domingo, 22 de febrero de 2009

La Infanta Elena, ser o no ser

La Infanta Elena, ser o no ser

Beatriz Cortázar
ABC

En esta racha de libros sobre los miembros de la Familia Real y con el eco aún de la polémica que levantó el que firma Pilar Urbano sobre la Reina, es ahora la Infanta Doña Elena quien se lleva todo el protagonismo con el libro que esta semana sale a la calle y que firma la periodista Carmen Duerto. «La Infanta Elena. La reina que pudo ser» (La Esfera) con una portada que muestra un primer plano de la primogénita de los Reyes, enjoyada y sonriente, y con la melena suelta tras muchos años de matrimonio atada a una trenza.

La autora ha buceado en la vida de Doña Elena desde su más tiernas infancia hasta su paso por los colegios donde estudió. Del Rosales a Santa María del Camino, de los trimestres en Inglaterra a las clases extras de matemáticas. También se analizan algunos de los rumores que siempre han circulado en torno a la Infanta como sus problemas con los estudios o lo infantil que era de adolescente. Algunas profesoras o compañeras de colegio acaban con esas leyendas asegurando que, al igual que les pasaba a ellas, el hecho de estar tan protegida y en un colegio femenino las hizo más inmaduras o infantiles durante unos años.

El carácter y la personalidad de Doña Elena queda reflejado en estas páginas donde se habla de sus grandes aficiones, su gusto por el baile («con su prima Simoneta bailaban flamenco delante de Doña María»), sus arranques de genio («una vez en un concurso hípico llegó a propinar una patada a un fotógrafo»), los accidentes que tuvo, su sentido del humor («es la más Borbón de la familia») y por supuesto de su relación con Jaime de Marichalar y de cómo se pasó del amor al desamor («Uno de los grandes errores de Jaime fue no implicarse en las actividades de la Infanta y que no disimulara su aburrimiento cuando acudía a las cenas de los amigos jinetes»), así como otros detalles sobre «el cese temporal de la convivencia» del matrimonio. Duerto asegura que la Infanta no rehará su vida hasta arreglar legalmente su estado civil.

A pesar de que el subtítulo de este libro la presenta como «La reina que pudo ser», lo cierto es que en el interior de esas páginas también se relata que la Infanta «nunca ha demostrado interés por ser reina ni nunca le ha guardado ningún tipo de resentimiento a su hermano, el elegido».

En cuanto a Jaime de Marichalar, extrañó y mucho que no acudiera esta semana a la fiesta que Louis Vuitton dio en el museo Guggenheim de Bilbao con el artista Murakami como anfitrión y con el dúo Fangoria como sorpresa de la velada con uno de sus éxitos. Extrañó porque sí estuvo el hijo del llamado «emperador del lujo», el joven Antoine Arnault, y ya se sabe que Marichalar trabaja para el grupo LVMH y siempre acude a sus citas tanto en Madrid como en París cada vez que hay un acontecimiento. También sorprendió verle en el desayuno que organizó el presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, en el que, entre otras cosas, pidió que no hiciera falta la autorización de la Administración para hacer un ERE y, lo que más me llama la atención, es la comida que el esposo de la Infanta mantuvo días atrás con la directora de una editorial de libros y una periodista que siempre presume de su amistad con Marichalar. Lo que se esté cociendo en esa mesa es algo que aún es pronto de aventurar.

Pero para dar que hablar nada como los desfiles de la Pasarela Cibeles de Madrid. Como pistoletazo de salida estuvo el pase de la firma TCN, que es de los más deliciosos y femeninos. La actriz y cantante Najwa Nimri fue quien puso su voz a un desfile lleno de sensualidad donde destacó como siempre la lencería y la calidad de sus tejidos pero brilló el pret a porter que ha ido creciendo a medida que han pasado los años llenando de suavidad los armarios de las mujeres. Para aplaudir y realzar, algunos invitados como Nacho Duato, Lucía y Paola Dominguín, Marina Danko o la actriz promesa de la temporada, Cristina Ochoa, hija del escultor Víctor Ochoa. Otra delicia.

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