jueves, 31 de diciembre de 2020

España, con su Rey

Daniel Berzosa 
El debate de hoy

"En un año que —al menos, desde el 14 de marzo— tendría que haber sido de todos a una, Fuenteovejuna, y, lamentablemente, no ha ocurrido en la dirigencia política del país, la Corona, el Rey, Don Felipe VI ha mantenido el norte en todo momento, predicando con el ejemplo. Tanto de su misión constitucional o política, como de su misión histórica o institucional, como de su misión personal o concreto desarrollo de las dos anteriores."

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domingo, 27 de diciembre de 2020

Todo un Rey

Carmen Remírez de Ganuza 
Vanitatis

 ¿Y dicen que no dijo nada? Que un rey ponga la moral por encima de la familia y lo exprese de manera explícita no solo no es nada, sino que es mucho más de lo que cabría esperar de un miembro de una dinastía. Infinitamente más de lo que ningún monarca, salpicado en su Casa por la sombra de la corrupción a lo largo de la historia, haya aceptado pensar siquiera.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Con todos y para todos

Daniel Capó
El Subjetivo

"El Rey nos ha hablado no con el abecedario de la política, tildado de oportunismo, sino con el lenguaje de la paternidad, esa convicción firme de que -a pesar de todo- también esto pasará."

viernes, 25 de diciembre de 2020

El Rey, una garantía para España

Editorial ABC

Con su tradicional mensaje de Nochebuena a todos los españoles, Su Majestad el Rey dio un impecable ejemplo de defensa de la Constitución como garante de «nuestro modo de entender la vida, de nuestra visión de la sociedad, de la dignidad del ser humano y, por supuesto, de nuestros derechos y libertades en democracia». La reivindicación de la Constitución, no como un texto heredado en trámites de caducidad, sino como el fundamento vigente y más sólido de nuestra convivencia frente a quienes se han propuesto derruirla, fue uno de los mensajes más relevantes de Don Felipe, quien además hizo hincapié en que «todos tenemos el deber de respetarla». Fueron sin duda palabras de concordia en unos momentos en los que el independentismo y el populismo de extrema izquierda mantienen su ofensiva contra la Carta Magna, con intentos constantes de derogar muchos de sus postulados esenciales por la vía de los hechos consumados.

No es hora de dar por superada la Constitución, sino de realzarla como solución útil y próspera para muchos de los males que aquejan a nuestra sociedad y frente a quienes alientan la fractura social, la división política y la polarización ideológica de los españoles. De hecho, Don Felipe recordó, invocando un «gran esfuerzo nacional» para la recuperación de España tras la trágica pandemia que nos ha marcado para siempre, que la Constitución es la clave de los avances y progresos conseguidos en democracia, y que a su vez, estos son «el resultado del reencuentro y el pacto entre los españoles después de un largo periodo de enfrentamientos y divisiones». La unidad en los valores democráticos frente a quienes alientan la división, el respeto a la pluralidad sin imponer criterios excluyentes y sectarios, o la capacidad de dialogar para alcanzar acuerdos políticos, son determinantes. Son principios que, como sostuvo Don Felipe, no pueden perder «nunca vigencia por el paso de los años». Por eso, el revisionismo constante que algunos partidos impulsan desde el revanchismo no deberían tener cabida en la España de concordia que reafirmó el Rey con nitidez.

Respetar nuestros principios democráticos y cumplir con las leyes vigentes, en lugar de desobedecerlas -una conducta arquetípica del separatismo-, debe complementarse además con la preservación de los valores éticos inherentes a todos los poderes públicos e instituciones, incluida desde luego la Corona. En este contexto, Don Felipe volvió a trazar una nítida línea roja frente a los comportamientos poco ejemplares ocurridos en su propia familia, en especial con la figura del Rey emérito, Don Juan Carlos, quien por primera vez en democracia estuvo ausente de España en una Nochebuena. En 2014, con motivo de su proclamación ante las Cortes, Don Felipe ya subrayó su indiscutible compromiso y respeto por los principios morales y éticos que los ciudadanos exigen de quienes integran los poderes públicos, desde la Jefatura del Estado hasta el último funcionario. Lo mismo hizo el pasado 15 de marzo, cuando se desmarcó taxativamente de las conductas abusivas y poco ejemplares que diversas investigaciones atribuían a su padre.

El Rey no solo no rehuyó esta espinosa cuestión, que sin duda le afecta como hijo, sino que tuvo la valentía de volver a marcar distancias: esos principios «nos obligan a todos sin excepciones y están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares». El Rey fue concluyente, lo cual es digno de elogio, en la protección de la Corona por encima de las personas insertas en comportamientos irregulares. Por eso incidió en el «espíritu renovador» que inspira su reinado desde el primer momento. Habrá partidos -esos que han iniciado una cruzada de acoso y derribo a la Monarquía desde el seno del propio Gobierno, y que jamás respetan la presunción de inocencia para nadie que no sean sus militantes- a los que no les parezcan suficientemente contundentes las palabras de Don Felipe. Pero sí lo son. Nadie con un mínimo de objetividad podrá sostener que Don Felipe ha declinado sus responsabilidades como Jefe del Estado aun a costa de sufrir fricciones familiares muy dolorosas.

La Monarquía parlamentaria es la auténtica garantía de que nuestro sistema político diseñado en la Transición siga siendo válido para España. Y más aún en estos momentos de zozobra e incertidumbre ciudadana, con una profunda recesión económica en marcha, con muchos empresarios castigados por la pandemia o directamente en la ruina, y sobre todo con cientos de miles de personas echando de menos a tantos seres queridos arrastrados por el coronavirus a la muerte. El emotivo recuerdo para todos ellos, y para todos los colectivos sanitarios que han luchado, y lo siguen haciendo aun a costa de su propia salud, demuestra que Don Felipe es el Rey que merecemos tener porque su compromiso con España, y con nuestro futuro, es irreversible. Es hora de que España, con su Rey al frente, se quiera a sí misma y deje de hacerse daño.

Discurso de Navidad del Rey: “Los principios éticos están por encima de consideraciones familiares”

El País 


Los principios morales y éticos "obligan a todos sin excepciones" y "están por encima de cualquier consideración, incluso de las personales o familiares", ha dicho en su discurso de Nochebuena el Rey, en una alusión velada a las sospechas de corrupción que pesan sobre su padre, Juan Carlos I. Fueron solo 87 palabras al final de un discurso de 1.697, el mensaje navideño más largo de los siete que Felipe VI ha pronunciado hasta ahora. La mayor parte de su intervención la dedicó a transmitir ánimo a la sociedad ante el sufrimiento causado por la pandemia y a llamar a un "gran esfuerzo nacional" para superar sus consecuencias.


"Ya en 2014, en mi proclamación ante las Cortes Generales, me refería a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas", ha señalado Felipe VI. "Unos principios que nos obligan a todos sin excepción; y que están por encima de cualquier consideración de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares", añadió.


Las palabras que ha empleado para referirse a su padre, sin mencionarlo, han sido muy medidas. No ha dicho que "la Justicia es igual para todos", como hizo el propio Juan Carlos I en 2011, en alusión a su yerno Iñaki Urdangarin, implicado en el caso Nóos. Hacerlo habría supuesto reconocer que el rey emérito tiene problemas con la justicia y, de momento, la Fiscalía del Supremo no ha presentado denuncia por los tres asuntos que está investigando.


El Rey ha preferido hablar de "principios éticos" porque, aunque fuera exonerado penalmente, Juan Carlos I ha presentado ante Hacienda una propuesta de regularización de casi 700.000 euros; lo que supone reconocer que cometió fraude fiscal.


Desde que, el 15 de marzo, la Casa Real anunció que Felipe VI retiraba a su padre la asignación económica oficial y renunciaba a cualquier herencia que pudiera corresponderle de sus bienes en el extranjero, el Rey no se había referido en público a la situación de Juan Carlos I, instalado en Abu Dabi desde que salió de España el 3 de agosto. Eso había generado la expectativa de que lo hiciera en su discurso navideño.


Finalmente, el Monarca optó por reivindicar los principios éticos que, dijo, le guían desde su discurso de proclamación, el 19 de junio de 2014, cuando subrayó que la Corona "debe observar una conducta íntegra, honesta y transparente". Y agregó que estos principios están por encima de cualquier consideración de tipo personal o familiar. "Así lo he entendido siempre, en coherencia con mis convicciones, con la forma de entender mis responsabilidades como jefe del Estado y con el espíritu renovador que inspira mi reinado desde el primer día", añadió. Al vincular "la conducta íntegra, honesta y transparente" con el "espíritu renovador" de su reinado, cabe deducir que no siempre fue así.


Frente al lenguaje eufemístico empleado para referirse a la situación de su padre, el Rey ha usado un tono directo y emotivo al abordar los efectos de la pandemia. Ha aludido a las medidas sanitarias que han impedido reunirse a muchas familias estas Navidades, al "vacío imposible de llenar" dejado por los fallecidos, a quienes siguen luchando contra la enfermedad y sus secuelas, a los que viven "la angustia del desempleo" o la tristeza por haber perdido su negocio. "2020 ha sido un año muy duro", ha afirmado, asumiendo que muchos caigan en "el desánimo o la desconfianza". Aunque "la situación es grave", ha pedido afrontar el futuro con determinación: "Ni el virus ni la crisis económica nos van a doblegar [...] Con esfuerzo, unión y solidaridad, España saldrá adelante", ha enfatizado.


Tras asegurar que la superación de la crisis vendrá de la mano de la ciencia, con vacunas —las primeras se administrarán en España el domingo— y tratamientos eficaces, ha subrayado que "la responsabilidad individual sigue siendo imprescindible" y ha pedido "no bajar la guardia".


El Rey ha advertido del riesgo de que la crisis económica causada por la covid-19 "derive en una crisis social", señaló que los jóvenes "no pueden ser los perdedores" y ha instado a "proteger a los más vulnerables y luchar contra las desigualdades que la pandemia ha creado o agravado".


Ante la dimensión de los retos, "enormes pero no insalvables", ha pedido "un gran esfuerzo colectivo [...], un esfuerzo nacional" para superarlos. España, ha dicho, "se ha sentido más unida que nunca en su lucha y resistencia" ante la pandemia; y, aunque hay "aspectos que necesitan ser mejorados y reforzados", ha demostrado ser "una sociedad fuerte con un Estado sólido", como han ejemplificado las Fuerzas Armadas, Cuerpos de Seguridad, Protección Civil, Emergencias y otros servicios públicos.


Europa y la Constitución

El Rey ha elogiado el "compromiso firme" de la UE "con la sostenibilidad y recuperación económica", a través del programa de reconstrucción, que para España supondrá hasta 140.000 millones en ayudas europeas, lo que ofrece "una oportunidad de avanzar y progresar".


Y ha reiterado su compromiso con la Constitución, a la que, ha dicho, "todos tenemos el deber de respetar", ya que "es el fundamento de nuestra convivencia social y política; y representa, en nuestra historia, un éxito de y para la democracia y la libertad".


Frente a la polarización política, Felipe VI ha recordado que los avances de los últimos años "son el resultado del reencuentro y el pacto entre los españoles después de un largo periodo de enfrentamientos y divisiones". "Los valores democráticos, el respeto a la pluralidad y las diferencias y la capacidad de dialogar y alcanzar acuerdos son principios que no pierden nunca vigencia", ha señalado. "Con esfuerzo, unión y solidaridad, España saldrá adelante. Con todos y para todos. Y, como Rey, estaré con todos y para todos", ha subrayado, dejando clara su voluntad de ser Rey de todos los españoles y no solo de una parte.

martes, 22 de diciembre de 2020

Normalizar a la Corona en Cataluña

ABC

Sus Majestades los Reyes acudieron ayer a Barcelona para hacer entrega del Premio Cervantes al escritor catalán Joan Margarit, galardonado con la máxima distinción de nuestras letras en 2019, aunque lamentablemente la pandemia impidió la pasada primavera la tradicional celebración de un acto tan representativo. El momento escogido ha sido ahora, con el desplazamiento de Don Felipe y Doña Letizia a la Ciudad Condal, acompañados por el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes. Fue, según la versión oficial, un acto íntimo y de carácter privado celebrado en un hotel barcelonés con la exclusiva presencia de los familiares del escritor premiado. Sin embargo, sorprende que la entrega de un galardón de esta entidad no figurase previamente en agenda pública alguna, y que solo fuese conocido por la opinión pública cuando ya se había celebrado. Llueve sobre mojado cuando se trata de una visita de Don Felipe a Cataluña, y aunque es comprensible la aspiración de todos los poderes públicos por rebajar al máximo el tono de crispación que siempre agita el separatismo para arremeter contra la Corona, lo cierto es que no puede normalizarse que el desplazamiento del Jefe del Estado a una parte del territorio español deje de ser algo natural y lógico. Antes o después, el Gobierno tendrá que asumir el riesgo de que se interprete que Pedro Sánchez prefiere esconder al Rey antes de generar un conflicto con sus socios independentistas. Porque Cataluña es a todos los efectos una comunidad autónoma más.

Hace unos meses el Gobierno optó por vetar al Rey para que no acudiese a Barcelona a entregar los despachos de los nuevos jueces en la Escuela Judicial. En aquel momento Don Felipe se excusó con el propio presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, porque era evidente que fue el ministro de Justicia quien había considerado no idónea la presencia del Rey. En aquel momento, el Gobierno invocó de modo absurdo cuestiones de seguridad, como si el Estado no tuviese mecanismos de sobra para garantizar la asistencia del Rey a un acto oficial en condiciones de absoluta normalidad. Se trataba de pagar el enésimo peaje al independentismo, con el que Sánchez empezaba a negociar su apoyo a los Presupuestos Generales. Además, en aquellos momentos estaba a punto de dictarse la sentencia que finalmente inhabilitó a Joaquim Torra como presidente de la Generalitat, y el Ejecutivo empleó un criterio de oportunidad política para no irritar al secesionismo, con sus líderes en prisión por sedición. Sin embargo, flaco favor hace La Moncloa a la Casa Real con el ninguneo constante al que someten al Jefe del Estado. Más aún, cuando desde el propio Gobierno los ministros de Podemos se jactan abiertamente de estar preparando la proclamación de otra república en España.

La defensa que hace Sánchez del Rey es insuficiente. Lo ocurrido ayer, alegando que se trataba de un acto íntimo porque no se quería abrumar al escritor, de avanzada edad, demuestra que priman los intereses políticos del Gobierno sobre cualquier guión institucional. Y eso ensombreció el acto más relevante para nuestra literatura, y también para la reivindicación del español como lengua universal. Cuando Margarit fue premiado, ni siquiera se sabía que el Ministerio de Educación iba a ceder ante el nacionalismo revocando la condición del español como lengua vehicular en las aulas. Hoy todo cuadra porque el Gobierno de Sánchez no da puntada sin hilo. Lo ocurrido ayer va más allá de estrictas razones de prudencia. Se semiocultó de manera consciente un acto en el que una vez más el Gobierno actuó de modo impropio con la Corona.