jueves, 1 de junio de 2006

Cien años del atentado que ensangrentó una boda real

El 31 de mayo de 1906, un anarquista lanzó una bomba a Alfonso XIII

Juan Antonio Pérez Mateos
La Razón
 
Hace dos años, el 11 de marzo, España queda estremecida por el terrorismo en la estación de Atocha de Madrid. Tres meses después, el 22 de mayo de 2004, contrae matrimonio Don Felipe de Borbón con Doña Letizia Ortiz. Bisnieto de la Reina Victoria Eugenia y ahijado suyo, protagoniza un enlace regio, el primero de esta índole en España tras el de su bisabuelo el Rey Alfonso XIII con su madrina y bisabuela el 31 de mayo de 1906, única boda real en la España del siglo XX, enlace manchado, trágicamente, por el terror del anarquismo.
   Mayo es un mes clave en la vida de Alfonso XIII, hijo de Alfonso XII y de María Cristina de Habsburgo. Nace un 17 de mayo de 1886 y esta misma fecha, en 1902, es proclamado Rey ante Las Cortes. Viajero y castizo, ha de garantizar la continuidad dinástica. Maura y otras personalidades, incluida su madre, buscan una pretendiente. Ante la cantidad de fotografías de princesas que le muestra al Rey, éste dice: «Yo no me caso con una fotografía», y comienza su periplo en busca de una novia.
   Catolicismo. La elegida será la princesa inglesa Victoria Eugenia de Battenberg. Conocida como Ena, ella es la preferida, a pesar de los bandos y las candidatas. La madre se inclina por princesas centroeuropeas, lo mismo que los conservadores. Los liberales verían con buenos ojos esta elección. No así la extrema derecha española, por su religión anglicana. Ena tendrá, por tanto, que convertirse al catolicismo.
   Alfonso XIII sufre un atentado en París en 1905 y después visita Inglaterra. En el palacio de Buckingham, durante una cena de gala, le atrae una chica rubia y delgada, de ojos azules. El flechazo acaba de surgir. Don Antonio Maura, el embajador Mandas y la emperatriz Eugenia de Montijo, madrina de Ena, «atan» el enlace con la nieta preferida de la Reina Victoria: «¡Una princesa -le aconsejará siempre su abuela- no debe quejarse nunca!». Ena lo llevará hasta la tumba. La pareja comienza el romance con una correspondencia de postales escritas en francés, lengua en la que se comunican. Nacida en Balmoral en 1887, inteligente y moderna, llega con dieciocho años a un país atrasado. Así que trae un aire nuevo a la Corte, la moderniza en colores -avezada al negro y a los lutos-, las mujeres se pintarán los labios y se fuma más de un cigarrillo.
   Pedida en Biarritz por el Rey en la Villa Mauriscot, plantan un olivo, símbolo de felicidad. Desde el palacio donostiarra de Miramar y mediante un telegrama, Alfonso XIII le dice a su madre que se ha comprometido con Ena, quien conocerá una España campesina y retrasada, la de los «males de la patria» de Costa, ante el sueño regeneracionista del Rey. Cuando llega a Madrid, descubre el único hotel existente: el actual París, conocido como «La Fonda». Después surgen el Palace y el Ritz y Madrid se moderniza. Son días de vino y rosas, y España espera el enlace regio. Antes, Ena abjura de su religión anglicana en la capilla del palacio de Miramar, ceremonia que llevará clavada como una espina. Deja atrás su país y llega a la frontera. En el puente del Bisadoa, el Rey le dice: «Ya estás en suelo español».
   Muerta en el exilio en Lausana, nunca olvidaría el largo camino en ferrocarril hasta llegar al apeadero madrileño de El Plantío, y su paso por las estaciones de las ciudades españolas, así como el «¡Viva la Reina!» en la estación de Valladolid; recibimientos clamorosos de gente que quiere contemplar su belleza.Y su marcha en una carroza desde El Plantío hasta El Pardo, escoltada a caballo por el Rey y el Infante Don Carlos. También la comunión temprana del día 31 de mayo de 1906, cuando Madrid es una fiesta, en Palacio casi ni se duerme y veintidós carrozas más las de los nobles están prestas para el cortejo nupcial más fastuoso que se ha visto en España. Después de comulgar y firmar el día anterior las capitulaciones, la pareja desayuna café con churros.
   Ambiente dantesco. Ena se viste en el antiguo Ministerio de Marina, junto al actual Senado. El Rey la espera impaciente en la puerta de la iglesia de Los Jerónimos. Al parecer, él y su madre han recibido un escrito anónimo de un posible atentado. Sin embargo, ese retraso se debe a que el presidente del Consejo de Ministros, Segismundo Moret, se ha quedado dormido. Ena tampoco olvidaría la entrada solemne en Los Jerónimos, templo elegido por el Rey para recorrer Madrid por sus calles principales y ante los representantes de las Cortes europeas.
   Su futura esposa camina hacia el altar sola, delante de su madre, la princesa Beatriz, y de la Reina Cristina, en una ceremonia oficiada por el entonces primado de Toledo, el cardenal Sancha. El machadiano «Madrid, rompeolas de todas las Españas», festivo y adornado, bullanguero, no conoce una estampa tan especial y sorprendente. Cuando la carroza real llega al número 88 de la calle Mayor de Madrid, junto a la puerta del restaurante Baliñas -hoy el tan popular Casa Ciriaco-, el reloj marcaba las dos menos cuarto de la tarde. Fue en ese momento cuando el anarquista Mateo Morral lanza, envuelta en flores, la fatídica bomba desde dieciocho metros de altura. Todo transcurre en sólo unos segundos y el ambiente es dantesco. Hubo muertos y heridos. La carroza real queda salpicada de cristales. El Rey consuela y serena a la Reina. Durante el terrible atentado, el cochero resulta herido y un caballo muerto. Por eso, los Reyes pasan a otra carroza: «A Palacio, despacio, muy despacio», ordena el Rey en medio de la confusión. Al momento, en Palacio saben que los Reyes están bien, que han salvado sus vidas. Al llegar, Alfonso XIII comenta que son «gajes del oficio». Veintitrés muertos y más de cien heridos convierten un día feliz en una tragedia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi bisabuelo fue testigo del atentado y asegura que el ramo de flores chocó con los cables del tranvía rebotando hacia el público. Si no hubiese ocurrido así, el resultado hubiese sido muy diferente.

Francisco Muñoz dijo...

Recientemente me he enterado que mi bisabuelo era precisamente el cochero. Andaba buscando fotos de él.
Un saludo y gracias por el artículo