martes, 2 de octubre de 2007

El Rey sale en defensa de la Monarquía y desencadena un aluvión de apoyos

El Heredero de la Corona

Monárquicos de la secreta

La Monarquía y sus enemigos

NO es casualidad que la Monarquía se haya convertido en los últimos tiempos en objetivo a batir. Un sistema constitucional está configurado por un conjunto de decisiones políticas que forman una estructura compleja. En nuestro caso, la soberanía nacional, el Estado social y democrático de Derecho, los principios de unidad y autonomía y, por supuesto, la Monarquía parlamentaria, pilares de la Constitución vigente, se sostienen unos a otros y resultan inconcebibles como elementos aislados. Por eso los enemigos de la España constitucional han puesto a Don Juan Carlos en el punto de mira. Se trata de provocar una ruptura del modelo que ha supuesto un éxito histórico al permitir que, esta vez para siempre, España ocupe el lugar que merece entre las grandes naciones democráticas. Hay ataques que proceden de la izquierda radical, si bien el número limitado de quienes exhiben banderas y gritan consignas republicanas sitúa este fenómeno en una dimensión limitada. Más grave es el silencio, la ambigüedad o incluso el aliento que les otorgan gentes perfectamente instaladas en el sistema y que deben sus puestos a las libertades que garantiza la Corona. Peor todavía es la deslealtad disfrazada de adhesión racional. Algunos se permiten poner notas a Don Juan Carlos, como si fuera un joven alumno, en nombre de la intolerable soberbia de quien se atribuye la facultad de decidir sobre el bien y el mal. En política todo está inventado. Desde la Grecia clásica, esta actitud se llama demagogia. El populismo es la forma contemporánea de un fenómeno que halaga las pasiones frente a la razón. Con ese fin, resulta sencillo utilizar a antiguos radicales de extrema izquierda que han dado el salto a la extrema derecha y se permiten, en nombre de sí mismos, pedir -ayer otra vez- la abdicación del Monarca. Por lo demás, no ofende quien quiere sino quien puede. Desde este punto de vista, ABC sólo puede esbozar una sonrisa distante cuando otro diario habla de «aldeanismo» o «provincianismo». Las comparaciones son odiosas, y algunos deberían evitarlas por su propio bien.

Don Juan Carlos dijo ayer en Oviedo que la Monarquía parlamentaria ha ofrecido a todos los españoles un largo periodo de estabilidad y prosperidad. Es significativo que Don Juan Carlos tenga que salir en su propia defensa. Frente a la «pinza» de los extremistas de uno y otro signo, la inmensa mayoría social es consciente de la deuda que todos tenemos contraída con la Corona. A pesar de algunos silencios lamentables, crece el número de voces sensatas que ponen de manifiesto el sentimiento colectivo. Los partidos han mirado para otro lado durante algún tiempo, aunque ahora ya se escuchan las pertinentes expresiones de apoyo. Los empresarios, a través de la CEOE, y los sindicatos, como es el caso de UGT, han sabido estar a la altura de las circunstancias. Los obispos han dicho ya lo que mucha gente estaba deseando que dijeran. Frente a la extraña pasividad inicial del portavoz de la Conferencia Episcopal, tanto monseñor Cañizares como monseñor Blázquez, dos prelados a los que se atribuyen sensibilidades diferentes, han pronunciado palabras inequívocas. El presidente de los obispos afirma expresamente que su cercanía a la Familia Real no se limita al ámbito personal, sino que alcanza a la propia institución. Se trata, por tanto, de una descalificación en toda regla hacia el locutor que se permite comentarios despectivos y propaga falacias intolerables ante la pasividad de los responsables de la emisora episcopal.

Lo más repugnante en todo este asunto es la utilización insidiosa de las víctimas del terrorismo, mediante la incalificable afirmación del comunicador en cuestión de que el Monarca está alejado de ellas. La carta abierta publicada hace unos días en ABC es un testimonio concluyente por parte de quienes han sufrido de verdad el daño irreparable que provoca la violencia criminal. Algunos fanáticos o ignorantes, alentados por la malevolencia intencionada de unos pocos, pretenden pasar factura al Rey por su liderazgo moral y político en la Transición. Otros, que se consideran más sutiles, hacen un gesto a medias entre el ridículo y el chantaje, al declararse «protectores» de la Corona siempre que el Monarca haga lo que ellos le manden. Incluso pretenden envolver ese «amarillismo» populista a través de coartadas como la de situar en puestos que carecen de poder efectivo a personas procedentes del mundo académico y cuya imagen pública está vinculada con la Monarquía. Es, en definitiva,una trampa tras otra, siempre al servicio de proyectos de lucro económico y ambiciones personales con la intención de cumplir expectativas insatisfechas en otros tiempos. Cuando se superan ciertas barreras éticas, todo vale, incluso poner en cuestión los cimientos del Estado democrático, propagando teorías falsas sobre el mayor atentado de la historia de España y dando juego a personajes turbios que no merecen ninguna credibilidad.

Vivimos un momento de máxima gravedad para el futuro de la España constitucional, a pesar de que cuenta con el apoyo de una inmensa mayoría de los ciudadanos. Ibarretxe lanza un desafío al Estado. ETA expresa criterios que coinciden en términos objetivos con los propósitos del PNV. Desde Cataluña, crecen las presiones para que se acepte como sea un Estatuto inconstitucional, bajo la amenaza de males mayores. El Gobierno reacciona de forma tibia y está sólo atento a sus intereses electorales. El PP mantiene con solidez los principios esenciales, pero recibe fuertes presiones mediáticas que no siempre es capaz de reconducir. En este contexto, a pocos meses de las elecciones, la campaña contra el Rey es mucho más que una anécdota para convertirse en un grave peligro para la solidez del sistema. Hay muchas formas de debilitar a la Monarquía, unas más aparentes y otras, a la larga, más peligrosas. Entre ellas, la pretensión de convertir a la Corona en apéndice de ambiciones inconfesables. El problema es que el Rey no está al servicio de personas o de grupos organizados, ni lo va a estar nunca, aunque para ello tenga que soportar injurias y mentiras. ABC cumple con su obligación cuando denuncia la «pinza» que practican los extremistas de uno y de otro signo. Es evidente que los hechos dan la razón a este periódico, que por lo demás no necesita reiterar proclamaciones retóricas de fidelidad a España y a la Monarquía. Más de cien años de historia son un aval suficiente al respecto.

lunes, 1 de octubre de 2007

Palabras de Su Majestad el Rey en la inauguración del Curso Académico Universitario 2007-2008

 
Oviedo, 1 de octubre de 2007

En esta solemne apertura de Curso quiero, ante todo, reiterar mi mayor reconocimiento y gratitud a la Universidad española por su brillante trayectoria centenaria, por el prestigio acumulado y el esfuerzo volcado en su misión académica, en su vocación investigadora, y en su afán modernizador del conjunto de la sociedad española.

Un esfuerzo que se refleja en su dinámico presente de servicio a los hombres y mujeres de España, a nuestra ciencia y cultura, a nuestra libertad y a nuestro bienestar.

Una labor que reclama un renovado estímulo y respaldo a sus claustros de profesores, a sus equipos de investigación, a su personal administrativo y de servicios, y a sus alumnos, conscientes de que en la Universidad, en su fuerza y vitalidad, reside la mejor garantía de futuro para todos.

Estímulo y respaldo, sobre todo, para que prosigan con eficiencia en su empeño por alcanzar nuevas cotas de excelencia y por superar los retos de cada momento.

Agradecemos muy sinceramente la amable acogida que nos han brindado las distintas autoridades presentes, en particular las de la Universidad de Oviedo que representa al conjunto de las Universidades españolas en este Acto.

Hoy siento un especial orgullo y esperanza al inaugurar, junto a la Reina, el Curso Universitario para toda España en esta muy querida ciudad de Oviedo.

Orgullo por lo que el Principado de Asturias representa para toda España, por el carácter recio, hospitalario y laborioso de los asturianos, por la solera y dinamismo con que Oviedo se presenta al mundo, y por lo que esta prestigiosa Universidad nos ha aportado y nos aporta.

Esperanza, al mismo tiempo, por las múltiples ilusiones, nuevos proyectos y renovados ideales, que siempre encontramos en quienes integráis la Comunidad Universitaria española.

Nos alegra muy especialmente que este Acto tenga lugar en la Universidad de Oviedo cuando se inicia un importante Curso Académico, marcado por la celebración del Cuarto Centenario de su creación.

Una efeméride por la que queremos felicitar con todo afecto a esta Universidad, fundada por el Arzobispo Valdés Salas, a la que mucho debemos por su fecunda aportación a la más sólida tradición de la Universidad española.

Verdadera cantera de ilustres personalidades, de grandes humanistas y juristas, científicos y profesionales, que han sabido enriquecer nuestra cultura y alentar nuestros mejores afanes de superación.

Como tal, esta Universidad contribuyó a la regeneración cultural española en el tránsito del siglo XIX al siglo XX, gracias al empuje de aquellos destacados intelectuales aglutinados en torno al llamado "Grupo de Oviedo".

A ella también debemos el impulso modernizador, derivado de iniciativas como la Extensión Universitaria, fundada en su seno en 1908.

Aquellos innovadores y sabios profesores demostraron su profunda convicción y compromiso con el papel fundamental que la educación desempeña en el progreso y desarrollo de los pueblos.

Un papel que no ha hecho sino acrecentarse en este mundo en que vivimos, caracterizado por la globalización, el rápido avance del conocimiento, y la implantación de las tecnologías de la información y la comunicación.

Generar, preservar y transmitir el conocimiento, constituyen los tres vértices esenciales de la Institución Universitaria.

Asegurar la formación intelectual y científica de los estudiantes, hacer de ellos profesionales responsables y competentes, así como promover la tarea investigadora, siguen siendo las misiones básicas que nuestra sociedad espera de su Universidad.

Como elemento generador de capital humano y dinamizador de la I+D+i, la Universidad es un factor decisivo para el florecimiento intelectual de la sociedad, para el crecimiento de toda economía abierta, moderna y competitiva.

Pero, también, lo es para formar jóvenes comprometidos con los valores de la convivencia democrática, del entendimiento y del respeto mutuo, de la tolerancia y de la libertad.

Valores que han determinado el más largo período de estabilidad y prosperidad en democracia vividos por España, en el marco del modelo de Monarquía parlamentaria que sustenta nuestra Constitución.

En suma, la Universidad no puede entenderse al margen de su innata proyección social, de su papel crucial en la formación integral de personas capaces de impulsar la España del mañana, en armónica y fructífera vida en común.

Por ello, para encarar con éxito nuestro futuro, debemos hacer de la educación una prioridad esencial, apostar por su extensión y desarrollo.

Hacer de ella un instrumento capaz de lograr la mejor integración de ciencia y humanismo, de acción y reflexión, al servicio de la promoción personal y del progreso colectivo.

Hoy la Universidad redobla sus esfuerzos, no sólo para alcanzar nuevos logros científicos, culturales, económicos y sociales, sino para estimular sus actividades de cooperación internacional, de integración y de solidaridad.

También trabaja con tesón para favorecer el conocimiento de otras lenguas y culturas, así como de nuestro entorno internacional, especialmente europeo, del que depende nuestro bienestar cotidiano cada día más.

En este sentido, España y su Universidad están comprometidas con la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior. Un espacio de competencia, pero también de movilidad y oportunidades.

El Curso Universitario 2007-2008, que ahora comienza, será fundamental para afianzar la mejor participación española en ese gran proyecto universitario europeo.

Un proyecto cuyo éxito requiere mucha coordinación y esfuerzo, contando con la implicación de toda la Comunidad Universitaria Española: docentes e investigadores, estudiantes, y personal de administración y de servicios.

Reitero el profundo tributo de admiración, respeto y gratitud que la Corona debe a la Universidad española en nombre de todos nuestros ciudadanos.

Mi elogio a la muy valiosa y sacrificada labor de sus profesores e investigadores, cuyo esfuerzo diario explica el alto nivel científico y docente de sus Aulas, así como la excelente preparación de miles de nuevos profesionales.

Mi aliento y estímulo se dirigen, asimismo, a todos los alumnos que afrontan este nuevo Curso, cargados de nuevas ilusiones y de la firme voluntad de aprovechar las oportunidades que les abre su formación universitaria.

Al inicio de este Curso Académico, deposito las mayores esperanzas en el conjunto de las Universidades españolas para avanzar unidos en la construcción de una España siempre mejor.

Declaro inaugurado el Curso Académico Universitario 2007-2008.

Habla el Rey: «La Monarquía Constitucional ha propiciado el periodo más largo de estabilidad»

OVIEDO. EFE 

El Rey destacó hoy que "la monarquía parlamentaria que sustenta nuestra Constitución" ha determinado "el más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia vividos por España".
Don Juan Carlos, que presidió la apertura del curso universitario en Oviedo, pidió que se forme a los jóvenes en "convivencia democrática, entendimiento y respeto mutuos, tolerancia y libertad" porque son esos los valores que han hecho posible este periodo de estabilidad democrática.