lunes, 24 de marzo de 2014

La gratitud del Rey hacia Adolfo Suárez



ABC

La enfermedad, un proceso degenerativo neuronal, había robado a Adolfo Suárez la capacidad de hablar y de recordar, pero no pudo con el mundo de los afectos y eso fue lo que quedó, al final, entre el Rey y el presidente del Gobierno al que -muy probablemente- más ha querido. Don Juan Carlos también congenió con otros, más allá de la impecable relación institucional que ha mantenido con todos, pero con Suárez era especial. Fue el único presidente del Gobierno al que el Rey pudo escoger -de la terna que le presentó Torcuato Fernández-Miranda- y, aunque en aquel momento a algunos les pareció una decisión arriesgada y a otros «un inmenso error», 38 años después se considera como uno de los grandes aciertos de aquella época.

Al mes de la dimisión

Juntos compartieron la enorme responsabilidad histórica de construir una España democrática y afrontaron los años duros y difíciles de la Transición. El Rey nunca ha podido ocultar la gratitud que siente hacia Suárez. No había pasado un mes desde su dimisión como presidente del Gobierno cuando Don Juan Carlos le concedió el título de duque de Suárez con Grandeza de España, que ahora ha heredado su nieta Alejandra Romero Suárez, hija mayor de Mariam, la primogénita del expresidente.

Pocas veces el Boletín Oficial del Estado ha publicado un reconocimiento tan rotundo como las palabras con las que el Monarca explicaba la concesión de ese título: «Para premiar la lealtad, el espíritu de servicio, el patriotismo y la muestra de sacrificio» de Suárez «en las misiones que le fueron encomendadas, en especial como presidente del Gobierno durante el periodo histórico de la transición política que dirigió con abnegación, tacto y prudencia, al servicio de la reconciliación de todos los españoles en la libertad y bajo la Corona».

En abril de 2002 tuvo lugar el último acto público al que asistió el expresidente del Gobierno antes de que la enfermedad empezara a dar la cara. En ese acto, Don Juan Carlos le entregó el premio Vocento a los valores humanos. Nunca se habían visto antes ni se vieron después tantas muestras de afecto y simpatía en público entre el Rey y un político. Suárez estaba emocionado con los gestos, pero también con las palabras que el Monarca le dirigió: «Creo que el mejor homenaje que puede rendirse hoy al duque de Suárez es el de reconocer que sin su esfuerzo, su abnegación, su lealtad y, lo recalco, su lealtad y su patriotismo, España no habría volado tan alto ni tan deprisa».

Seguramente que en los últimos años al Rey le habría gustado haber podido llamar a Suárez para conocer su opinión sobre España, sobre la crisis, sobre Cataluña y el País Vasco o sobre las dificultades que tienen los políticos de ahora para llegar a acuerdos. Pero Suárez llevaba ya más de diez años enfermo. En su última intervención pública, un mitin en Albacete en mayo de 2003, perdió el hilo y llegó a leer varias veces el mismo folio del discurso que había escrito para apoyar a su hijo mayor, que se presentaba como candidato del PP a las elecciones de Castilla-La Mancha. Ese fue el primer síntoma en público de su enfermedad. En 2005 ya no se acordaba ni de que había sido presidente del Gobierno. En 2008 no reconocía al Rey.

Durante la enfermedad, Don Juan Carlos mantuvo contacto con él y le visitó en varias ocasiones en privado en su residencia de la urbanización madrileña de La Florida. En 2007, cuando se cumplieron treinta años de las primeras elecciones democráticas, le rindió el mayor homenaje que puede brindar el Rey: le concedió el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, que es la máxima distinción que otorga la Casa Real española. Y un año después acudió con la Reina al chalé del expresidente para entregarle personalmente las insignias del Toisón.

No les reconoció

Adolfo Suárez no les reconoció, pero en pocos minutos los Reyes volvieron a ganarse al presidente de la Transición. Incapaces de establecer una comunicación real, Don Juan Carlos y Doña Sofía se volcaron con el lenguaje de miradas y de cariño que Suárez seguía comprendiendo y, «en tres minutos», se metieron «el uno al otro en el bolsillo», relató Adolfo Suárez Illana, testigo del encuentro. Conocedora de su fama de presumido, en un momento de la visita la Reina le llamó «guapo» y Suárez «pegó un brinco» de alegría. Los dos amigos pasearon por el jardín de la casa. El Rey le pasó el brazo por encima del hombro y Adolfo (hijo) aprovechó para tomar unas imágenes con su cámara de fotos para inmortalizar aquel momento.

También el Príncipe ha sido siempre extremadamente cariñoso con Suárez y un gran admirador de su obra política, cuyos valores trata de rescatar contra viento y marea ante la nueva generación de españoles. En 1996, cuando le entregó el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, Don Felipe destacó que Suárez «hizo posible lo que muchos tratadistas políticos habían considerado imposible. Logró aunar voluntades que parecían contrapuestas, dirigió sin violencia las energías latentes de una sociedad hacia la tolerancia y el diálogo, cerró distancias y cicatrices y, en fin, realizó desde su Gobierno la gran misión de devolver España a los españoles mediante el establecimiento de la democracia, la forma de gobierno que Goethe consideraba la mejor, "aquella que nos enseña a gobernarnos nosotros mismos"».

«Los españoles que vivimos la libertad recobrada -agregó entonces- podemos decir de aquella generación que gracias a su ayer existe para nosotros un presente en paz y también un mañana pleno de esperanza».

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