ABC
Según una norma vigente desde 1917, si el bebé que esperan los Duques de Cambridge es chico y lleva por nombre –digamos– Jorge, recibiría desde su nacimiento el tratamiento de Príncipe Jorge. Sin embargo, si la primogénita de Catalina y Guillermo resulta ser chica, recibiría el tratamiento de –digamos– Lady Isabel, pero no de Princesa Isabel. Esta habría sido la normativa vigente si la Reina Isabel IIno hubiera emitido un decreto real el último día de 2012, poniendo fin a esta discriminación histórica.
La Reina de Inglaterra ha decidido, con esta decisión conocida solo este miércoles, aportar su granito de arena a la reforma en curso de las normas que rigen la sucesión del trono británico, que eliminará –una vez el proyecto de ley sea aprobado por el Parlamento en las próximas semanas– la preferencia masculina en el acceso al trono y la prohibición de matrimonio con un católico de los herederos.
Un proceso acelerado por el anuncio el pasado 3 de diciembre del primer embarazo de la Duquesa de Cambridge. En este impulso constitucional a la igualdad de género, que modificará leyes que datan de los siglos XVII y XVIII, Isabel II ha querido poner fin a un aspecto menos conocido de este entramado de legislación «machista» que deriva de una decisión de su abuelo, el rey Jorge V, de 1917. Mediante una decisión personal del soberano conocida como Carta Patente, la Reina decidió el pasado 31 de diciembre que «todos los hijos del hijo mayor del Príncipe de Gales recibirán el título de Alteza Real, con el tratamiento de Príncipe o Princesa prefijado a sus nombres de pila».
Raro ejemplo de decisión real sin el parlamento
Se trata quizás del primer «regalo» de bisabuela a una posible primogénita del Príncipe Guillermo y Catalina, que habría sido tratada de «Lady» pero no de «Princesa» en ausencia de esta decisión de la Reina, que constituye un raro ejemplo de poder real extraparlamentario, tramitado a través de la Cámara de los Lores sin un acto formal de consentimiento del Parlamento (aunque siempre con el «OK» tácito de los representantes de la soberanía popular).
En 1917, Jorge V intentó limitar la proliferación de descendientes con derecho a ser tratados como príncipes o princesas definiendo de forma restrictiva los miembros de la Familia Real que debían recibir la consideración de Alteza Real, la condición que da derecho a anteponer al nombre el tratamiento principesco. Según su decisión, solo lo serían los hijos del soberano, los hijos de los hijos del soberano y «el hijo mayor del hijo mayor del Príncipe de Gales», condición que ostenta el heredero al trono británico (Carlos en la actualidad).
Gracias a la modificación realizada por Isabel II, si, dentro de unos seis meses, los Duques de Cambridge tienen una hija, nacerá con el tratamiento de princesa. Además, si –tal y como se espera– sale adelante la reforma impulsada por el gobierno británico, se convertirá al nacer en la tercera en la línea sucesoria, desplazando a su tío Enrique, para convertirse –si las leyes de la biología y de las dinastías sigen su curso– en Reina de Inglaterra en algún punto de la segunda mitad del siglo.
La reforma, sin embargo, ha despertado la preocupción del Príncipe Carlos y de la Iglesia anglicana, que temen que un heredero al trono de los Windsor –y futuro, por tanto, Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra, religión de Estado en Gran Bretaña– pueda ser educado en el catolicismo una vez se elimine la prohibición de hace 312 años de que el heredero se case con un católico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario