sábado, 17 de noviembre de 2007

Treinta años como Príncipe

ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS. MADRID.
ABC
 
«Esta cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey». 1 de noviembre de 1977. Un niño de nueve años escucha seriamente las palabras que su padre le dirige ante cientos de personas en la pequeña ermita asturiana de Covadonga. Es el Heredero de la Corona desde dos años antes, cuando Don Juan Carlos fue proclamado Rey, pero ese día recibe el título de Príncipe de Asturias, junto con los de Príncipe de Gerona y Príncipe de Viana, correspondientes a los primogénitos de los Reinos de Castilla, Aragón y Navarra, cuya unión formó en el siglo XVI la Monarquía española.
La ceremonia se convirtió en un homenaje del pueblo asturiano a Don Felipe, que acudió acompañado por sus padres, los Reyes, y sus hermanas, las Infantas Doña Elena y Doña Cristina. Toda la Familia Real se desplazó en un coche conducido por el propio Don Juan Carlos hasta la histórica basílica.
Allí, después de visitar la mítica cueva para rezar ante la Virgen, todos asistieron a una misa en la basílica del Real Sitio, en la que se oró a Dios para que los españoles acertáramos a convivir en la reconciliación. Tras la entrega a Don Felipe del título de Príncipe de Asturias y la venera acreditativa de tal distinción, el Rey pronunció un discurso en el que destacó la misión integradora de la Monarquía. Entre otros mensajes, transmitió, dirigiéndose a su hijo, los siguientes:
«Esa Cruz de la Victoria que llevas sobre el pecho es, efectivamente, una victoria que hemos de conquistar todos los españoles. Una victoria sobre el egoísmo y la ambición. Sobre la incultura y la ignorancia. Sobre el atraso y la pobreza. Sobre la pereza y la disgregación. Sobre la incomprensión y las diferencias negativas. Una victoria que es preciso conseguir y consolidar cada día». «Esa Cruz -añadió- , no es rica porque esté compuesta de piedras y esmaltes, sino porque significa, ni más ni menos, la solidaridad de todos los españoles y su voluntad de sobrevivir como nación. Su voluntad de seguir con orgullo su camino, con el mismo orgullo con que un día iniciaron aquí, en estas montañas, su identidad nacional».
 
«Esa Cruz es tu cruz de Rey»
«Esa Cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey, la que debes llevar con honra y nobleza, como exige la Corona: ni un minuto de descanso, ni el temblor de un desfallecimiento, ni una duda en el servicio a los españoles y a sus destinos. En esa obra bien hecha, en esa voluntad de superación, yo quiero que tú, Príncipe de Asturias, te sientas entrañable y crucificado». «Esa Cruz te exige a ti y a todos los españoles, cuyas generaciones jóvenes representas, cumplir siempre con lo que España os pida y de vosotros espera». «Yo te pido -prosiguió Don Juan Carlos-, en nombre de los españoles, que nunca decaigas. Y te lo pido aquí, en Asturias, sobre los riscos de Covadonga y ante esa Virgen «pequeñina y galana» que es la instancia amorosa y alta de todos los asturianos».
Algún día, cuando Don Felipe sea proclamado Rey, regresará a esta misma ermita con la Infanta Leonor para entregarle su título de Princesa de Asturias.

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