domingo, 29 de abril de 2007

Crónica del nacimiento de la Infanta Sofía

El Príncipe Felipe posa junto al doctor Recasens (5º por la derecha), y el equipo médico que atendió a Doña Letizia. (Foto: EFE)
 
 
ESTHER MUCIENTES | OLALLA CERNUDA
EL MUNDO

MADRID.- Se llama Sofía y ha nacido mediante cesárea poco antes de las 17.00 horas. El Príncipe de Asturias ha comparecido ante los medios junto al equipo médico que ha asistido a su esposa para dar pormenores del nacimiento de su segunda hija. "Ambas están en perfecto estado de salud", ha dicho el doctor Recasens.

El sexo de la nueva hija de Don Felipe y Doña Letizia fue anunciado por los padres en cuanto ellos lo conocieron, hace ya casi cinco meses. La incógnita ahora es el nombre elegido, así como el peso y la altura de la niña, que serán anunciados en las comparecencias públicas que tengan lugar a partir de ahora.

Según ha confirmado un portavoz de Zarzuela, tras el nacimiento de la niña el Príncipe de Asturias telefoneó "primero e inmediatamente" a sus padres, los Reyes, y acto seguido a sus hermanas, las Infantas.

Letizia Ortiz viajaba, acompañada de su esposo, el príncipe Felipe, en un vehículo que entró por una de las puertas del centro hospitalario.

A las 16.30 horas llegó al centro la madre de la Princesa, Paloma Rocasolano, que saludó a la prensa a su llegada a la clínica, y quince minutos después lo hizo Alberto Aza, Jefe de la Casa del Rey.

La Princesa de Asturias quedará ingresada en la habitación número 17, que está situada en la planta baja del centro y cuenta con cama para acompañante y acceso directo al jardín, como el resto de las 18 habitaciones del área de hospitalización de Obstetricia y Ginecología.

Debido al Puente de Mayo, estos días las instalaciones de la clínica están mucho más tranquilas que de ordinario, y el número de gente en los pasillos ha disminuido notablemente.

La Reina ha recibido en Rusia la noticia, ya que se encuentra desde el sábado en Moscú para el funeral del violonchelista y director de orquesta Mstislav Rostropovich. Tras enterarse, Doña Sofía ha comenzado los preparativos para regresar a España "en cuanto sea posible", según la Zarzuela.
 
Por su parte, los Duques de Palma están esta tarde en Barcelona presidiendo la final del torneo Conde de Godó de tenis. De hecho, los espectadores que seguían por televisión la final pudieron ver como la Infanta Cristina comentaba algo a su esposo Iñaki Urdangarín después de atender una llamada en su móvil que se produjo minutos antes de que la Casa del Rey difundiera el nacimiento de la nueva Infanta de España. Poco después, la Infanta Cristina aseguraba a la prensa que estaba "muy contenta y muy emocionada" por la noticia, de la que se enteró "al recibir la llamada del Príncipe".

En la Ruber, decenas de periodistas congregados en las últimas semanas a la espera de la segunda hija de los Príncipes de Asturias, esperaban impacientes la buena nueva. A diferencia del nacimiento de la infanta Leonor, esta vez las incógnitas eran pocas. Los Príncipes ya anunciaron el sexo del bebé, una niña, incluso dejaron entrever la fecha del nacimiento, el puente de mayo.

De momento, hasta la clínica no se ha acercado ningún miembro de la Familia Real, aunque las medidas de seguridad son abundantes. Dos furgones de la Policía Nacional en ambas entradas al centro, así como un cordón policial que rodea toda la clínica. Curiosos vecinos de la zona se camuflan entre los medios de comunicación en un intento por estar en la primera línea ante el inminente parto, mientras que la clínica ha ofrecido a los numerosos periodistas congregados en la puerta un refrigerio.

La esposa del heredero de la Corona, de 34 años, ha sido atendida en el parto por el equipo que dirige el ginecólogo Luis Ignacio Recasens, el mismo que asistió el nacimiento de la primogénita de los Príncipes. El equipo de pediatras y neonatólogos está encabezado, como en la anterior ocasión, por el doctor Fernando Mar.

El nacimiento de su primera hija, la Infanta Leonor, la Princesa de Asturias ingresó en la clínica unas seis horas antes de que se produjese el nacimiento, "por cesárea ante la no progresión del parto", como precisó su ginecólogo. También en la anterior ocasión el nacimiento se produjo en medio de un puente, en aquella ocasión el de Todos los Santos. En los nueve meses de embarazo, la Princesa apenas ha engordado diez kilos.

La pequeña, cuyo nombre aún no se conoce, es el octavo nieto de los Reyes y ocupará el tercer puesto en la línea de sucesión al Trono, por detrás de su padre, el Príncipe de Asturias, y de su hermana, la Infanta Leonor. Al igual que su hermana, recibirá el tratamiento de Alteza Real.

La Casa Real anunciaba el 25 de septiembre que Letizia volvía a estar embarazada. La noticia sorprendía apenas un año después del nacimiento de Leonor, el 31 de octubre de 2005, y se hacía pública con sólo dos meses de gestación, si bien la Casa Real acostumbra a esperar a que se cumpla el tercero, cuando ya ha transcurrido el periodo de riesgo.

El 28 de noviembre, los Príncipes confirmaban que su segundo hijo también sería una niña. Don Felipe había manifestado su intención de hacer público el sexo del bebé si, llegado el momento, la pareja lo consideraba oportuno. Muchos respiraron tranquilos al conocer la noticia: el debate sucesorio, que se hubiera complicado si el segundo hijo de la pareja hubiese sido un niño, quedaba aplazado.

Letizia Ortiz ha padecido, a lo largo de su embarazo, las molestias "normales" de su estado y ha mantenido prácticamente intacta su agenda oficial. Sin embargo, ha sufrido en este tiempo el que probablemente haya sido el golpe más duro de su vida, la muerte de su hermana Eika.

Fuera de sus apariciones públicas por motivos profesionales, los Príncipes sólo se han dejado ver en la recta final del embarazo y en contadas ocasiones. La primera fue el pasado 4 de abril en un conocido parque de animales de Madrid al que la pareja llevó a su hija Leonor, después de que los médicos desaconsejaron a la Princesa viajar a Palma de Mallorca con el resto de la Familia Real. La última, en una procesión de Semana Santa, también en la capital, a la que acudieron junto a la madre de la Princesa, Paloma Rocasolano.

Nace la segunda hija de los Príncipes de Asturias y octava nieta de los Reyes

A. MARTÍNEZ-FORNÉS

ABC 

Su Alteza Real la Princesa de Asturias da a luz en la Clínica Rúber Internacional de Madrid a la segunda de sus hijas, que ocupará el tercer lugar en la línea de sucesión a la Corona, por detrás de su padre, Don Felipe, y de su hermana mayor, la Infanta Leonor.

A efectos institucionales, la llegada de esta nueva hija y octava nieta de Sus Majestades los Reyes viene a reforzar la continuidad de la Dinastía. A efectos personales, el nacimiento supone una inyección de alegría para una familia que intenta superar el dolor por la muerte de la hermana de la Princesa.
 
En esta ocasión no ha habido sorpresas, pues se trata del primer nacimiento en la historia de la Familia Real en el que se conocía el sexo del bebé con antelación. Aunque la tecnología ha permitido desde hace años determinar el sexo del bebé con imágenes ecográficas a partir de la semana 15 de gestación, hasta ahora tanto las Infantas Doña Elena y Doña Cristina, como los Príncipes de Asturias, han preferido esperar hasta el momento del parto para saber si era niña o varón.   

Fue el pasado 27 de noviembre cuando la Casa de Su Majestad el Rey consideró aconsejable dar a conocer con antelación que el hijo que esperaban los Príncipes de Asturias era una niña, lo que daba un margen más amplio para reformar la Constitución, que da prioridad al varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona. Por tanto, si este segundo hijo de Don Felipe y Doña Letizia hubiera sido niño, la Carta Magna le hubiera situado en el segundo lugar, por delante de Leonor.   

No obstante, como recuerdan desde el Palacio de La Zarzuela, en realidad sólo hay un Heredero de la Corona, que es Don Felipe, y los hijos de los Príncipes ocuparán el mismo lugar en la línea de sucesión hasta que se produzca el hecho sucesorio —es decir, cuando su padre sea Rey—. En ese momento, se aplicará la legislación vigente, o sea la Constitución, reformada o no.   

La recién nacida, igual que su hermana mayor, tendrá tratamiento de Su Alteza Real y recibirá el título de Infanta de España. A la pequeña, que ocupará el tercer lugar en la línea de sucesión, le seguirán su tía la Infanta Doña Elena y sus dos hijos (Felipe y Victoria Federica), y su tía Doña Cristina, seguida de sus cuatro hijos (Juan, Pablo, Miguel e Irene).   

Igual que en el primer embarazo, la Princesa de Asturias fue asistida durante la gestación y el parto por el doctor Luis Ignacio Recasens. También en esta ocasión, Doña Letizia ha sentido desde los primeros meses las molestias propias de su estado, que se han extendido a lo largo de todo el embarazo, lo que la ha impedido acompañar a Don Felipe en numerosos actos institucionales y viajes. Asimismo, la Princesa apenas ha podido desarrollar su agenda propia, ya que el inicio de un programa de actividades particular para Doña Letizia, centrado en la infancia y la juventud, coincidió con el embarazo.   

En principio, la Princesa dedicará los próximos meses a recuperarse del parto y atender a la recién nacida, a la que dará la lactancia materna, tal y como hizo con su hija mayor.  

El nacimiento de esta niña se produce casi año y medio después de que viniera al mundo la primera. En aquella ocasión, Doña Letizia fue sometida a una cesárea y Leonor nació tres semanas antes de lo previsto, por lo que su estancia en la clínica se prolongó durante casi una semana.   

Dos meses y medio después, Leonor fue bautizada en el Palacio de La Zarzuela y fueron sus padrinos Don Juan Carlos y Doña Sofía.

viernes, 27 de abril de 2007

El mejor ahorro, un Rey

Por Íñigo Moreno, Marqués de Laula

ABC

LOS presupuestos anuales que aprueban las Cortes son la medida de los impuestos que pagan los ciudadanos, por lo tanto resulta muy oportuno que cada cual los analice para valorar cómo y en qué se gasta el dinero de todos los españoles. No propongo que seamos tan exigentes como los segovianos del siglo XVI, que ajusticiaron a sus procuradores por contravenir el mandato recibido de los electores, al aceptar sufragar los gastos de la elección de Carlos I para Emperador, pero no sobra un poco de atención al asunto.
Una de las partidas, en otra época muy controvertida, es la asignada a la Casa del Rey. En los presupuestos del 2006 se ha fijado para la Jefatura del Estado la cantidad de 9.050.000 euros, que dividida entre los 44 millones de españoles toca a 0,21 euros cada uno. Para conocer la situación comparativa de los españoles con otros ciudadanos, voy a homologar estas cifras con las que corresponden a las de otros grandes países europeos, países cuya economía es superior a la nuestra.
En Alemania, la cantidad establecida para el presidente de la República es de 21.600.000 euros, y como son 82 millones de alemanes, cada uno colabora con 0,26 euros. Francia tiene asignado para su presidente de la República 30.500.000 euros, su población llega a los 61 millones, por tanto a cada francés le cuesta su presidente la cantidad de 0,50 euros. El presupuesto anual de Inglaterra está fijado en libras esterlinas, pero lo he convertido a euros para mayor facilidad. El epígrafe en cuestión suma 54.000.000 euros, lo que supone 0,91 euros por habitante para mantener a su Reina, ya que suman 59 millones los ingleses.
Por último Italia, con 425.000.000 euros y 57 millones de italianos. Esto supone que cada ciudadano sufraga al presidente de la República con 7,46 euros. Aunque ni siquiera soy un mediano matemático, queda claro que, en términos absolutos, la cifra más baja es la del Rey de España, dato significativo en sí mismo, pues los gastos de cada jefe de Estado deberían ser muy semejantes, independientemente del PIB del país, ya que las obligaciones son similares.
En segundo lugar, resulta que también es el Rey de España, el mandatario menos costoso para sus súbditos considerados individualmente. Con la circunstancia añadida de que la Familia Real no conserva Patrimonio histórico alguno, como ocurre en otras monarquías europeas, pues en el siglo XIX se confiscaron todos sus bienes en un acto que reflejaba poco agradecimiento y ninguna memoria histórica, ya que algunos años antes había el Rey generosamente obsequiado a la Nación con sus colecciones artísticas, al fundar el Museo del Prado. ¿Qué valor tiene hoy ese estupendo regalo de su galería de pinturas? Como los reyes lo son hasta su último día, no caben retiros ni jubilaciones anticipadas, y por lo tanto nuestros circunspectos padres de la Patria, que tan fino hilan cuando se trata de asuntos presupuestarios, no podrán repetir, en esa hipotética cuestión, otra clamorosa unanimidad como la conseguida poco tiempo ha, cuando establecieron la cuantía y forma de sus retiros. Pero, además, hay que considerar otro aspecto que tiene significativa importancia económica: en España no hay elecciones a Jefe del Estado y además de la enorme ventaja que ese hecho aporta al no depender el cargo supremo de partido ninguno y ser, por tanto, verdaderamente independiente, los ciudadanos se ahorran el coste de los correspondientes comicios. Veinticinco años es el periodo de tiempo establecido para una generación, y como las votaciones en España tienen lugar cada cuatro años, se puede evaluar el ahorro de seis de ellas por monarca y, como el coste de esas consultas generales se eleva a 75.000.000 euros, cada rey economiza a su país la suma de 450.000.000 euros, que reducida a cada uno de los españoles, supone 10,23 euros.
Y en esa cifra no están incluidos los gastos electorales en que incurren los partidos políticos y todos los colaterales que siempre se producen; costes ambos que al final recaen en los ciudadanos. Ahora se percibe que si en el siglo XVII, el Rey era el mejor alcalde, en nuestro tiempo supone también el mejor ahorro para su país. Quizás por eso en España, con machacona insistencia, las encuestas presentan a la Monarquía como una de las instituciones más valoradas, es decir, no se discute a Su Majestad Don Juan Carlos I.
Sin embargo, últimamente, se elucubra con la Institución Real. El país no pone en duda que, si ahora goza de una democracia, se debe a la voluntad, al buen hacer y al esfuerzo de quien en 1975 tenía todo el poder sobre sus hombros y voluntariamente se deshizo de él, y luego, en 1981, utilizó su prestigio para abortar un golpe de Estado con la totalidad de las autoridades secuestradas en el edificio de las Cortes. Cierto, el Rey se ha hecho merecedor de su puesto, pero si no fuera así, también sería igualmente útil a la sociedad. Es precisamente la Institución la que es necesaria, no una persona concreta, por valiosa que sea. Hubo años, en los que España no tuvo gobernantes a la altura de su momento histórico, más al final del siglo XX, el destino nos ha regalado la persona adecuada en la hora oportuna ¡Loado sea Dios! Pero las instituciones se forjan para todos los tiempos y son todavía más necesarias en los difíciles que en los favorables.
Por eso, porque España puede mirar con serenidad su futuro, ¡Viva el Rey! Es decir, Juan Carlos I, sus hijos, sus nietos y sus biznietos.

martes, 17 de abril de 2007

La clínica Ruber prepara el escenario para seguir paso a paso el segundo parto de Letizia

EFE

MADRID.- La cuenta atrás para el nacimiento de la segunda hija de los Príncipes de Asturias ya ha comenzado. A menos de quince días para que se produzca el alumbramiento, todo está ya preparado en la clínica Ruber Internacional y en sus inmediaciones para que los periodistas puedan desarrollar su labor.

Cuando el pasado 25 de septiembre la Casa del Rey comunicó oficialmente el segundo embarazo de Doña Letizia, dijo también que el parto estaba previsto para primeros del mes de mayo de 2007.

Aunque algunos medios ya "han ingresado" en más de una ocasión a la Princesa de Asturias en la clínica, hasta la fecha el embarazo se desarrolla con toda normalidad -salvo las molestias digestivas que padece la gestante- y se espera que el nacimiento se produzca de forma natural, según ha informado un portavoz de Zarzuela.

Como en octubre de 2005 la Infanta Leonor nació por cesárea con tres semanas de adelanto, en esta ocasión los responsables del Ayuntamiento de Madrid y del centro hospitalario han optado por tener todo a punto con la suficiente antelación.

El 30 de octubre, cuando ingresó Doña Letizia en el centro, las tarimas para los periodistas estaban preparadas. Pero no así la carpa que se tuvo que montar precipitadamente para que el Príncipe de Asturias, acompañado del equipo médico que atendió a su esposa y a su primogénita, pudiera comparecer ante la prensa.

La experiencia es un grado y, visto lo que ocurrió hace año y medio, la clínica ha montado ya la carpa en el interior del recinto -la sala de prensa que tiene es muy pequeña- por si Don Felipe desea informar personalmente a los medios de comunicación sobre los pormenores del nacimiento de su segunda hija, como hizo con su primogénita.

También los responsables del Ayuntamiento han mejorado las instalaciones preparadas en el exterior del Ruber para que todos los medios puedan desarrollar su trabajo de la manera más cómoda posible y han montado, además de las tarimas, un toldo y unos aseos portátiles, que en la desapacible noche del 30 al 31 de octubre de 2005 se echaron en falta.

Los reporteros gráficos y los cámaras de televisión han comenzado ya a "marcar" su territorio de cara al acontecimiento, y no se descarta que, como ya ocurrió en la noche en que tuvieron a su primogénita los Príncipes, la clínica ofrezca a los integrantes de los medios de comunicación algún tipo de refrigerio para hacer más llevadera la espera habitual en este tipo de acontecimientos.

El Ruber Internacional donde nacerá la segunda hija de Doña Letizia, que será atendida por el mismo equipo médico encabezado por el ginecólogo Luis Ignacio Recasens, se encuentra en un barrio residencial.

En sus cercanías sólo existe un pequeño bar, único refugio para periodistas, policías y miembros de seguridad, durante la semana en que estuvo ingresada la Princesa de Asturias, tras el nacimiento de la pequeña Leonor.

lunes, 16 de abril de 2007

El costurero del Rey

POR PEDRO GONÁLEZ-TREVIJANO
ABC
 
DE un tiempo a esta parte proliferan las colaboraciones sobre la Monarquía en las páginas de este periódico. Recuerden el excelente artículo de su director, José Antonio Zarzalejos, Monarquía y Sucesión, en el que se analizaba la futura reforma constitucional, que eliminará la discriminación por razón de sexo en la sucesión a la Jefatura del Estado. Las agudas reflexiones de Manuel Jiménez de Parga, en Presencia del Rey en la política española, acerca de la intervención del Monarca en la vida nacional, «una presencia que no podía ser tan neutra que supusiera que no se pronunciara nunca, o que nunca se supiera que se pronuncia para moderar la que necesita ser moderado». Las lúcidas argumentaciones de Óscar Alzaga, en Sobre la Sucesión de la Corona. La inteligente Tercera de Manuel Ramírez, Apostando por la Monarquía, donde se refrenda la vigencia de la institución monárquica en la figura de Don Juan Carlos y, el día de mañana, con Don Felipe de Borbón, uno de los futuros reyes con mejor preparación en nuestra historia. Y, por último, también me atrevía a realizar unas consideraciones, con el título de La Monarquía real, en las que resaltaba el perfil de la Monarquía española, esencialmente entroncada en la realidad social y política nacional. Una realidad a la que, por su íntima estructura y funcionamiento cotidiano, pertenece de facto y de iure.
Pues bien, me animo, de nuevo, a esbozar unas ideas sobre el papel de la Corona en el régimen constitucional instaurado por nuestra Carta Magna de 1978. Una labor apuntada en el artículo 56.1 de la Constitución, precisamente el precepto que abre su Título II -regulador de la Corona-. En él se expresa que el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de sus instituciones, al tiempo que es el máximo representante de la Nación española en las relaciones internacionales. Unas funciones ejercidas de forma modélica por Don Juan Carlos. Una ejemplaridad que ha revestido, sin embargo, perfiles distintos, según las situaciones políticas vividas en estos años.
En efecto, y de aquí el título de estos apuntes, Don Juan Carlos ha dispuesto de un surtido y excelente costurero real con que hacer frente a los retos de su ya largo reinado. Su costurero real ha servido tanto para ayudar, y además de forma directa y principalísima, a la confección del actual traje constitucional -nuestra Constitución de 1978-, como, cuando ha sido necesario, restañar sus rotos y devolver al traje su debido empaque. Y en ello Don Juan Carlos, como la Penélope de la Odisea de Homero -«Un dios me inspiró al principio que me pusiera a tejer un velo, una tela sutil e inacabable (Canto XIX)»- ha sabido, según fueran las exigencias del país, tanto coser como descoser. Unas veces de forma reposada, otras de manera inmediata. En ocasiones con hilos livianos, en otras con hebras más gruesas. A veces a mano, otras a máquina. Como experimentado sastre, ha desarrollado pues su oficio de sastre constitucional con oportunidad, rigor y sabiduría.
Y así, en un primer momento, se situó a la cabeza del proceso de reconciliación nacional tras una larga dictadura nacida de una fratricida Guerra civil. Para ello hizo posible, como activísimo «motor del cambio», el desmantelamiento de las asfixiantes estructuras franquistas y su sustitución por un verdadero régimen constitucional. Primero, al hilo de la Ley para la Reforma Política -recordemos el título, Lo que el Rey me ha pedido, del libro de Pilar Fernández-Miranda sobre su padre, el nunca suficientemente valorado Torcuato-; y después, a partir de la Constitución de 1978, avalando, con su contrastado hacer diario, su consolidación y eficacia.
De esta suerte, se ponía término a unas Leyes Fundamentales que, en lugar de servir de instrumento para la limitación del poder, eternizaban la intervención de los poderes autócratas de la dictadura. Allí no había traje constitucional, pues éstas no eran sino, en la terminología de Loewenstein, un «burdo disfraz». Así las cosas, en su eliminación, es decir, en el descosido decidido y completo de sus totalitarias costuras, Don Juan Carlos se puso al frente de la Transición Política y, más tarde, del mismísimo proceso constituyente de 1978.
Y ya, en la fase de elaboración de la Constitución, el Monarca prestó su auxilio, desde el inicio y de manera continuada pero, eso sí, sin intervenir en su gestación y contenidos. ¡Por fin, una Constitución con mayúsculas! Una Constitución donde el proceso político se adapta satisfactoriamente a las normas constitucionales. La Constitución de 1978 es, como reiteraría Loewenstein, «un traje que sienta bien y que se lleva realmente». Un traje adecuadamente confeccionado, el traje de la España constitucional, en el que Don Juan Carlos vislumbró y auspició sus mejores hechuras y caídas.
Aunque no ha quedado aquí el uso del costurero real por Don Juan Carlos. También tuvo que impedir -con ocasión del frustrado golpe de Estado del 23 de febrero de 1981- el grosero desgarro del tejido de nuestro traje constitucional. Con la firmeza de las convicciones más íntimas, evitó el restablecimiento de otro vergonzoso y harapiento disfraz. Por hacer un parangón literario, como en el cuento El sastrecillo valiente (Siete de un golpe) de los hermanos Grimm, cortaba las cabezas de los peores dragones.
Pero aún podríamos decir algo más de esta labor de sastre constitucional. Un sastre que en el ámbito de las relaciones internacionales desarrolla una acción eficacísima en el restañado y remiendo de su lustre, cuando por nuestros poderes públicos se ocasionan deterioros por falta de prudencia, celo o competencia. El prestigio y ascendencia del Monarca en tales foros ha sido así cauce privilegiado en circunstancias por todos conocidas. Cómo no recordar su viaje a Estados Unidos, y su entrevista con el presidente Bush, tras el menoscabo de nuestras relaciones diplomáticas por la retirada de las tropas de Irak; o el reciente viaje a Argel, suavizando el disgusto del Gobierno de Argelia por la política española en el Sahara y el papel concedido a Marruecos.
A lo que debemos sumar un debido recordatorio: en la utilización del costurero real Don Juan Carlos ha disfrutado siempre del elegante savoir faire de Doña Sofía, atenta a la buena ejecución de las puntadas, a los pertinentes zurcidos, al mejor corte de los pliegues y a la correcta confección de nuestro traje constitucional. Se hacen pues ciertos los versos de Lope de Vega (El perro del hortelano): «Toda es vana arquitectura, / porque dijo un sabio un día, / que a los sastres se debía, / la mitad de la hermosura».
En fin, a diferencia de los cuentos del Infante Don Juan Manuel, De lo que aconteció a un rey con los burladores que hicieron el paño o de Hans Christian Andersen, El traje del nuevo Emperador o El Emperador va desnudo, en la España constitucional no existen ni los tres malos sastres del cronista castellano, ni los pícaros Guido y Luigi Farabutto del literato danés (presentando a un rey desnudo como efectivamente vestido), pues la labor de diestro sastre la desempeña el propio Don Juan Carlos. Por ello, no extraña que en momentos de crispación y de perplejidad, los españoles pongamos los ojos -por más que, ¡qué no nosconfundan!, la Monarquía satisface su principal papel en los tiempos de aburrida normalidad política- en una institución estable y referencial de nuestro mejor presente y futuro.

domingo, 15 de abril de 2007

El príncipe Carlos aconsejó a su hijo Guillermo que tomara una decisión sobre su noviazgo con Kate Middleton

EFE
LONDRES

El príncipe Carlos de Inglaterra aconsejó a su hijo Guillermo que tomara una decisión sobre su noviazgo con Kate Middleton: comprometerse o poner fin a la relación, según ha revelado el dominical británico The Sunday Telegraph .

Toda la prensa británica conjetura hoy sobre las razones por las que una pareja aparentemente estable ha puesto fin a una relación que se hizo pública hace cuatro años y que, para muchos, estaba abocada a acabar en boda.

Según fuentes próximas a la familia real, el heredero a la corona británica consideraba injusto que la joven, de 25 años, tuviera que soportar indefinidamente el acoso de los fotógrafos si finalmente su hijo mayor, de 24, no iba a casarse con ella.

Y, por ello, el príncipe de Gales "aconsejó recientemente a Guillermo que pensara en tomar una decisión en un sentido u otro", según esa fuente.

Reunión familiar

News of the world , el dominical de The Sun, el periódico que adelantó este sábado la noticia, apuntaba hoy que la decisión de poner fin al romance fue tratada en una reunión de la familia real celebrada hace diez días en la que la soberana, Isabel II, declaró: "No tengas prisas por casarte, no queremos otra Diana".

La Reina dio este consejo a su nieto, segundo en la línea de sucesión al trono británico, después de que Guillermo hubiera revelado en esa reunión, a la que también asistió su padre, que no pensaba casarse en un futuro cercano y que prefería centrarse en sus deberes con el Ejército y el Estado.

La pareja rompió el pasado fin de semana y, según Sunday Mirror, fue el príncipe el que dejó a Kate.

Según las fuentes citadas por ese rotativo, ella estaba harta de las juergas de Guillermo con sus compañeros y a él le molestaban las solicitudes de la joven para que pasara los fines de semana con ella en Londres. "No tengo 36 años y no estoy casado. Tengo 24 y solo quiero divertirme un poco", dijo el príncipe a sus amigos, según ese tabloide.

miércoles, 11 de abril de 2007

España: Patria, Nación y Estado (1812-1978)

Por Antonio Fontán
ABC
 
EN la milenaria Cádiz, a pocas semanas de sus alegres e incomparables carnavales «iocosae Gades», (decía ya hace veinte siglos el poeta hispano Marcial), las instituciones y entidades culturales, sociales y políticas de la ciudad, en unión de las autoridades, rinden homenaje todos los años el 19 de marzo a la Constitución del «doce», la famosa «Pepa» como se la llama por haber nacido el día de San José. Tradicionalmente se pone fin a estas conmemoraciones con una ofrenda floral en el monumento que la ciudad elevó en su honor al cumplirse los primeros cien años de la aprobación por las cortes gaditanas de la primera Constitución moderna de España. Al terminar el popular e histórico acto, se iza una gran bandera de España, mientras una banda militar toca el Himno nacional y un pelotón de soldados, vestidos a la usanza del XIX, disparan una salva.
La Constitución gaditana no tuvo mucha suerte como ley. Sólo rigió los destinos nacionales en tres momentos o periodos de corta duración. Poco más de un día en 1814, tres revueltos y confusos años entre el 20 y el 23 y unos meses en 1833, desde la inauguración del reinado de Isabel II, niña, hasta el Estatuto Real del 34. No obstante, políticos y estudiosos reconocen que con su labor constituyente las Cortes de Cádiz fueron un episodio de gran trascendencia en la historia de España. El texto del «doce» inaugura la modernidad y pone punto final al «antiguo régimen». Tras casi dos siglos con «la Pepa» en los archivos, siguen en pie algunos conceptos y principios políticos fundamentales que en ella se proclamaron por primera vez en España, que actualmente están incorporados al sentir general de la mayor parte de la ciudadanía y que no han dejado de alentar en casi todas las demás Constituciones democráticas que ha conocido el país entre 1837 y 1978.
El primero de estos conceptos es el de «patria», que es histórico y racional, pero también y quizá en primer término, emotivo. Habló de él en una especie de grito de socorro que encontraba eco en la gente, el famoso alcalde Andrés Torrejón «¡Españoles, la patria está en peligro!». Él, regidor de Móstoles, puso la voz y la firma, si bien parece que la idea y su expresión se deben, al ilustrado erudito madrileño Pérez Villamil. La palabra «patria» enunciada en ese bando respondía a un sentimiento natural de adscripción de las personas no a la localidad en que se vive o en que se había nacido, ni a una provincia o región del territorio, sino a la totalidad de la España del presente y de la historia. Huérfana de su Rey, ocupada y casi vencida por un ejército extranjero, defender la «patria» y expulsar al invasor era recuperar algo propio de cada uno y de todos los españoles, por lo que luchaban las fuerzas regulares (Bailén, Zaragoza) y los valientes guerrilleros «patriotas», orgullo de toda España. Era la empresa colectiva de las Juntas de notables que se organizaron en los diversos territorios y del pueblo llano desde el 2 de mayo madrileño. «Patria» era el grito de Bailén, de Gerona, de Arapiles, de Vitoria. Pero era más que un grito. Era un concepto y un valor histórico y moral, colectivamente asumido, sobre el que se asentaba toda acción política.
El amor a la patria, «una de las principales obligaciones de los españoles» (art. 6 de la Constitución del 12) se reitera en el deber de defenderla que imponen a los ciudadanos los textos del 1837, 1845, 1869 y 1876. Por fin, en la vigente de 1978 se afirma sencilla y tajantemente que la Nación española es «patria común e indivisible de todos los españoles» y así lo aprobaron todos los grupos parlamentarios de las dos Cámaras y el pueblo en el referéndum de 6 de diciembre de ese mismo año.
Los otros dos conceptos fundamentales de la Constitución gaditana son la Nación y el Estado. Eran hasta cierto punto novedosos en la legislación y en la terminología política precedente. Nación y nacional eran términos genéricos que se aplicaban a la gentes de distintas partes del país. Desde Cádiz se repiten hasta la saciedad en los documentos constitucionales de los dos siglos siguientes. Por Nación se entiende en el texto del 12 «la reunión de todos los españoles», entre los que existe una igualdad política y jurídica, sin distinciones ni privilegios estamentales o históricos. (El texto gaditano, que precedió en más de dos lustros a la emancipación de las repúblicas americanas, añadía «de ambos hemisferios»). Antes de Cádiz y de la guerra de Independencia, bajo el «antiguo régimen» las cosas eran de otro modo y siguieron siéndolo en no pocos de los países europeos. La Nación común a todos los ciudadanos implica, en primer lugar y con todas sus consecuencias, la igualdad personal y política de derechos y deberes, que hoy parece lo normal a todo el mundo pero no estaba tan generalmente aceptada ni puesta en práctica en casi ningún lugar de Europa antes de 1812. La Nación española desde entonces se compone de ciudadanos, no de súbditos.
El tercero de los grandes y novedosos conceptos gaditanos es el Estado. Por él se entiende el conjunto de la estructura política, administrativa, territorial, jurídica y económica de la totalidad del país, con el Rey a su cabeza. (La constitución republicana del 31 y el proyecto federal del 73 mencionan en lugar del Rey al Presidente de la República, pero siempre manteniendo en la cumbre del Estado un poder e institución no dependiente de las vicisitudes parlamentarias).
Ya en 1812 los constituyentes españoles, presididos por Lázaro de Dou, probablemente siguiendo a Montesquieu, y los más ilustrados de ellos como Agustín Argüelles y el liberal clérigo extremeño Muñoz Torrero, recogiendo además de lo que había dicho el filósofo francés, la experiencia británica y lo que pensaba Hobbes, distinguen los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial-, sometiendo al gobierno -poder ejecutivo- a la soberanía nacional representada en las Cortes, y poniendo particular énfasis en establecer y asegurar la autonomía y la independencia de tribunales y magistrados. «La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales pertenece exclusivamente a los tribunales». «Ni las Cortes ni el Rey podrán ejercer en ningún caso funciones judiciales». Y esos «tribunales no podrán ejercer otras funciones que las de juzgar y hacer que se ejecute lo juzgado». (Arts. 212 y ss. de la Constitución de Cádiz).
Antes de la Constitución del doce, en España los «estados» eran las clases sociales (recuérdese el libro de don Juan Manuel) y aquí y en otras Monarquías, como en Francia, los «brazos» de la institución parlamentaria.
El 24 de septiembre de 1810 los diputados gaditanos que «representan -dicen- la Nación española» declaraban «nula y de ningún valor la cesión de la Corona que se dice hecha a favor de Napoleón, por faltarle el consentimiento de la Nación». Con estas palabras se proclamaba que la soberanía nacional, era asumida por las Cortes. O sea por el Parlamento. Elegida pocos meses después una comisión de diputados encargada de elaborar un texto constitucional, lo sometieron al pleno de las Cortes el 24 de diciembre de 1811. En el discurso preliminar que acompañaba a esa presentación del proyecto, probablemente pronunciado o redactado por Agustín Argüelles, se decía que con esaley fundamental el Estado «reposaría majestuosamente sobre las sólidas bases de una Constitución liberal». Lo mismo podían haber dicho en diciembre de 1978 los parlamentarios de la Monarquía constitucional de Madrid. El texto que habían aprobado, que refrendaron los ciudadanos y promulgó el Rey se asienta sobre las tres firmes columnas de la Patria, la Nación y el Estado.
 
ANTONIO FONTÁN_ Ex Presidente del Senado

miércoles, 4 de abril de 2007

Cuando suena la Marcha Real

NUNCA me explicaría que los franceses le hubieran puesto el mote de «himno nacional» a La Marsellesa. O que los ingleses dijeran «himno nacional» al «God save the King». Pero en esta Monarquía Parlamentaria nuestra más bien rarita y como avergonzada de serlo, casi nadie llama ya Marcha Real a la Marcha Real. Igual que hay quienes acusan a otros de habérsela apropiado, señalo con el dedo a los que se avergüenzan de nombrarla por su título histórico de Marcha Real Granadera.
-¿Granadera salmantina con divisa verde y oro?
Menos cahondeíto, que esto es muy serio. Tan serio como la identidad sonora del Reino de España. Como nuestra propia esencia constitucional. Que parece despreciada por quienes no dicen Marcha Real ni locos, pero en cambio llaman Himno de Riego, por su nombre, no «himno nacional republicano» al oficial según la Constitución de 1931. Hago estas matizaciones iniciales porque afortunadamente estamos en los días del año en que más suena la Marcha Real. No sé en Castilla, pero en toda Andalucía, en todas las Andalucías, la Alta y la Baja, la de Manuel Machado y la de Antonio el de «La saeta», todos estos días de la Semana Santa suena con una profusión que da gloria la Marcha Real. Aplicada en sus justos términos: para tributar honores reales a los Cristos y a las Vírgenes de las cofradías de Semana Santa. Los andaluces le conceden honores de realeza a todo divino. En muchos pueblos y en muchos barrios de las grandes ciudades, a Jesús Sacramentado lo siguen mentando respetuosamente con una denominación de origen barroco que es prodigiosa de hermosura: Su Divina Majestad. Y ese mismo Dios, representado como Hombre en su Pasión, o a su Madre la Virgen, los andaluces le tributan honores de Reyes cuando los sacan en los pasos de sus cofradías. De aquí que llame con toda propiedad histórica y hasta litúrgica Marcha Real a la que siempre debería ser mentada así en esta Monarquía parlamentaria.
Desde el Domingo de Ramos vengo escuchando no sé cuántas veces la Marcha Real y, oh maravilla, nadie acusa a nadie de apropiársela. En la televisión oficial del régimen de Chaves, Canal Sur, la última vez que sonó la Marcha Real al término de una manifestación contra la ETA, en los informativos dijeron textualmente: «Los asistentes utilizaron al final el himno nacional». Por lo visto quieren la Marcha Real de un solo uso, y a ser posible desechable y sustituible por el Himno de Riego. Parece que les fastidia que suenen los compases sentimentales y queridos del chero, tachero, salvo que sea, claro, en un partido de la selección nacional de fútbol.
Por eso en Andalucía da gloria oírla en estos días, en cien bandas de palio o de cornetas y tambores. Desde el Domingo de Ramos, decía, ya he perdido la cuenta de las veces que he oído la Marcha Real. Cada vez que de una iglesia de un pueblo andaluz sale una Virgen dolorosa bajo palio, o un Cristo, un Crucificado, un Señor con la cruz al hombro, la banda municipal, o los chavales de los tambores y cornetas de la agrupación de la propia hermandad, interpretan la Marcha Real en honor de la imagen. Está tan unido ese honor musical a la tradición, que si no sonara la Marcha Real al salir el paso de la iglesia sería tan extraño como si los nazarenos fueran con gorra de béisbol y no con capirote penitente. No sé en otros lugares, pero en Sevilla y en toda hermandad que lleve música, hasta cuatro veces le tocan la Marcha Real al Cristo o a la Virgen: al salir de su templo, al entrar en estación de penitencia en la Catedral por la Puerta de San Miguel, al salir por la Puerta de los Palos y al entrar de recogida en el regreso a su templo.
Tan acostumbrados estamos a esta normalidad gozosa, que no nos damos cuenta de esta grandeza. Y no se han debido de enterar ésos que usted sabe, porque, si no, ya estaría acusando a las cofradías andaluzas de utilización sectaria de la Marcha Real. Vino Carlos Iturgaiz a Sevilla y lo llevaron a ver la salida de la cofradía de la Candelaria. La presenció emocionado y al final, cuando le preguntaron qué le había gustado más, si el Cristo o la Virgen, respondió:
-No, lo que más me ha gustado es esta bendita normalidad de que los pasos salgan a los sones de la Marcha Real. No sabéis lo que tenéis...

martes, 3 de abril de 2007

La guardia del castillo de Windsor cuenta por primera vez con mujeres en uno de sus regimientos

 
Las mujeres se han incorporado por primera vez a la guardia del castillo de Windsor, residencia real desde hace nueve siglos. Un equipo de veinte soldados, entre ellos cinco mujeres, del regimiento Real de Caballería - The King's Troop Royal Horse Artillery - han sido entrenados para esa tarea, según ha informado el diario The Daily Telegraph. El pasado mes de enero, el citado regimiento se convirtió en el primero que tiene al frente a una mujer en sus 350 años de historia.
 
L D (EFE) Los militares montarán guardia en las entradas del edificio durante las veinticuatro horas del día mediante turnos de dos horas. Todos los días, excepto los domingos, efectuarán la ceremonia de cambio de la guardia, que es una gran atracción turística.
 
La nueva guardia desfila por la calle principal de la localidad de Windsor desde su cuartel hasta el castillo para sustituir a sus camaradas. El pasado mes de enero, el citado regimiento se convirtió en el primero que tiene al frente a una mujer en sus 350 años de historia. La comandante Erica Bridge se hizo cargo entonces de 168 oficiales y soldados junto a sus 120 caballos en el cuartel de St. John's Wood, en el norte de Londres.