jueves, 9 de julio de 2020

Para defender la democracia, proteger al Rey Felipe VI

Justino Sinova
El Español
 
El autor desmiente que los valores republicanos sean los propios y exclusivos de la democracia, une a la Monarquía el destino de las libertades en España y lamenta las campañas contra la Corona.

Cuando estos días Felipe VI y Letizia se acercan a la gente, en un plan de comunicación y presencia preparado en La Zarzuela, suelen surgir de entre los espectadores dos vítores: un tradicional "Viva el Rey" y un añadido "Viva España". Es una novedad que no ha pasado inadvertida, y que es producto de esa intuición popular que aflora espontáneos afectos y temores.

En este caso, lo significativo no es lo primero, los afectos, las cortesías que los Reyes suelen recibir en las calles, sino lo segundo, los temores, las desazones provocadas por inauditos aspectos de la gestión política, que la gente percibe y traduce apelando al nombre de la nación. Es una intuición certera lo de unir Rey y España, que se traduce en la necesidad de conjurar un riesgo y afianzar la normalidad.

Felipe VI y España equivalen a jefe del Estado y democracia, porque la democracia española descansa en la Jefatura del Estado desempeñada por el monarca y depende de la continuidad de la Monarquía. No se escandalicen quienes sienten la república como sinónimo de libertad, porque las formas de gobierno son accidentales. Hay repúblicas que actúan como dictaduras: China, Cuba, Venezuela… Hay Monarquías que ejercen como democracias: Gran Bretaña, Suecia, Noruega… y España.

Uno de los simulacros que más se repite entre nosotros es que necesitamos la república para asegurar la libertad de la gente, cuando un simple repaso a nuestra historia evidencia el fracaso de las dos experiencias republicanas y, en especial, los déficits democráticos de la segunda, la de 1931.

Hay obsesión por blandir el enunciado "valores republicanos" como compendio de las libertades y los derechos fundamentales propios de la democracia. En el caso español es un concepto que significa lo contrario pues la II República se dotó de una Constitución votada por la izquierda, rechazada por la derecha y anulada en la práctica al agregarle la llamada ley de Defensa que incluía unas medidas de represión política incompatibles con un sistema de libertades.

Esos valores mal llamados republicanos son los contenidos en la Constitución de consenso de 1978 impulsada por la Corona, que protege todos los derechos y libertades propios de las más consumadas democracias. Es una precisión histórica y cabal que la actual Monarquía española ampara un sistema más justo, más liberal y más humano que el de la II República.

Por eso, defender la democracia en España requiere empezar por proteger la Monarquía, operación nada fácil ahora que los enemigos del Rey se han infiltrado en los más altos escenarios políticos. El verbo infiltrar ha gustado siempre mucho a los comunistas porque define uno de sus principales ardides, el de penetrar en las instituciones, lo que algunos llaman entrismo sin éxito lingüístico -la RAE no ha llegado a aceptarlo- pero sí estratégico.

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