viernes, 14 de septiembre de 2007

Un cuarto de siglo sin la princesa que reinventó Mónaco

Un cuarto de siglo sin la princesa que reinventó Mónaco
 
Mateo Sánchez Cardiel (Efe).-

El 14 de septiembre de 1982, Grace Kelly, una singular mujer que ganó un Óscar de Hollywood y luego se coronó princesa, murió en un accidente de tráfico en la sinuosa carretera que conduce a Montecarlo. Un cuarto de siglo después de aquel trágico suceso, la esposa de Rainiero de Mónaco vuelve a inspirar exposiciones, a acaparar portadas y su figura continúa envuelta en un aura de misterio.

Pocos pueden presumir de que su belleza y popularidad hayan levantado un país entero, pero ese fue el caso de Gracia Patricia Kelly que, aunque fascinó al público en los años cincuenta como Grace Kelly, se convirtió en mito como princesa Gracia de Mónaco.

El pequeño principado mediterráneo ya ha comenzado su ronda de homenajes a la añorada princesa que puso en el punto de mira mundial un escaso territorio -apenas 200 hectáreas- con aspiraciones turísticas convencionales para encumbrarlo como punto de encuentro de la alta sociedad y del lujo pero también como centro de juego, gracias a sus afamados casinos, del derroche y de la especulación inmobiliaria.

En el Grimaldi Fórum de Montecarlo -donde la actriz y princesa ha dado nombre a una avenida, un teatro y dos zonas ajardinadas- desde el 12 de julio se expone 'Los años de Grace Kelly', muestra en la que se sigue su trayectoria desde que la princesa fuera una niña de familia nueva rica de Filadelfia -donde nació en 1928- hasta su papel de madre de lo hermanos más codiciados por el papel couché: Carolina, Alberto y Estefanía Grimaldi.

Esta última viajaba con ella la noche en la que Grace redondeó para siempre su condición de leyenda, cuando un ambiguo accidente truncó su vida, a los 52 años, y pese a los esfuerzos de los médicos del hospital al que fue trasladada y que, irónicamente, llevaba su nombre. Las carretera escenario de su triste final era, además, la misma que había ayudado a levantar su mito como escenario de una de sus secuencias más icónicas, al lado de Cary Grant, en la película Atrapa a un ladrón (1955).

Quintaesencia de la sofisticación

En aquel film, Kelly había explotado una imagen que se adhirió a ella para siempre: la de la quintaesencia de la sofisticación, forjada en una belleza espectacular, en una gracilidad heredada de los cuerpos atléticos de sus padres -remero olímpico él, gimnasta ella- y en una actitud situada en la intersección de lo gélido con lo volcánico.

Ese es el espíritu que, 25 años después de su muerte, permanece casi intacto, inmune a biografías no oficiales que afirman que, en la intimidad, Grace Kelly fue despiadada, calculadora y tendente al alcoholismo. Así, la revista Life le dedicará la portada del número que sale a la venta en estas fechas y en el que muestra fotos inéditas que le fueron tomadas, en plena apoteosis de su belleza, por su fotógrafo oficial, Howell Conant.

Además, la propia familia Grimaldi ha preparado, en colaboración con la casa de subastas Sotheby's, una exposición con joyas, vestidos y fotografías de Grace que permanecerá abierta del 15 al 26 de octubre en Nueva York. Entre las piezas más codiciadas estará el Óscar que la actriz ganó en 1954 por La angustia de vivir, un premio que la historia negra de Hollywood reza que fue otorgado como despedida y que, según la legendaria y viperina columnista cinematográfica Hedda Hopper, hundió para siempre los ánimos de Judy Garland, favorita ese año por Ha nacido una estrella.

La película -durante cuyo rodaje Kelly vivió un apasionado romance con William Holden- no figura entre las cintas más recordadas de su filmografía y, en realidad, Grace nunca consiguió que sus trabajos interpretativos recibieran los mismos elogios que su belleza física. Kelly había empezado como secundaria en importantes producciones de los años cincuenta, como Solo ante el peligro, de Fred Zinnemann, y Mogambo, de John Ford -por la que fue candidata al Óscar como mejor actriz de reparto-, pero no fue hasta que Hitchcock se cruzó en su camino cuando se aseguró el paso a la inmortalidad en términos estrictamente cinematográficos.

Tras cerrar su etapa con Ingrid Bergman y probar suerte con Marlene Dietrich y Anne Baxter, el mago del suspense encontró en la soterrada y lánguida sensualidad de Grace Kelly la máxima expresión de sus obsesiones y, tras la experiencia de Crimen perfecto, el director británico la enroló en sus siguientes proyectos. El tándem dio como resultado la obra maestra La ventana indiscreta, en 1954, y la citada comedia de intriga Atrapa a un ladrón, en 1955, ambientada en la Costa Azul y cuyo rodaje solidificó su relación con el príncipe Rainiero, al que conoció en el Festival de Cannes de 1954.

La boda del siglo

Tras intervenir en títulos menores como El cisne o Alta sociedad, Grace Kelly anunció su retirada como consecuencia de su compromiso con Rainiero y que le convirtió en protagonista de la que ha sido considerada como "boda del siglo" -junto con la del príncipe Carlos de Inglaterra y Lady Di- y que, celebrada el 19 de abril de 1956 en la catedral monegasca de San Nicolás, fue retransmitida para las televisiones de todo el mundo con una tremenda repercusión mediática -y económica- para el Principado.

Grace, entonces, canceló su participación en Mi desconfiada esposa, de Vincente Minnelli, y desoyó las llamadas de su amigo Hitchcock, que quiso que protagonizara Marnie la ladrona pero se encontró con la oposición del pueblo de Mónaco, reticente a permitir que su princesa interpretara en la pantalla a una cleptómana. Así, su principado sólo se extendería a las revistas de estilo y moda, como musa de firmas como Givenchy -que diseñó su vestuario para su encuentro con la familia Kennedy en 1961- o como portadora del "Kelly", bolso de Hermès que tomó su nombre.

Y es que la suya fue, desde entonces, la tarea de gran anfitriona y perfecta consorte, de madre elegante e impecable bañista de la costa monegasca. Un papel no siempre fácil con el que Grace tuvo que asumir que había caído "en Gracia"...

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