martes, 13 de noviembre de 2007

Palabra de Rey

Pilar Cambra
Expansión

Acepto plenamente su imprescindible necesidad y admiro las virtudes humanas -en ciertas circunstancias, virtudes que rayan en el heroísmo- de quienes la tienen por noble oficio y como tal lo practican... En suma: a la Diplomacia y a los diplomáticos debemos que innumerable sangre no haya llegado a muchos ríos y que, con los paños calientes de sus habilidades, hayan curado los forúnculos de la violencia, los conflictos armados, las disputas enconadas y los enfrentamientos seculares. La Diplomacia y los diplomáticos han salvados muchas, muchas, muchas vidas humanas.

Pero -de carácter impulsivo y apasionado como soy-, a veces no me basta la Diplomacia... Me parece meliflua, flemática, linfática y modorra... Especialmente cuando lo está en juego es el honor... "Honor": ¡qué mohosa antigualla para muchos!, ¡qué concepto tan vacío y tan inútil para tantos!, ¡qué modo tan reprobable de retroceder hasta tiempos oscuros felizmente superados!...

Y, sin embargo, ayer, yo sentí que el Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, me entregaba algo tan imaterial como necesario, tan precioso como injustamente despreciado: una porción del honor que, como persona, ciudadana y española, me estaba arrebatando la cháchara faltona, insultante y pomposa del caudillo venezonalo Hugo Chávez...

Cuando, ayer, en la Cumbre Iberoamericana que se celebraba en Chile, el Rey de España asomó la cabeza entre el Presidente de Gobierno, el señor Rodríguez Zapatero -que intentaba, inútilmente, poner freno a la venenosa verborrea del señor Chávez- y nuestro Ministro de Asuntos Exteriores, el señor Moratinos -que callaba- y le lanzó a don Hugo ese "¿Por qué no te callas?" justa y justificadamente indignado, me sentí bien, excelentemente bien...

¿Una intervención "poco diplomática", la del Rey?, ¿inoportuna?, ¿extemporánea?... Una intervención que le salió a Don Juan Carlos del corazón... Y, por lo tanto, una intervención sincera. Alejada, si se quiere, de las florituras y las "mentiras piadosas" de la Diplomacia, pero una intervención sincera... El Rey estuvo "calderoniano": defendió el honor de su Reino y de todos sus súbditos con un borbónico arranque digno de los héroes de don Pedro Calderón de la Barca... Aquellos hombres de un Siglo tan "pasado", tan antiguo, tan poco correcto... Un Siglo de Oro.

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