jueves, 30 de enero de 2014

Comprometido con el deber

Aurora G. Mateache.
La Razón 

El Príncipe de Asturias cumple hoy 46 años en un contexto decisivo para él y para la Monarquía española. El balance es positivo en lo que concierne al heredero de la Corona: según las últimas encuestas es el miembro mejor valorado de la Familia Real, junto con la Reina, y cada vez asume un mayor protagonismo dentro de la Institución: si en 2011 realizó 207 actos y viajes oficiales, un año después fueron 213, y en 2013, 226.

«¿Qué cómo afronto el año?». Don Felipe introduce sus manos en los bolsillos y, reflexivo, echa ligeramente el cuerpo hacia adelante antes de contestar: «Con fuerza y con ganas, como todos». Estas declaraciones a LA RAZÓN las realizó el hijo del Rey en el monasterio de Yuste después de la entrega del Premio Carlos V a Durão Barroso, una semana después de que se conociera la nueva imputación de la Infanta Cristina.

«Está centrado en cumplir con sus obligaciones y tirar hacia adelante», informan fuentes cercanas a la Corona. Con la declaración de la Infanta Cristina cada vez más inminente, fuentes cercanas a la Familia Real aseguraron recientemente a este periódico que el ambiente es de «gran preocupación» no sólo por el desenlace judicial respecto a la hija menor del Rey, sino que se mira más allá: concretamente hacia la estabilidad de la Corona sobre Don Felipe, quien evita que el «caso Nóos» le salpique adoptando una sutil distancia respecto a su hermana en cualquier aparición pública: ejemplo de ello fue cuando los duques de Palma, en 2011, visitaron al Rey en el hospital tras ser operado de la cadera y los Príncipes de Asturias evitaron coincidir con ellos, lo que se ha mantenido en las últimas intervenciones del Monarca. Urdangarín no ha vuelto a visitar a su suegro, pero obviamente sí lo ha hecho la Infanta Cristina, arropada por la Reina y la Infanta Elena, nunca por el Príncipe.

Don Felipe es consciente de que la actitud que mantenga es determinante para ganarse la simpatía de aquellos que no vivieron el papel del Rey durante la Transición y que necesitan comprender el valor de la Monarquía para respaldarla. Este año, su compromiso institucional estará marcado por los viajes al exterior. Si acaba de aterrizar desde Honduras para asistir a la toma de posesión de Juan Orlando Hernández, tiene pendientes las del presidente de Chile, Costa Rica, Panamá y Colombia –ya que desde 1996 asiste a las de todos los presidentes iberoamericanos–, y también está previsto que los Príncipes de Asturias viajen a Japón a partir de primavera, por la conmemoración del año dual España-Japón. Hoy visitará la Brigada paracaidista «Almogávares», y en ámbito nacional, sus actos relevantes más próximos son la recepción al Cuerpo Diplomático en el Palacio Real, acto presidido por los Reyes, y el foro global «Momento España», que la Universidad de Georgetown –donde estudió– celebrará en Madrid, plataforma en la que se debatirá sobre un nuevo posicionamiento del país.

Las obligaciones de Don Felipe no se limitan a su actividad oficial, sino que coexiste una labor que no trasciende públicamente y no por ello es menos significativa. En octubre del año pasado mantuvo un encuentro privado en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales –en el que, entre otras personalidades públicas, se encontraban Soraya Saénz de Santamaría y su antecesora en el cargo, María Teresa Fernández de la Vega– para tratar diversos temas de Estado, tales como la crisis económica y el nacionalismo catalán, según pudo saber este periódico. El Real Instituto Elcano es otro foro de análisis y discusión en el que Don Felipe participa asiduamente para tomarle el pulso al país. Al igual que Don Juan Carlos, el sucesor a la Corona tiene encuentros privados con distintas personalidades sociales y políticas dentro de La Zarzuela. «Así como el Rey es más de comunicación oral, el Príncipe es de papeles» aseguran personas que trabajan con ambos. Según las mismas, Don Felipe acostumbra a quedarse trabajando hasta tarde preparando las actividades oficiales y los discursos, que remata con una aportación final.

La actividad del sucesor a la Corona está siendo reconocida fuera de nuestras fronteras: la prensa internacional le ha dedicado en las últimas semanas amplios reportajes. El diario «Liberation» no sólo le situó como «la esperanza de la Monarquía», sino que lo describe como «alto e imponente, pero considerado cálido y accesible». En el semanal alemán «Der Spiegel» se ha podido leer que, en la que considera «la crisis más grave de la Monarquía» desde que el Rey ocupara el Trono, «sólo el Príncipe heredero está libre de lastres». Y así, sucesivamente, los artículos de otros medios como «Financial Times», «Espresso», o incluso «The Malaysia Mail» lo posicionan como la continuidad de la Corona. Sin embargo, los abucheos recibidos en el último desplazamiento de los Príncipes de Asturias a Tenerife son recordatorios del trabajo que aún queda por hacer de cara a la opinión pública. Trabajo que se encuentra con el inconveniente de que el papel del hijo del Rey no está regulado dentro de la Constitución y que algunos partidos políticos han solicitado que se añada. Por su parte, en todos sus actos Don Felipe ha evidenciado tener muy presente cuál es su posición.

Así sucedió en Yuste. Si el Rey le menciona cada vez más en sus intervenciones públicas, en el pasado discurso de Navidad zanjó cualquier sospecha sobre una posible abdicación mostrándose dispuesto a asumir «la exigencia de ejemplaridad que se le exige». El Príncipe le dirigió a Barroso, sin que estuviera previsto, un saludo en nombre de su padre. Una demostración más de su compromiso con el Estado, siempre consciente de su lugar.


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