miércoles, 29 de marzo de 2006

Lo demandó el honor y obedecieron

Por ANTONIO BURGOS

ABC, 29 de marzo de 2006

SE llama excelentísimo señor don José Antonio García González, pero con los acrónimos que puso de moda la OTAN (que tiene un Diccionario de Siglas que es un tocho así de gordo) le dicen de mote El JEME. Y lo curioso es que no te mete un paquete si se lo dices en su cara. Porque el general es completamente JEME: Jefe del Estado Mayor del Ejército. Honrosa estrella de cinco puntas de Estado Mayor donde serví a la Patria, pero con peor suerte nominativa. Como guripa de la Agrupación Obrera y Topográfica de E.M., en el Palacio de Buenavista no me llamaban El JEME ni sigla alguna, sino El Sevilla; por lo que pronto dejé la carrera de las armas por la de las letras.

Bromas aparte, mi respetado general, que sé querido lector, ha tenido en ABC un emocionado recuerdo para sus compañeros asesinados por la ETA: «Cualquier militar siempre tendrá presente el recuerdo de todos los compañeros y amigos con los que hemos convivido y a los que hemos tenido que enterrar. Fueron años muy duros.»

Tan duros, que el Homenaje a los Caídos no se oficiaba en los días solemnes de las Fuerzas Armadas o grandes ocasiones del ceremonial castrense, sino ante un ataúd cubierto por la bandera de la Patria por la que un militar asesinado había dado su vida. En aquellos duros años, casi nos aprendimos música y letra de ese pellizco en el alma de «La muerte no es el final». Y casi memorizamos el soneto, tantas veces luego manipulado, que empieza «Lo demandó el honor y obedecieron», por cuya autoría me pregunté cuando quisieron «hackear» el himno de la Armada, como si no tuviera sus autores registrados en la SGAE: Pemán y Álvarez Beigbeder.

Muchos creen que este emocionante soneto, al que tanto se le ha metido la pluma para toquetearlo, es anónimo. Otros lo han atribuido a diversos autores, desde Calderón a Manuel Fernández Calvo, poeta y capellán de Aviación. El soneto tiene autor, título y fecha. Surgió, como barrunté, en el entorno de la Comunión Tradicionalista, tras la guerra civil. Se titula «Mártires de la Tradición». Se publicó por vez primera en 1943, en la fiesta de los Mártires de la Tradición que desde 1895 los carlistas celebran el 10 de marzo, aniversario de la muerte de su rey Don Carlos. Su autor es el olvidado poeta Martín Garrido Hernando. Este inspirado requeté burgalés se alistó de voluntario en el Tercio «Burgos-Sangüesa». Pero, asómbrense, no cuando era un muchacho idealista, sino casado y ¡a los 40 años! Escribió un poema tan clásico que muchos creen del Siglo de Oro. Donde expresó conceptos que luego fueron borrados por los que silenciaron su nombre, cual la mención al Rey. Pongo aquí, con la intención que diré al final, el texto original del soneto robado a su autor, Martín Garrido: «Lo demandó el Honor y obedecieron;/lo requirió el Deber y lo acataron;/ con su sangre la empresa rubricaron;/ con su esfuerzo, la Patria redimieron. / Fueron grandes y fuertes, porque fueron/ fieles al juramento que empeñaron./ Por eso como púgiles lucharon,/ por eso como mártires murieron./ Inmolarse por Dios fue su destino;/ salvar a España, su pasión entera;/ servir al Rey, su vocación y sino./ No supieron querer otra bandera,/ no supieron andar otro camino;/ ¡no supieron morir de otra manera!».

Y aquí mi ruego al JEME, con el deseo de que lo pase al ministro por la cadena de mando: ya que las Fuerzas Armadas nunca olvidarán a los militares asesinados por la ETA, ojalá en la ceremonia del Homenaje a los Caídos el impresionante soneto sea devuelto a su pureza original, con las menciones al Rey, a Dios, al Deber-Patria-Honor del himno de la Infantería, ignominiosamente suprimidas todas. Y ojalá sea honrada también, con su propio nombre, la memoria de su autor, el escritor burgalés que se alistó para defender sus ideales en la granazón de su madurez como poeta y como hombre, fallecido en 1984. El nombre de Martín Garrido Hernando no merece el olvido, ni su rotundo soneto, la manipulación oprobiosa de lo políticamente correcto.

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