El Mundo
Una Monarquía que "integra a todos los españoles" para asegurar "el efectivo ejercicio de todas sus libertades". Son las dos ideas centrales de la alocución que pronunció hace hoy 45 años Juan Carlos I en su proclamación como Rey de España. Franco había muerto dos días antes. Y el monarca asumió su responsabilidad con un discurso largamente preparado, muy medido como exigían las circunstancias históricas, pero en el que estaban ya todas las claves del proyecto político que en apenas unos meses pilotaría para conducir a nuestro país desde la dictadura a una democracia plena y del todo homologable a las del entorno. "Todo dependerá del primer discurso", le había repetido al todavía Príncipe Torcuato Fernández-Miranda, su mentor. Y, en efecto, sus palabras debían servir tanto para calmar a los inquietos sectores de poder del viejo régimen como para trasladar un mensaje inequívoco de renovación y esperanza al conjunto de la ciudadanía y a todos los expectantes grupos de oposición.
Este 45º aniversario coincide con un momento de zozobra en la Casa del Rey por los escándalos de naturaleza económica que señalan a Don Juan Carlos y que nada tienen que ver con el actual titular de la institución, su hijo Felipe VI. Pero coincide también con una feroz y oportunista campaña contra la Corona por parte de la izquierda radical en el Gobierno y de partidos independentistas. Pretenden así en realidad tumbar la Constitución del 78 y el actual sistema político, incluido el principio fundamental de que la soberanía nacional es indivisible y reside en el pueblo español. Con tal fin, asistimos a un preocupante revisionismo y falseamiento de nuestra historia. Por ello es tan importante combatir las falacias con las razones de los hechos incontestables. En el caso de Juan Carlos I, está bien acreditado que mucho antes de que muriera el dictador su hoja de ruta estaba clara: conducir al país hacia un sistema de libertades como las de cualquier democracia europea. La Transición, que arrancó con aquel discurso clave del 22-N, fue modélica. Y los españoles hemos disfrutado gracias a la Constitución del 78 del mayor periodo de prosperidad. Hoy se podrán lamentar conductas nada ejemplares de Don Juan Carlos que ensombrecen su figura, pero en modo alguno se le puede negar su importantísimo legado y su papel central en la consecución de la democracia.