domingo, 14 de junio de 2020

La Corona, acosada; Sánchez, pasivo

Editorial ABC

En la semana del sexto aniversario del acceso de Felipe VI a la jefatura del Estado, la situación de la Corona española vive la insólita situación de que el propio Gobierno de la Nación es la principal fuente de los ataques que recibe. El antimonarquismo de los dos socios principales de PSOE, es decir, Unidas Podemos y ERC, no solo es un hecho notorio para todos los ciudadanos, sino un elemento aglutinador de las fuerzas de extrema izquierda y separatistas. El derrocamiento del Rey es un objetivo programático común que anima un concreto plan de derogación del orden constitucional, ante lo cual Pedro Sánchez asiste como un Nerón ante la Roma incendiada, dejando hacer, que es tanto como animar. Para la extrema izquierda, la Corona representa la vigencia en España de una democracia parlamentaria de base liberal, un sistema que estos comunistas de viejísimo cuño, como Iglesias, Montero o Echenique, no aceptan porque son incapaces de asumir una organización política basada en la libertad individual. Para los separatistas, la Corona es, como dice la Constitución, el símbolo de la unidad y permanencia del Estado que quieren desmembrar. Los antisistema están, ahora, en el sistema, de la mano de Sánchez y con el aquietamiento de partidos que, como Cs, habían nacido para evitarlos y marginarlos del Gobierno de España.

Los silencios de Sánchez ante los ataques de sus ministros comunistas al Rey no son un gesto de prudencia, ni una forma de marcar distancias frente a ellos, sino una omisión calculada y expresiva de su deslealtad con la Jefatura del Estado. La ejemplaridad que está demostrando Don Felipe, un Rey extraordinario como avala su infatigable trabajo durante toda esta pandemia para estar cerca de los españoles, no bastan. La Corona precisa el apoyo expreso del Gobierno. Pero como heredero del frentismo que implantó Rodríguez Zapatero en el PSOE, en 2003, con el Pacto del Tinel y el revisionismo histórico, Sánchez consiente la escalada antimonárquica porque, en el fondo y en la forma, comparte la repelencia de la extrema izquierda hacia el pacto constitucional de 1978. Por eso, mantiene de vicepresidente a un activista del montón que justifica caceroladas contra la Monarquía, firma acuerdos nocturnos con los custodios de ETA y alimenta constantemente su relación con Esquerra Republicana. La aparatosa, inútil e ilegal decisión de Delgado de encargar a un fiscal del Supremo que investigue a Don Juan Carlos -a quien solo puede investigar un magistrado de la Sala Segunda- ha sido la última incorporación al programa coral que desarrolla la izquierda para dañar el último bastión de la concordia constitucional, que es la Corona. El cambio de régimen es el programa cada día menos oculto y avanza a paso firme a lomos de una progresiva desconstitucionalización de la vida pública.

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