
Fuente: ABC
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