martes, 27 de octubre de 2009

Palabras de Don Sabino



Son unánimes las palabras de elogio dedicadas a Don Sabino por parte de personas de todos los sectores de la sociedad.

A continuación reproduzco algunas de las frases que han publicado los periódicos que dan buena idea de la personalidad de Don Sabino.

Al Rey siempre le dijo lo que pensaba. Le gustara o no. Incluso llegó a advertirle del riesgo que implicaban algunas amistades aunque en ello le fuera el cargo. "Si siempre le aplaudiera no sería leal", llegó a afirmar. El ex jefe de la casa del Rey era un hombre discreto, pero no silencioso.

"Siempre que me preguntan, opino. A mí España me interesará siempre. ¿Por qué voy a tener que callarme? ¿Por haber estado 17 años al lado del Rey?".

Sin embargo, el general no era un hombre silencioso. Le gustaba expresar sus opiniones a las claras, dejando traslucir sus profundas convicciones morales y católicas, su sentido de la unidad nacional y también sus temores.

Y es que su carrera pareció girar en torno a un concepto tan valioso como intangible: el silencio. "No está necesariamente reñido con la crítica. Yo no quiero presumir de silencio, de callarme porque no puedo decir las cosas gravísimas que sé. Pero el silencio es importante, hay muchas cosas que no interesa decir. He llegado a una edad de máxima prudencia, de no querer ofender a nadie y de pedir perdón y perdonar a los demás", decía en una entrevista concedida tras sobrepasar la barrera de los 80 años.

"Mi papel ha sido siempre secundario, se ha caracterizado por estar siempre al lado de alguien, nunca por encima. Ser secundario es no querer nunca ocupar el puesto principal, sino aconsejar bien y estar siempre al servicio", dijo de sí mismo.

"Todo el mérito es del Rey. Yo sólo tuve la suerte de estar al lado de él, suerte de la que no quiero vanagloriarme. Soy muy compañero de mis compañeros y fue muy triste que gente querida del Ejército se equivocara, lo lamenté muchísimo", decía, humilde.
El hombre que acuñó la famosa frase «ni está ni se le espera» durante muchos años no quiso hablar ni siquiera de la noche del 23-F. En otra entrevista a ABC aseguraba: «Mi papel se redujo a estar al lado del Rey, atender los teléfonos cuando Su Majestad no podía, por la gran cantidad de llamadas que se produjeron, y mantener hasta el final, de acuerdo con las instrucciones del Monarca, una decisión que se tomó desde el primer momento...»

El 22 de enero de 1990 fue nombrado jefe de la Casa de Su Majestad el Rey, sustituyendo a Nicolás Cotoner, Marqués de Mondéjar. En el ejercicio de este cargo, el 30 de abril de 1992, fue nombrado conde de Latores, con Grandeza de España, por su "larga y brillante trayectoria de servicios destacados, militares y civiles, al Estado", según el real decreto publicado en el BOE de 6 de mayo de 1992.

Para él, la lealtad era «decir siempre lo que sientes y estar dispuesto a dejar tu puesto si lo que dices no gusta». «La lealtad estriba muchas veces en la más absoluta sinceridad», decía. Él mismo se definía como «un Pepito Grillo al que en ocasiones (el Rey) tiene ganas de tirarle un mazo a la cabeza». Decía que había aprendido en el Ejército unos valores morales y éticos que trataba de aplicar en todas las situaciones.

Cuando Rosa María Echevarría le hizo una entrevista para ABC hace seis años sobre un libro que acababa de publicar —«Escritos morales y políticos»—, de repente le espetó: «Ahora bien, a mí lo que me gusta es escribir mis memorias». Ante la sorpresa incrédula de la periodista, agregó: «Ha oído usted perfectamente. Es un ejercicio muy saludable que se lo recomiendo a todo el mundo... No sabe lo que disfruto con tantos recuerdos, con tantos sucesos... Y cuando ya los he escrito, los rompo en pedacitos para que nadie caiga en la tentación de ir a buscarlos en la basura... No se imagina todo lo que han ofrecido por ellas...».

Pocos años antes su rechazo a escribir las memorias era mucho más firme: «Es una tentación que siempre atrae, pero en la que jamás caeré». «Lo que puedan ofrecerme los editores no lo necesito. Estoy bien así». «Me dan mucha pena las personas que escriben libros para poner verdes a quienes en su día halagaron». «Eso es despreciable y yo nunca lo haría».

Fernández Campo se declaraba «profundamente religioso» y creía que ello le hacía «poco inclinado a las manifestaciones externas exageradas u ostentosas». Con sus habituales juegos de palabras, decía que tenía «mucha esperanza de salvarme; pero tal vez me pueda salvar el pensamiento de que no merezco salvarme». Asturiano hasta la médula, imaginaba el Cielo como «un lugar lleno de prados verdes y cielos con neblina». Adoraba su tierra, pero no fue él, sino el Rey, quien escogió el nombre de Latores para acompañar al título de conde que le concedió Don Juan Carlos.

A lo largo de su vida, recibió muchísimos homenajes, tantos, que él mismo decía: «Creo que me han reconocido demasiado. Sería feliz si la vida no me castigara más». Pero el homenaje más significativo fue el que se le rindió al cumplir 89 años por su servicio a España y a la Corona. El Rey le envió un mensaje lleno de cariño que el propio Sabino leyó ante las 600 personas que se reunieron en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid: «Ante el éxito, la alegría, el dolor, la contrariedad, el esfuerzo o el riesgo —le decía el Rey—, encontré siempre en ti la integridad del buen militar capaz de asumir siempre su responsabilidad de concluir la superación de las dificultades con un templado “sin novedad”».

Para Sabino Fernández, la Constitución estaba por encima del Rey y era ligándose a ella cómo la Corona podía tener futuro. Con toda claridad y rotundidad lo expresó en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, pronunciado en junio de 1994, cuando, proponiendo una relectura de El príncipe de Maquiavelo, afirmó: «No siempre el fin justifica los medios, ni siquiera atendiendo a esa suprema razón de Estado, si los medios no son lícitos y, mucho menos, si tampoco lo es el fin».

Sabino Fernández ha mantenido su silencio hasta el final, así como su negativa a publicar unas memorias siguiendo el dictado de su admirado Cervantes: «No todas las cosas que suceden son buenas para contarlas (...) Acciones hay que por grandes deben callarse y otras que por bajas no deben decirse».

"Su profunda humanidad le ha convertido en un referente moral indiscutible para todos los españoles de hoy", afirmó el obispo de Oviedo, a la vez que recordó que "por encima de todo fue un creyente, un profundo creyente". Al respecto, citó algunas de las declaraciones públicas de Sabino Fernández Campo, entre las que destacó: "He servido a la Corona con total entrega y lealtad, aunque para mí el único Rey es Dios y sólo ante él me arrodillo".

Sabino Fernández Campo, 'De Cerca'


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