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«No podemos permanecer indiferentes o inmóviles. Debemos reaccionar». «España es una gran Nación que vale la pena vivir, y querer, y por la que merece la pena luchar». «Una Nación que nunca ha claudicado frente a la adversidad ni ha renunciado a ningún sueño». El Príncipe de Asturias aprovechó su discurso más importante del año, en la entrega de los premios que llevan su nombre, para transmitir una inyección de ánimo a los españoles, a los que invitó a construir un futuro «con principios éticos firmes», basado «en el rigor, la seriedad, el esfuerzo y la honradez». Con ese fin, recordó, «la sociedad exige una reflexión rigurosa para nunca más volver a caer en errores y excesos inadmisibles».
Para transmitir este mensaje lleno de carga emocional –el objetivo es ayudar a superar un estado de ánimo colectivo–, Don Felipe decidió no leer el discurso en papel y utilizar el teleprompter, aunque en algún momento de la intervención tuvo que recurrir al papel. Este sistema lo estrenó el pasado septiembre en Buenos Aires, cuando defendió la candidatura olímpica de Madrid. Aunque en aquella ocasión la ciudad española quedó descartada, la intervención del Príncipe recibió numerosos elogios.
Para incorporar esta novedad (el teleprompter), el Heredero de la Corona escogió el mismo escenario en el que hace 33 años pronunció su primer discurso en público: el Teatro Campoamor. Si en aquella ocasión emocionó por su corta edad –tenía doce años–, ayer volvió a emocionar por sus mensajes de ánimo y el gran amor a España y a los españoles que transmitían sus palabras.
A Don Felipe siempre le ha gustado prepararse a fondo sus intervenciones y cuidar los detalles, por lo que el pasado jueves, después de recibir en audiencia a cinco grupos distintos, de asistir al concierto de los premios y de cenar con los patronos de la Fundación Príncipe de Asturias, decidió ir a ensayar al Teatro Campoamor, donde permaneció hasta las dos de la madrugada.
Acompañado por la Princesa, vestida de verde esperanza, y con la Reina, de gris y plata, en el palco de honor, el Príncipe dirigió ante los 1.400 invitados a la ceremonia el único discurso que pronuncia en todo el año que no está supervisado por el Gobierno, aunque por cortesía el Ejecutivo conoce su contenido.
Hubo aplausos para la Reina, la primera que hizo entrada en el teatro, para los Príncipes, a su llegada, y para el Rey, cuando el presidente de la Fundación, Matías Rodríguez Inciarte, pidió a Doña Sofía que hiciera llegar su lealtad y respeto a Don Juan Carlos.
Ejemplo y capacidad de sacrificio
Tras la intervención de los galardonados y la entrega de los premios, el Heredero de la Corona tomó la palabra, glosó la figura de cada uno de los reconocidos y, al final de su largo discurso, hizo una profunda reflexión sobre España. Don Felipe empezó con un recuerdo a la «lección de coraje y solidaridad» que a finales de julio pasdo dio el barrio de Angrois a todos los españoles, cuando sus vecinos bajaron de inmediato a las vías del tren para ayudar a las víctimas del accidente ferroviario.
El Príncipe convirtió el ejemplo de este pequeño pueblo gallego en «una referencia, un estímulo, para hacer frente al pesimismo, la frustración o la desconfianza que afectan a muchos españoles». «Me gustaría animal a que todos ayudemos a susperar –y sé que no es fácil– ese estado de ánimo», dijo. «Lo que de verdad necesitamos es recuperar la ilusión y la confianza que fundamenta cualquier éxito».
También recordó el Príncipe que «el activo más sólido» con el que cuenta España es «nuestra gente». «Los hombres y mujeres de España han hecho frente con gran coraje a la adversidad y han mostrado una capacidad de sacrificio fuera de toda duda». «Son millones los españoles que cada día batallan para salir adelante con honestidad, con esfuerzo, con valentía y con humildad. Ellos son los que reamente hacen de España una gran Nación que vale la pena vivir, y querer, y por la que merece la pena luchar».
Don Felipe destacó la solidaridad que están mostrando muchos españoles: unos, como jóvenes voluntarios y otros, los más mayores, «que están dando un gran ejemplo de generosidad al compartir con os más jóvenes los esfuerzos de una vida llena de sacrificios». «No estamos en la España que entristeció a Unamuno, en la que vive cada cual solo entre los demás». Ni tampoco, agregó, ante «un pesimismo insuperable, como en otras épocas de nuestra historia».
Mensaje positivo de integración
Sin mencionar expresamente a Cataluña, Don Felipe transmitió un mensaje positivo de integración: «Creo firmemente que entre nosotros están muy presentes los sentimientos fraternales generados a lo largo de muchos siglos de convivencia; de compartir profundos vícnulos familiares e históricos, tantas emociones sufridas o disfrutadas colectivamente, juntos». El Heredero de la Corona llamó a «preservar y alimentar» los sentimientos de respeto, estima, afecto y amistad «que nos han dado forma» y hacerlo «siempre y en todo momento, por encima de las tensiones, de las discrepancias y los desencuentros». Defendió una España con democracia y libertad que rechaza la violencia y la intolerancia y que «ha sido capaz de integrar en su seno a personas de diferentes religiones, lenguas y costumbres».
Recordó que España es «una Nación que han construido millones y millones de ciudadanos a lo largo de los siglos y que hoy, todos juntos, en un proyecto compartido, tenemos la responsabilidad de continuar, en una gran tarea siempre inacabada. Una Nación que nunca ha claudicado frente a la adversidad ni ha renunciado a ningún sueño»
Principios éticos e integridad
No obstante, el Príncipe también lanzó una seria advertencia y recordó que «la sociedad exige una reflexión rigurosa para nunca más volver a caer en errores y excesos inadmisibles, con la firme aspiración de construir un futuro basado en el rigor, la seriedad, el esfuerzo y la honradez». Un futuro que, según Don Felipe, debe ser «solidario y con principios éticos firmes, en el que la integridad inspire nuestras vida colectiva y la gestión de nuestros recursos». «Tenemos muchas razones para sobreponernos a la adversidad», concluyó.
Para terminar su intervención, Don Felipe volvió a recurrir al «ejemplo de grandeza y dignidad de los ciudadanos de un pequeño pueblo de Galicia –un gran pueblo ejemplar de España–». Este ejemplo y la obra de los premiados, dijo, «nos reconfortan y nos animan. Nos dan confianza, nos invitan al optimismo y a la esperanza; nos hacen ver que hacer las cosas bien es el camino para hacer un mundo y una España mejor».