lunes, 31 de marzo de 2014

«La concordia fue posible con Suárez ¿por qué no ha de serlo también ahora?»

«La concordia fue posible con Suárez ¿por qué no ha de serlo también ahora?»

ABC

Hacía mucho tiempo que la España institucional, política y social no se reunía al completo. Ni la celebración de la Fiesta Nacional ni el aniversario de la Constitución ni ningún otro acontecimiento había tenido el efecto unificador del recuerdo a Adolfo Suárez. Los Reyes y los Príncipes de Asturias, el Gobierno y la oposición, políticos de izquierdas y de derechas, defensores de la unidad de España y nacionalistas, mandatarios extranjeros, altas autoridades, artistas, cantantes, toreros y ciudadanos anónimos... Todos se dieron cita en la tarde de este lunes en la catedral de La Almudena, de Madrid, para rendir el último homenaje al primer presidente de la democracia.

Compartían banco sus sucesores en el cargo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. Las 17 Comunidades y las dos ciudades autónomas estuvieron representadas por sus presidentes. El de la Generalitat, Artur Mas, estuvo sentado durante la ceremonia con el de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Al otro lado, tenía un pasillo.

Tres décadas después de que los españoles decidieran prescindir del artífice de la Transición en las urnas, esos mismos españoles y otros de las nuevas generaciones se unieron para reconocer en un funeral de Estado la obra y la persona de Adolfo Suárez, fallecido ocho días antes después de una penosa enfermedad que le había borrado los recuerdos.

Minutos antes de las siete de la tarde, los Reyes y los Príncipes llegaron a la catedral, en cuyas puertas les aguardaban el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela; el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con su esposa, Elvira Fernández, y uno de los cinco hijos del primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez Illana, que se fundió en un largo abrazo con Don Juan Carlos y en otro, más corto, con Don Felipe. Acompañaba a Suárez hijo su esposa, Isabel Flores, mientras el resto de la familia del político esperaba en el interior del templo: sus otros hijos, Sonsoles, Javier y Laura, los dos primeros con sus parejas; sus hermanos, Hipólito, Ricardo y María del Carmen, y sus nietos, entre ellos Alejandra Romero, futura duquesa de Suárez.

La Infanta Doña Elena no pudo asistir a la ceremonia porque a la misma hora se celebraba el funeral por la que fue su suegra, la condesa viuda de Ripalda, madre de Jaime de Marichalar.

Nada más entrar en la catedral, los Reyes y los Príncipes con Rajoy y Suárez hijo pasaron al atrio, donde recibieron –fuera de cámara– el saludo, una por una, de las autoridades internacionacionales que asistieron al funeral. Entre ellos, el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang; el viceprimer ministro del Reino Unido, Nick Clegg; el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso; el primer ministro de Marruecos, Abdelilah Benkirán; el vicepresidente de Argentina, Amado Boudou, y el expresidente de Colombia Álvaro Uribe.

Minutos después, el Himno Nacional anunció la llegada de la Familia Real, de luto riguroso. Don Juan Carlos y Don Felipe llevaban en la solapa las insignias del Toisón de Oro para despedir a otro caballero de la ilustre orden. La Reina saludó a los asistentes con la mano, la Princesa se santiguó y empezó la ceremonia. El tercer nieto del presidente fallecido, Adolfo Suárez Flores, leyó la primera lectura, la Carta a los Corintios, y monseñor Rouco pronunció su homilía.

«La concordia fue posible con él», afirmó el arzobispo de Madrid. «¿Por qué no ha de serlo también ahora y siempre en la vida de los españoles, de sus familias y de sus comunidades históricas?», preguntó. Suárez, agregó, «buscó y practicó tenaz y generosamente la reconciliación en los ámbitos más delicados de la vida política y social de aquella España que, con sus jóvenes, quería superar para siempre la guerra civil: los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar».

Añadió Rouco que la vida del expresidente al servicio de España «nos resulta inexplicable sin la fuerza inspiradora y motivadora del amor cristiano». «Su plegaria es hoy nuestra plegaria. ¡Es la plegaria de España!», afirmó. El arzobispo de Madrid también recordó la entrega de Suárez «al cuidado tierno y sacrificado» de su esposa e hijos.

Volvió a escucharse el Himno Nacional durante la consagración y, después en el momento de la paz hubo gestos que llamaron la atención entre los políticos. José María Aznar estrechó la mano de José Luis Rodríguez Zapatero y José Manuel García-MargalloMargallo dio la paz a Artur Mas. «Por supuesto, si no me llevo mal con él», comentó el ministro de Exteriores después a la salida. Mientras tanto, los Reyes se estrecharon la mano, y los Príncipes se dieron un beso,

Una vez terminada la ceremonia religiosa, la Familia Real y el presidente del Gobierno dieron el pésame al resto de los hijos, hermanos y nietos de Adolfo Suárez., que recibieron también las condolecencias de los mandatarios extranjeros, mientras las autoridades españolas abandonaron rápidamente el templo. En ese momento, se pudo ver cómo Aznar, con toda evidencia, y Soraya Sáenz de Santamaría, con más discreción, eludían saludar al presidente de la Generalitat.

Fuera, a la salida, cientos de ciudadanos aguardaban tras las vallas que terminara el funeral y en algunos balcones se podían ver banderas de España con un crespón negro.

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