Son las 9 de la noche del 14 de abril de 1931. Un hombre alto y delgado, que adorna su rostro con un bigote para distraer la atención que reclama su colgante labio inferior, sale del Palacio Real de Madrid por una puerta secreta que va a dar al Campo del Moro, la antesala de la Casa de Campo. Es un rey sin trono. Acaba de abandonar su cargo, aunque no ha renunciado a su título porque, como les ha dicho a sus pocos leales antes de dejar el palacio, no puede renunciar a unos derechos que son históricos, de los cuales algún día tendrá que rendir cuentas. ¿Ante quién? Ante la propia historia.
viernes, 31 de julio de 2020
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