Jorge Vilches
Libertad Digital
Los proyectos para restaurar la Monarquía existieron desde el mismo momento en que Alfonso XIII abandonó España. Sin embargo, a partir de su muerte, en febrero de 1941, la figura de Don Juan emergió como una poderosa posibilidad de presentar un proyecto de nueva España.
Don Juan se inclinaba por un acuerdo con Gran Bretaña para la restauración de la Monarquía, pero Pedro Sáinz Rodríguez, que también jugaba la carta británica, le aconsejó que sondeara el apoyo alemán. Lo cierto es que entre 1940 y 1942 la opinión de que Alemania podía ganar la guerra era mayoritaria, por lo que se veía a Hitler como el próximo y único árbitro de Europa. Contar con el beneplácito del dictador nazi parecía lo más conveniente.
Ribbentrop, ministro nazi de Asuntos Exteriores, convenció a Hitler de que era necesario controlar a Don Juan para asegurarse el apoyo de España, no fuera a ser que Franco cayera por un golpe militar. Esta concepción nazi se fortaleció cuando en los primeros meses de 1941 un enviado de Don Juan comenzó una ronda de visitas a Ribbentrop y a los altos cargos de su ministerio. El mensaje era que el régimen de Franco y Serrano Suñer era débil, que había peligro de golpe por parte de los generales anglófilos, y que era preciso, por tanto, el apoyo nazi para asegurar la lealtad de España a través de una restauración monárquica.
El Gobierno nazi comunicó a Franco entonces que los enviados de Don Juan estaban en Berlín intentando negociar. Parecía que los juanistas se habían decidido por plantear el establecimiento de una monarquía satélite. A esto se sumó la impresión que el Gobierno fascista italiano tenía de la Familia Real española: por un lado creía que al Borbón no le importaba de dónde viniera el apoyo, ya fuera británico o alemán, mientras se produjera la restauración; por otro, que Victoria Eugenia, la madre de Don Juan, se había inclinado finalmente por los nazis, lo que era un contrasentido por los lazos familiares con los Windsor y la sintonía política con los británicos. El caso es que el temor se apoderó del servicio exterior español, que estrechó el cerco sobre los monárquicos.
Franco decidió acercarse a Don Juan para conocer mejor su postura y, en definitiva, controlarlo. El 30 de septiembre de 1941 le escribió asegurando que la Monarquía era el "único camino" y él su "único y legítimo representante". No en vano Don Javier, el pretendiente carlista, se había declarado aliadófilo. Terminaba la carta diciendo que desconfiara de algunos de sus agentes porque albergaban intereses bastardos que no coincidían con los de España. A esta misiva contestó Don Juan instando a que Franco asumiera una regencia "orientada clara y públicamente hacia la Monarquía".
Los generales monárquicos, además, se acercaron al general Muñoz Grandes, que estaba al frente de la División Azul, para que fuera el mediador entre Don Juan y el régimen nazi. La cúpula militar española estaba disgustada, y en la reunión del Consejo Superior del Ejército celebrada el 15 de diciembre de 1941 los monárquicos Kindelán, Orgaz y otros expusieron a Franco la necesidad de que separara el cargo de jefe del Estado del de jefe de Gobierno. Ya fuera por convicción o por soborno británico –como apunta el historiador Manuel Ros–, lo cierto es que se avivaron los ánimos monárquicos entre el generalato español.
Había otra parte de los militares que apostaba por el apoyo alemán. El mariscal Göring recibió un mensaje firmado por generales españoles en el que se le pedía ayuda para la restauración a cambio de la entrada de España en la II Guerra Mundial. A este juego se sumó el general Yagüe en 1942, al sugerir que la "nueva España" se asentara sobre una Monarquía asistida por los nazis; y escribió a Don Juan: "Debemos acercarnos a los nuestros y, en concreto, a Hitler". Yagüe trabajó incluso para concertar una cita entre el príncipe español y Hitler. Sin embargo, parece ser que unos meses antes Don Juan ya había dejado clara su postura respecto al dictador alemán cuando se le propuso el alistamiento en la División Azul:
Mira, yo no me visto de nazi alemán ni juro fidelidad a Hitler por todos los tronos del mundo.
Esa división entre los militares españoles benefició a Franco y le permitió presionar a Don Juan. El 12 de abril de 1942 le escribía diciéndole que el monarquismo no era un sentimiento vivo entre los españoles, pero que a no tardar le ofrecería la "Jefatura total del pueblo y sus Ejércitos" para entroncar con la "monarquía totalitaria" de los Reyes Católicos. En ningún caso, decía Franco, iba a consentir la restauración de una Monarquía liberal. Ahí no quedó el asunto, porque suspendió los viajes del general Vigón y de Serrano Suñer, pensados para tratar el tema de Don Juan en Alemania e Italia, y mando confinar a Sáinz Rodríguez y a Vegas Latapié por conspiradores promonárquicos.
El plan británico para entronizar a Don Juan pasaba por tomar las Canarias. En abril de 1941 el Alto Mando británico aprobó el plan de invasión, fundado en la idea de evitar que se convirtiera en un emplazamiento nazi si Franco acordaba con Hitler la entrada en la guerra. Una vez tomadas las islas, los británicos fundarían un Gobierno español libre, tal y como habían hecho en Francia con Charles De Gaulle, con Don Juan como rey. El plan parecía contar con el apoyo de los generales Aranda, Orgaz, Kindelán y García Escámez, a la sazón capitán general de Canarias. Franco reaccionó, como apunté antes, al enterarse de todo esto por una delación, y cambió los destinos de los militares implicados.
Así, para el verano de 1942 la restauración parecía más lejos al truncarse la vía británica y ser apartados los militares monárquicos. En agosto Don Juan intentó convencer a Muñoz Grandes, quizá uno de los generales más decisivos e influyentes, pero fue inútil. El jefe de la División Azul fue contundente: la única solución era una Monarquía apoyada por Alemania para hacer una revolución fascista, porque si se trataba de restaurar lo que cayó en 1931, él la recibiría "a tiros".
No obstante, tampoco en ese momento la posición alemana en la guerra era la misma, por su enfrentamiento con la URSS y la entrada de EEUU en el conflicto. De esta manera, cuando el consejero de la embajada alemana en España, Gardemann, se puso en contacto con el pragmático Sáinz Rodríguez, refugiado en Lisboa, los términos cambiaron mucho. El nazi proponía la restauración inmediata de Don Juan si la nueva España monárquica se sometía a los planes de Hitler, a lo que el agente juanista contestó que no se podía aceptar porque si Alemania perdía la guerra la Monarquía de los Borbones sería depuesta por los aliados. La vía alemana concluyó definitivamente cuando Franco ascendió a Yagüe y lo envió a Melilla y al Marruecos español.
Se produjo entonces el "giro demócrata" de Don Juan, que concluiría con el excesivamente tardío Manifiesto de Lausana (marzo de 1945), y el juanismo se centró en conseguir el apoyo de los aliados. Nacieron así las declaraciones al Journal de Genéve del 11 de noviembre de 1942, tres días después del desembarco angloamericano en Italia, conocidas como el Manifiesto de Ginebra. En el texto se declaraba neutral y declaraba que su deseo era ser rey de "todos los españoles, definitivamente reconciliados". A esto se sumó la visita del general Kindelán a Franco en El Pardo para exigirle que restableciera la Monarquía. El dictador le repitió que ese era su deseo, y unos días después le destituyó como capitán general de Barcelona.
Era el fin de la posibilidad de una "monarquía totalitaria", con el apoyo de Alemania y el beneplácito o la regencia de Franco. Claro que en septiembre de 1942 Luis Carrero Blanco evacuaba un informe sobre la posibilidad de coronar a Francisco Franco como rey de España. Pero esa es otra historia.
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